... capitalismo*
La obra ha sido publicada en castellano por la Editorial Akal en abril de 2002. Reproducimos la introducción completa con permiso de la editorial.
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... diferentes1
El balance es el instrumento contable que contabiliza, en un momento dado, todas las riquezas invertidas en un negocio. La importancia fundamental de los instrumentos contables para el funcionamiento del capitalismo es un rasgo por lo general muy subrayado por los analistas, hasta el punto de que algunos han hecho de su sofisticación uno de los orígenes del capitalismo. Cf., por ejemplo, Weber (1964, p. 12) o Weber (1991, pp. 295-296).
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... posible2
En efecto, como señala Georg Simmel, únicamente el dinero no decepciona nunca, siempre y cuando no sea destinado al gasto, sino a la acumulación como un fin en sí mismo. «Como cosa desprovista de cualidades, [el dinero] no puede ni siquiera aportar aquello que contiene el más pobre de los objetos -con qué sorprender o con qué decepcionar» (citado por Hirschman, 1980, p. 54). Si la saciedad acompaña a la realización del deseo en el conocimiento íntimo de la cosa deseada, este efecto psicológico no puede ser provocado por una cifra contable permanentemente abstracta.
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... capitalismo3
Los ejemplos de las formas con las que los actores del capitalismo transgreden las reglas del mercado para obtener beneficios, que no cabe comparar con los de las actividades de intercambio ordinarias, abundan en Braudel (1979, Les jeux de l'échange) para quien «los grandes juegos capitalistas se sitúan en lo no habitual, en lo fuera de serie o en la conexión lejana, a meses o incluso a años de distancia» (p. 544): utilización de protecciones para «introducirse por la fuerza en un circuito reticente» o «alejar rivales» (p. 452); «privilegios de información» y circuitos de información confidenciales, «complicidad del Estado» que permite «invertir constantemente y de la forma más natural del mundo [...] las reglas de la economía de mercado» (p. 473), etc. Del mismo modo, la gran burguesía del siglo XIX, pese a su adhesión formal al «credo liberal», como dice Polanyi (1983), sólo apoyaba verdaderamente el laisser faire [dejar hacer] en el caso del mercado de trabajo. Por lo demás, en la lucha que les enfrentaba, los capitalistas utilizan todos los medios a su disposición y, en particular, el control político del Estado, para limitar la competencia, para obstaculizar el libre comercio cuando les es desfavorable, para ocupar y conservar posiciones de monopolio y para favorecer desequilibrios geográficos y políticos con el fin de absorber hacia el centro el máximo de beneficios (Rosenvallon, 1979, pp. 208-212 ; Wallerstein, 1985).
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... patrimonio4
Esta noción [patrimoine de rapport] engloba, según la definición del INSEE, «al conjunto de las inversiones físicas y financieras que realizan los particulares cuando ponen a disposición de otros inmuebles, dinero o tierras en contrapartida de un pago monetario», excluyendo el patrimonio para el disfrute (residencia principal, dinero líquido, cheques) y el patrimonio profesional de los independientes (agricultores, profesiones liberales, artesanos, comerciantes).
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... mundo5
En enero de 1996, el 80 por 100 de los hogares disponían de una libreta de ahorro (libreta A o azul, libreta B o bancaria, Codevi, libreta de ahorro popular), pero las cantidades en ellas depositadas alcanzan pronto su techo y son destinadas prioritariamente al ahorro popular; el 38 por 100 poseía un plan o una cuenta de ahorro vivienda (la mayoría con vistas a adquirir la residencia principal). Por el contrario, las inversiones capitalistas típicas no afectan más que en torno a un 20 por 100 de los hogares: el 22 por 100 poseía valores mobiliarios (obligaciones, préstamos del Estado, SICAV [Sociedad de Inversión en Capital Variable] o FCP [Fondos Comunes de Inversión] o acciones fuera del SICAV) y el 19 por 100 un bien inmobiliario diferente de la residencia principal. (INSEE Première, núm. 454, mayo de 1996). Dicho esto, los hogares que pueden extraer de su patrimonio una renta igual a la renta media de los franceses, lo que les asimilaría a los rentistas acomodados, representan menos del 5 por 100 del conjunto de los hogares, estando sin duda más cerca del 1 por 100 que del 5 por 100 (Bihr, Pfefferkorn, 1995).
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... confiado6
Desde los trabajos de Berle y Means (1932) sabemos que, aunque el comportamiento de los directores no consiste necesariamente en maximizar los intereses de los accionistas, sí tratan de proporcionar a estos, al menos, una remuneración satisfactoria a falta de una remuneración máxima.
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... capital7
Este último aspecto es, según Heilbroner (1986, pp. 35-45), el menos visible de la explotación capitalista, ya que todo el margen restante obtenido del producto, sea cual sea su montante, vuelve a manos del capitalista en virtud de las reglas de propiedad correspondientes al contrato de trabajo.
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... alcanzado8
Según las cifras citadas por Vindt (1996), el trabajo asalariado representaría en Francia el 30 por 100 de la población activa en 1881, el 40 por 100 en 1906, el 50 por 100 en 1931, y más del 80 por 100 hoy. El INSEE (1998 b) estima que en 1993 había un 76,9 por 100 de asalariados en la población activa, a los cuales habría aún que añadir un 11,6 por 100 de parados (tabla C.01-1).
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... agricultura9
Thévenot (1977) ha realizado, en lo que respecta a la década de 1970, un análisis muy detallado del movimiento de salarización según categorías socioprofesionales. En 1975 los asalariados representaban el 82,7 por 100 del empleo total frente al 76,5 por 100 de 1968. La única categoría de no asalariados que creció fue la de las profesiones liberales -aunque ésta creciese lentamente debido a las barreras de entrada a estas profesiones-, todas las demás categorías (patrones de industria y de comercio, artesanos y pequeños comerciantes, es decir, aquellos que emplean menos de tres empleados; agricultores; asistencia familiar...) retrocedieron. El trabajo asalariado progresa igualmente entre las profesiones tradicionalmente liberales, como los médicos, entre quienes en 1975 son casi tan numerosos aquellos que poseen el estatuto de asalariado (sobre todo en los hospitales) como los que ejercen libremente su profesión, mientras que los médicos asalariados constituían apenas poco más de la mitad de éstos últimos siete años antes. El movimiento de salarización está ligado en parte a la aparición de grandes empresas en sectores tradicionales como el comercio, que supone una destrucción de los autónomos pequeños. La importante reducción del número de asalariados en la agricultura y en los empleos del hogar confirma que la mayor parte del crecimiento del trabajo asalariado se encuentra vinculado al crecimiento de las actividades de una patronal cada vez más «anónima» y menos «personal», es decir, a las sociedades de la industria y de los servicios, así como al desarrollo del servicio público (en particular la enseñanza).
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... hogar10
Las mujeres representan hoy el 45 por 100 de la población activa frente al 35 por 100 en 1968. Su tasa de actividad (porcentaje de las mujeres mayores de 15 años que pertenecen a la población activa) ha crecido de forma continua desde hace 30 años (Jeger-Madiot, 1996, p. 122).
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...»11
Parece ser que la expresión de «espíritu del capitalismo» fue utilizada por primera vez por W. Sombart en la primera edición de su Capitalisme moderne. Sin embargo, en la obra de Sombart, el término -que sería el resultado de la conjunción del «espíritu faústico» y del «espíritu burgués»- tomó un sentido muy diferente al que le otorgará Weber. El espíritu del capitalismo se encuentra en Sombart más centrado en el carácter demiurgico del hombre de negocios, mientras que Weber insiste más en la ética del trabajo (Bruhns, 1997, p. 105).
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... humanas12
«Hace apenas una generación habría sido inútil esperar que un campesino de Silesia, cuya tarea contractualmente establecida hubiese consistido en segar una superficie determinada, aumentase su fuerza de trabajo doblándole su salario: habría simplemente reducido a la mitad su prestación laboral, estimando que esta mitad le bastaba para ganar el doble de lo que ganaba precedentemente» (Weber, 1991, p. 372). Véase también Polanyi (1983) a propósito de la transformación de la tierra y del trabajo en mercancías.
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...on13
«El ascetismo veía el summun de lo reprensible en la búsqueda de la riqueza como fin en sí mismo y, al mismo tiempo, tenía por un signo de la bendición divina la riqueza como fruto del trabajo profesional. Más importante aún, la percepción religiosa del trabajo sin descanso, continuo, sistemático, en una profesión secular, entendido como el medio ascético más elevado y, a la vez, como la prueba más segura y más evidente de la regeneración y de la auténtica fe, ha podido constituir el más potente trampolín para la expansión de esta concepción de la vida que hemos llamado hasta ahora espíritu del capitalismo» (Weber, 1964, p. 211).
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... capitalismo14
Podemos encontrar los principales elementos y la presentación de estas polémicas en Besnard (1970), MacKinnon (1993), Disselkamp (1994), en la introducción, realizada por J.-C. Passeron, y en la presentación, realizada por J.-P.Grossein, de un volumen que reúne los trabajos de M.Weber consagrados a la sociología de las religiones (Weber, 1996), y en la obra colectiva del «Grupo de investigación sobre la cultura de Weimar» publicada bajo la dirección de G. Raulet (1997) que proporciona también numerosa información sobre el clima intelectual que rodeó a la redacción de La ética protestante. Esta controversia, sin duda una de las más prolíficas de toda la historia de las ciencias sociales, no está aún cerrada: se ha centrado por el momento sobre todo en la validez del vínculo entre motivos de inspiración religiosa y prácticas económicas. A los argumentos críticos que ponen en cuestión la correlación entre protestantismo y capitalismo avanzado (como hacen, por ejemplo, K. Samuelson o J. Schumpeter), postulando que el capitalismo se ha desarrollado antes de la aparición del protestantismo o en regiones de Europa en las que la influencia de la Reforma fue débil y, por consiguiente, bajo el efecto de una constelación de fenómenos sin relación con la religión (sin hablar de la crítica marxista que hace del capitalismo la causa de la aparición del protestantismo), se han opuesto argumentaciones de defensa que hacen hincapié en la distinción entre causas y afinidades (Weber no habría tratado de proporcionar una explicación causal, sino simplemente mostrar las afinidades entre la Reforma y el capitalismo, como es el caso, por ejemplo, de R. Bendix o R. Aron), así como sobre la diferencia entre el capitalismo y el espíritu del capitalismo (Weber no habría tomado como objeto de estudio las causas del capitalismo, sino los cambios morales y cognitivos que han favorecido la aparición de una mentalidad provechosa para el capitalismo, como dice, por ejemplo, G. Marshall).
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... ofensivas15
Esta inversión pudo llevarse a cabo gracias a la transformación de esta pasión en «interés», amalgama de egoísmo y de racionalidad, término dotado de las virtudes de la constancia y la previsibilidad. El comercio fue considerado capaz de provocar un cierto suavizamiento de las costumbres: el comerciante deseaba la paz para la prosperidad de sus negocios y mantenía relaciones beneficiosas, a través de sus transacciones, con clientes a los que le interesaba satisfacer. La pasión por el dinero aparece de este modo menos destructiva que la carrera por la gloria y las hazañas. Era también debido a que, tradicionalmente, sólo la nobleza era juzgada capaz, «por definición, de virtudes heroicas y de pasiones violentas. Un simple plebeyo no podía perseguir más que sus propios intereses y no la gloria. Todo el mundo sabe que cuanto semejante hombre pudiese llevar a cabo, sería siempre algo ``templado'' comparado con las apasionadas diversiones y las terroríficas proezas de la aristocracia» (Hirschman, 1980, p. 61). La idea de una erosión moderna de las pasiones violentas y nobles en beneficio de un interés exclusivo por el dinero, está bastante extendida, y parece también lo suficientemente consolidada como para inspirar como reacción, desde finales del siglo XVIII, la crítica romántica al orden burgués, que pasó a ser considerado vacío, frío, mezquino, «materialista» y, precisamente, carente de todo carácter pasional, rasgos todos ellos juzgados anteriormente como positivos debido a sus ventajas políticas. En cuanto a las tesis del doux commerce [dulce comercio] desarrolladas en el siglo XVIII, hoy nos parecen absolutamente caducas, pero ya en el trascurso del siglo XIX, la miseria de las ciudades obreras y de la colonización mostraba que la pasión burguesa no tenía nada de «atemperada», sino que, por el contrario, producía estragos desconocidos hasta entonces. (La locución doux commerce es empleada por Montesquieu en Del espíritu de las leyes y que tuvo gran éxito en la segunda mitad del siglo XVIII en el debate sobre la ética de la sociedad comercial. Junto al término de espíritu de comercio (también acuñado por Montesquieu), el término de doux commerce participó en la construcción de la condición moral del primer capitalismo y de su catálogo de virtudes. El doux commerce postulaba que una característica intrínseca y exclusiva de las sociedades de mercado libre era la douceur, es decir, la promoción de una economía sin coacciones, opresión, ni brutalidades, a la par que un apaciguamiento de las costumbres y la amabilidad como forma generalizada de sociabilidad. El debate sobre el doux commerce puede seguirse en el conocido ensayo de A. Hirschman Las pasiones y los intereses. Argumentos políticos en favor del capitalismo antes de su triunfo, así como en el reciente libro de Fernando Díez Utilidad, deseo y virtud. La formación de la idea moderna de trabajo [N. del T.]).
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...estos16
Tomamos aquí nuestras distancias con respecto a la posición weberiana que afirma que «un capitalismo asentado» (Weber, 1964, p. 63) tiene menos necesidades de una justificación moral, posición a la que se suscribe igualmente su contemporáneo Sombart (1928). No obstante, a lo que sí permanecemos fieles es a una sociología comprensiva que haga hincapié en el sentido que reviste la organización social para los actores y, en consecuencia, en la importancia de las justificaciones y producciones ideológicas.
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... inmersos17
La cuestión de saber si las creencias asociadas al espíritu del capitalismo son verdaderas o falsas, de vital importancia en numerosas teorías de las ideologías, sobre todo cuando tratan de un objeto tan conflictivo como es el capitalismo, no es fundamental en nuestra reflexión, pues ésta se limita a describir la formación y la transformación de las justificaciones del capitalismo, no a juzgar su verdad intrínseca. Añadamos, para temperar este relativismo, que una ideología dominante en una sociedad capitalista permanece enraizada en la realidad de las cosas en la medida en que, por un lado, contribuye a orientar la acción de las personas y así dar forma al mundo en el que actúan y, por otro, se transforma según la experiencia, feliz o desgraciada, que éstas tienen de su acción. Una ideología dominante puede de este modo, como señala Louis Dumont, tanto ser declarada «falsa» -si se tiene en cuenta su carácter incompleto por encontrarse más ajustada a los intereses de ciertos grupos sociales que de otros, o su capacidad para agrupar producciones de orígenes y antigüedad diferentes sin articularlos de forma coherente-, como ser declarada «verdadera», en el sentido en que cada uno de los elementos que la componen ha podido ser pertinente (y puede continuar siéndolo) en un tiempo o en un lugar dados y ello bajo determinadas condiciones. Retomamos aquí la solución aportada por Hirschman (1984) cuando, frente a teorías aparentemente irreconciliables, relativas al impacto del capitalismo sobre la sociedad, muestra que se puede hacer que coexistan en la misma representación del mundo siempre y cuando aceptemos la idea de que el capitalismo es un fenómeno contradictorio que tiene la capacidad de autolimitarse y de reforzarse a la vez. Hirschman sugiere que «por incompatibles que sean estas teorías, cada una de ellas bien podría tener ``su momento de verdad'' o su ``país de verdad''. Una y otra podrían ser aplicables en un país o grupo de países dados durante un periodo determinado» (p. 37).
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...»18
Weber, citado por Bouretz (1996), pp. 205-206.
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...un19
En efecto, la economía clásica, al constituirse paradójicamente como «ciencia» a partir del modelo de las ciencias de la naturaleza del siglo XIX, y a costa del olvido de la filosofía política que le había servido de matriz, y de la transformación de las convicciones subyacentes a las formas mercantiles de los acuerdos en leyes positivas separadas de la voluntad de las personas, ha sido instrumentalizada para validar acciones (Boltanski, Thévenot, 1991, pp. 43-46).
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... consecuencialista20
Según las teorías morales consecuencialistas, los actos deben evaluarse moralmente en función de sus consecuencias (un acto es bueno si produce mayor bien que mal y si el saldo es superior a un acto alternativo que no ha podido realizarse como consecuencia de haber llevado a cabo el primer acto). Estas teorías se oponen globalmente a las teorías que podríamos llamar deontológicas y que permiten juzgar los actos en función de su conformidad a una lista de reglas, de mandatos o de derechos y deberes. Las teorías consecuencialistas permiten resolver la espinosa cuestión del conflicto entre reglas que existe en las teorías deontológicas y evitar responder a la cuestión del fundamento y origen de dichas reglas. Sin embargo, este tipo de teorías se exponen a otras dificultades, como la realización del inventario del conjunto de consecuencias o la medida y suma de las cantidades de bien y de mal correspondientes. El utilitarismo de Jeremy Bentham (1748-1832) constituye el paradigma mismo de las teorías consecuencialistas así como la más conocida, ya que funda la evaluación de una acción sobre el cálculo de la utilidad producida por este acto.
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... lucrativas21
Este consistente ensamblaje es el resultado de la alianza, en un primer momento marginal y no necesaria, pero posteriormente ampliamente admitida, de la economía clásica y del utilitarismo, respaldada por un «materialismo evolucionista», rico en referencias a Darwin, Condorcet o Comte (Schumpeter, 1983, vol. 2, pp. 47-50). Esta mezcla de creencias liberales en las virtudes del «laisser fairer» [dejar hacer], de darwinismo social y de utilitarismo vulgar ha constituido, según Schumpeter, el mantillo sobre el que ha descansado la visión del mundo de la burguesía empresarial. De este modo, el utilitarismo, asociado con el liberalismo económico y el darwinismo social, ha podido convertirse, bajo una forma vulgarizada, en el principal instrumento capaz de lograr, en un solo movimiento, liberarse de la moral común y dar una dimensión moral a las acciones orientadas a la obtención de beneficios.
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...un22
Una de las razones por las cuales todo incremento en la riqueza de cualquier miembro de la sociedad debe, supuestamente, constituir una mejora del bienestar global de la sociedad en su conjunto, consiste en que esta riqueza no es el resultado de privar a otro de dicha riqueza mediante el robo, como presupone, por ejemplo, la idea de una suma total de la riqueza estable, sino que ha sido creada en su integridad, de manera que la suma total de la riqueza de la sociedad se ve incrementada. Los trabajos de Pareto en el ámbito de la economía, prolongando y renovando la aproximación walrasiana, conducen a una redefinición del óptimo económico e ilustran cómo se fue haciendo cada vez más vana en el seno de la economía clásica la cuestión de saber quién resulta enriquecido por este crecimiento de la riqueza. Una de las consecuencias prácticas del abandono, en la obra de Pareto, de una utilidad medible, en el tránsito del siglo XIX al XX, es que a partir de ese momento resultaba imposible comparar las utilidades de dos elementos diferentes y, por lo tanto, de responder a la cuestión de saber si el crecimiento en un aspecto determinado era más beneficioso para la sociedad que el crecimiento en otro aspecto. La teoría del equilibrio paretiana permite también sostener que es imposible juzgar en términos de bienestar global el efecto de un desplazamiento de la riqueza de un punto a otro, ya que la pérdida de utilidad de ciertos miembros no se puede compensar con la ganancia de utilidad de otros. Vemos pues que hay dos usos posibles de la teoría del equilibrio de Pareto: o bien reconocemos que no existe ningún reparto de riquezas bueno en sí mismo que pueda determinarse científicamente gracias a la economía, aceptándose de este modo los repartos tal y como se hacen; o bien constatamos la incapacidad de la ciencia económica para resolver semejante cuestión y la transferimos al plano político sin demasiado entusiasmo. De este modo Pareto proporcionará argumentos, sin pretenderlo realmente, a los defensores del Estado del bienestar.
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... social23
Lo que conduce a considerar globalmente al país como una «empresa», metáfora reductora pero frecuente. O. Giarini (1981, 1983) muestra cuánto se aleja la noción de PNB de la de bienestar social, aún cuando se acepte reducir este bienestar al simple aumento del nivel de vida. Al incorporar los valores añadidos de todas las empresas, el PNB no señala, por ejemplo, que algunos de estos valores añadidos se encuentran vinculados a mercados de reparación de daños producidos por otros sectores a la economía. La suma de los valores añadidos de aquellos que destruyen el entorno y de aquellos que lo protegen no puede en ningún caso pretender expresar una verdadera mejora para el ciudadano por más que se incremente el indicador del PNB. «Lo que hay más bien es una transferencia de gastos, que tiene como efecto un crecimiento real neto de la riqueza y del bienestar [...], a otro tipo de gastos que son esenciales para el mantenimiento del sistema de mercado» (1983, p. 308). Otros valores añadidos que vienen a agregarse están simplemente ligados a la mercantilización de actividades que permanecían anteriormente fuera de la esfera monetaria (como el desarrollo de los platos precocinados que están reemplazando en parte a la cocina familiar, un mercado que, ciertamente crea beneficios monetarios pero no aumenta necesariamente los niveles de vida). Giarini (1983) llega a afirmar : «Se produce muy a menudo un crecimiento cero o un crecimiento negativo en la riqueza y el bienestar real incluso cuando los indicadores económicos del producto nacional bruto son positivos » (p. 310).
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... clientes24
Esta posición, según la cual la organización mercantil es siempre más eficaz, ha sido desarrollada recientemente por teóricos de la economía de la burocracia (Véase Greffe [1979] y Terny [1980] para una introducción a la cuestión).
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...iticas25
Milton Friedman (1962), en su célebre ensayo Capitalism and freedom, es uno de los más ardientes defensores de la tésis según la cual las libertades políticas no son posibles más que en el marco de las relaciones capitalistas: «Los acuerdos económicos desempeñan un doble papel en la promoción de una sociedad libre. Por un lado, la libertad de establecer acuerdos económicos es un componente de la libertad entendida en un sentido amplio, a pesar de que la libertad económica es un fin en sí misma; por otro lado, la libertad económica es un medio indispensable para la realización de la libertad política» (p. 8). Pero admite también que el capitalismo, por sí mismo, no asegura la libertad: «La historia sugiere tan sólo que el capitalismo es una condición necesaria para la libertad política. Claramente, no es una condición suficiente. La Italia y la España fascistas, la Alemania en distintos momentos de los últimos 70 años, Japón antes de ambas guerras mundiales, la Rusia zarista antes de la Primera Guerra Mundial, son todas ellas sociedades que no podemos describir como políticamente libres. Sin embargo, en cada una de ellas, la empresa privada era la forma predominante de organización económica. Por lo tanto, es posible que se produzcan simultaneamente acuerdos económicos de tipo capitalista y acuerdos políticos contrarios a la libertad» (p. 10).
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... elementos26
Es probable que este aparato justificativo baste para implicar a los capitalistas y sea movilizado cada vez que la discusión alcance un nivel de generalidad muy alto (el porqué del sistema y no el porqué de tal o cual acción o decisión), así como cuando no se encuentra ninguna justificación más próxima a la disputa, lo que suele ocurrir, desde nuestro punto de vista, cuando el espíritu del capitalismo es débil.
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...on27
Las ideologías, para poder servir a la acción, han de estar incorporadas en formas discursivas que comprendan mediaciones lo suficientemente numerosas y lo suficientemente diversas como para alimentar la imaginación frente a las situaciones concretas de la vida; en este sentido, véase Boltanski (1993), pp. 76-87.
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... normativas28
El número de cuadros ha crecido de forma importante entre el censo de 1982 y el de 1990. La categoría de «cuadros administrativos y comerciales» ha ganado más de 189.000 personas, la de «ingenieros y cuadros técnicos de empresa» más de 220.000, la de «profesiones intermedias administrativas y comerciales de empresa» más de 423.000. Una parte de los efectivos que aseguran el crecimiento de estas subcategorías provienen de capas sociales tradicionalemente más distantes, inclusive hostiles al capitalismo, como es el caso de los hijos del profesorado que están particularmente bien preparados para superar las pruebas escolares que abren las puertas a la enseñanza superior y a las grandes escuelas, pero peor preparados normativamente que los hijos de la burguesía de negocios para el ejercicio de un poder jerárquico o económico. Como demuestran numerosos estudios, el crecimiento del número de diplomados no sólo tiene consecuencias numéricas, sino que modifica también las características de aquellos que poseen tales títulos, a resultas de un cambio en su origen social por el efecto de la democratización del acceso a la enseñanza superior. El efecto de «señalización» de los diplomas (Spence, 1973) se ve perturbado. En realidad, el diploma no aporta tan sólo información sobre el tipo de conocimientos supuestamente adquiridos, sino también sobre el tipo de cultura, en el sentido antropológico del término y, finalmente, sobre el tipo de seres humanos. El mero conocimiento de la posesión de un diploma ya no proporciona las informaciones tácitas y laterales que permitían, en una etapa anterior, «hacerse una idea» intuitiva -es decir, fundada sobre la experiencia social ordinaria- del tipo de persona «a la que nos enfrentábamos», porque los titulares de un mismo diploma pueden diferir fuertemente unos de otros en el resto de aspectos (sobre todo con respecto a las generaciones anteriores poseedoras del mismo diploma).
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... descualificado]29
Ouvrier Spécialisé: obrero descualificado. Término acuñado en la sociología del trabajo francesa, figura característica del capitalismo de la producción en cadena de la gran fábrica fordista. El O.S. conformaba un trabajador asignado a una tarea repetitiva dentro de la cadena de montaje en la que se insertaba como una simple extensión de la máquina. Los O.S., durante mucho tiempo la fuerza hegemónica del movimiento obrero, fueron los protagonistas del importante ciclo de luchas que tuvo su momento álgido a lo largo de la década de 1960 [N. del T.].
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...on30
Véase, por ejemplo, el libro de Charles Morazé (1957), Les Bourgeois conquérants, sobre todo el prólogo y la parte consagrada a los ferrocarriles (pp. 205-216).
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... mercado31
Hablando del liberalismo económico, tal y como lo encontramos en la economía política inglesa del siglo XIX, en particular en Adam Smith, P. Rosanvallon escribe : «La sociedad industrial del siglo XIX dio forma a un mundo opuesto por completo a esta representación» (Rosanvallon, 1979, p. 222).
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... director32
Véase Bearl and Means (1932) y Burnham (1941) para una primera descripción, Chandler (1977) para un trabajo histórico más reciente sobre el advenimiento de los directivos empresariales asalariados.
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...orica33
Cabe destacar como la microeconomía, en su corriente dominante, no se preocupa en absoluto de la historia y de las transformaciones sociales. Por otro lado, precisamente en contraposición a Carl Menger y a la Escuela austríaca se constituyó, animada por Gustav Schmoller, la Escuela histórica alemana, a la cual pertenecían Werner Sombart y Max Weber. Lo que preocupaba a estos economistas-sociólogos era articular una posición interpretativa que se ubicase entre el empirismo histórico puro y la abstracción marginalista para «poder tratar los hechos económicos desde el ángulo de una teoría, es decir, tratando de descubrir, con la ayuda de conceptos y de tipos ideales construidos a partir de material histórico, los principios mismos de los sistemas y de los procesos económicos» (H. Bruhns, 1997, pp. 95-120). Podemos rastrear las huellas de este proyecto intelectual que trata de conciliar la perspectiva teórica y la histórica, en la economía de la regulación y en la economía de las convenciones, lo que explica, por otro lado, el hecho de que estas corrientes se vean marginadas por las modalidades predominantes de la microeconomía.
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... capitalismo34
Seguimos aquí la actitud adoptada por Weber: «debemos contar con que los efectos de la Reforma sobre la cultura, en gran medida -por no decir preponderantemente- hayan constituido consecuencias no previstas, no queridas, de la obra de los reformadores, consecuencias a menudo muy alejadas de todo aquello que se habían propuesto alcanzar, a veces incluso en contradicción con estos fines» (Weber, 1964, pp. 101-102).
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... movilizar35
«Estas nuevas representaciones tienen dos caras: una girada hacia adentro, principalmente de tipo autojustificador, y la otra vuelta hacia la cultura dominante, universalista» (Dumont, 1991, p. 29).
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... ciudades36
Hemos decidido traducir el término francés de cité por el de ciudad. No obstante, conviene matizar que dicho concepto no es equiparable al de ciudad actual (que en francés suele expresarse con el término de ville). El término cité es un término acuñado a finales del siglo XI (citet) proveniente del latín (civitas, civitatis) que hacía referencia a toda ciudad importante pero considerada fundamentalmente como persona moral. De él se deriva, de hecho, el concepto de droit de cité [derecho de ciudadanía]. El concepto de cité ha sido empleado asimismo para referirse al Estado desde un punto de vista jurídico, a una comunidad política o a una república (1630), así como para toda construcción ideal como la Ciudad de Dios de San Agustín, La Cité des dammes de Christine de Pisan o las seis ciudades enumeradas en esta obra: la ciudad inspirada, la ciudad de renombre, la ciudad cívica, la ciudad comercial, la ciudad industrial y la ciudad por proyectos [N. del T.].
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... servicio37
La exigencia de justicia puede ser puesta en relación con una exigencia de igualdad. Sin embargo, sabemos desde Aristóteles que la igualdad en la ciudad no significa necesariamente una distribución absolutamente idéntica, entre todos los miembros de la misma de aquello que posee valor -ya se trate de bienes materiales o inmateriales- sino, como bien dice Michel Villey (1983, p. 51), de una «justa proporción entre la cantidad de cosas distribuidas y las diferentes cualidades de las personas» (véase también Walzer [1997]). Definir una relación como equitativa o no equitativa -que es lo que hacen la crítica y la justificación- supone, por lo tanto, una definición de aquello que da el valor a las cosas y a las personas, una escala de valores que exige ser clarificada en caso de litigio.
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...un38
El acercamiento de los datos recogidos sobre el terreno a través de personas normales y de los textos cultos pertenecientes a la tradición cultural (un trabajo que no asusta a los antropólogos de las sociedades exóticas), suele acompañarse de una reflexión sobre el lugar que ocupa la tradición en nuestra sociedad y, más en particular, en nuestro universo político. En efecto, podemos demostrar cómo las construcciones de la filosofía política están, hoy por hoy, inscritas en instituciones y dispositivos (como, por ejemplo, colegios electorales, talleres, medios de comunicación de masas o incluso conciertos, reuniones de familia, etc.) que informan continuamente a los actores sobre aquello que tienen que hacer para comportarse con normalidad. La ciudad inspirada se ha construído apoyándose en La Ciudad de Dios de San Agustín y los tratados consagrados por él al problema de la gracia. La ciudad doméstica ha sido establecida a partir de un comentario de La Politique tirée des propres paroles de l'écriture sainte de Bossuet. La ciudad del renombre se ha constituido a partir del Leviathan de Hobbes, en particular a partir del capítulo consagrado al honor. La ciudad cívica -o colectiva- es analizada en El contrato social de Rousseau. La ciudad comercial ha sido formulada a partir de La riqueza de las naciones de Adam Smith. Por último, la ciudad industrial ha sido establecida a través de la obra de Saint-Simon.
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... empleados39
Quizá existan uno o varios textos que hubieran podido sernos de utilidad, pero hay que confesar que el carácter tan contemporáneo de la construcción que hemos tratado de acotar, así como el papel desempeñado por las mismas ciencias sociales en la elaboración de esta nueva esfera de legitimidad hacen que la elección de un autor y de un texto considerados como paradigmáticos sea algo delicado. Era, por otro lado, imposible en este caso, a diferencia de lo que ocurría con los textos clásicos, apoyarse en una tradición exegética y justificar su elección por un efecto de consagración y por las consecuencias que pudiera ejercer en la inscripción de temas de la filosofía política en la realidad del mundo social.
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... impulso40
Cf. Weber (1964, p. 58-59; 1991, p. 373; 1996, p. 160).
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... intereses41
Esta primera corriente, constituida, tal y como hoy la conocemos, en la década de 1950 y que recoge la herencia del marxismo en la interpretación de la Escuela de Frankfurt y del posnietzscheismo apocalíptico del primer tercio del siglo XX, tiende a reducir todas las exigencias normativas al plano de los conflictos de intereses (entre grupos, clases, pueblos, individuos, etc.). En este sentido esta corriente se autointerpreta como un radicalismo crítico. Desde esta óptica, que es en gran medida la adoptada hoy por Pierre Bourdieu, las exigencias normativas, desprovistas de autonomía, no son más que la expresión disfrazada de las relaciones de fuerza e incorporan «su fuerza a las relaciones de fuerza», lo cual supone partir de unos actores en una perpetua situación de mentira, de desdoblamiento o de mala fe (el primer axioma de «Fundamentos para una teoría de la violencia simbólica» es: «Todo poder de violencia simbólica, es decir, todo poder que logra imponer significaciones como legítimas disimulando las relaciones de fuerza que fundamentan su fuerza, añade su propia fuerza a estas relaciones de fuerza» (Bourdieu, Passeron, 1970, p. 18).
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... social42
Esta segunda corriente, desarrollada durante estos últimos 15 años en gran medida como reacción a la primera y partiendo de las aporías a las que conducen las hermeneuticas de la sospecha (Ricoeur, 1969, p. 148) ha profundizado considerablemente en el análisis de los principios de justicia y de las bases normativas del juicio, pero con frecuencia, hay que reconocerlo, a costa de un déficit en el examen de las relaciones sociales efectivas y de las condiciones de realización de las exigencias de justicia (con respecto a las cuales son poco consistentes) y de una subestimación de las relaciones de fuerza.
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...itica?43
En lo relativo a esta cuestión podemos retomar la posición de J. Bouveresse: «En la medida en que existe una dialéctica de la ``Aufklärung'' [Ilustración], podría hablarse igualmente de una dialéctica del discurso democrático, en virtud de la cual él mismo termina denunciando como ilusorios y falsos sus propios ideales. Cuando los intelectuales que se definen como demócratas convencidos proclaman abiertamente que la única realidad que puede constatarse y con la cual se puede contar es la del poder y la dominación ?`qué puede objetarse a aquellos que deciden quitarse la máscara definitivamente? [...] Cuando los principios de libertad, de igualdad y de justicia no logran obtener más que una aprobación y un compromiso meramente formal, repletos de todo tipo de reservas escépticas, de sobreentendidos irónicos, de autocríticas, de autosospechas y de autodesmitificaciones, los potenciales dictadores no tienen más que recurrir ante la opinión pública al juego, antaño mucho más eficaz, de la franqueza y del valor, afirmando con claridad aquello que saben y que la mala conciencia de sus adversarios ya ha admitido y confesado sobradamente de forma implícita» (Bouveresse, 1983, p. 384).
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... social44
Esta incertidumbre apunta al estado de los seres, objetos o personas y, en particular, a sus respectivas potencias de las que depende su ubicación en los dispositivos que enmarcan la acción. En un mundo en el que toda potencia fuese fijada de una vez para siempre, donde los objetos fuesen inmutables (donde, por ejemplo, no estuviesen sometidos al desgaste) y donde las personas actuasen según un programa estable y conocido por todos, la prueba sería siempre esquivada, pues la certitudumbre que existiría sobre sus resultados la haría innecesaria. En la medida en que las posibilidades de los objetos (como cuando se habla de probar las posibilidades de un vehículo) y las capacidades de las personas son, por naturaleza, inciertas (nunca sabemos con exactitud de lo que la gente es capaz), los seres entran en relaciones de enfrentamiento y de confrontación en las que se revela su potencia.
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... ilimitadas45
Toda vez que no se opera en un universo abstracto, sino en el mundo real, en un mundo atravesado por fuerzas múltiples, la prueba más cuidadosamente dispuesta no puede impedir por completo el paso de fuerzas que no entran en su definición. Por otro lado, una prueba absolutamente impecable es imposible desde un punto de vista lógico, ya que supondría el establecimiento de un procedimiento específico para cada situación singular (y para cada persona), lo cual impediría el juicio bajo el principio de equivalencia y la constitución de un orden justificable. Un mundo perfectamente justo supondría una especie de codificación previa de cada situación y un procedimiento de negociación para que los actores pudieran converger hacia un acuerdo sobre la definición de la situación, lo cual es imposible material (el tiempo consagrado a la negociación sería mayor que el tiempo consagrado a la acción) y lógicamente (habría también que definir, mediante negociaciones, la situación de negociación mediante un ejercicio especular infinito). Nada garantizaría además que la codificación ad hoc así obtenida fuese realmente adecuada a la situación, porque a las personas, en ausencia de precedentes y de aprendizaje por prueba y error, les sería imposible detectar las fuerzas parasitarias y corregir la graduación de la prueba.
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... d'initiés46
Así se denominan a las infracciones cometidas en la bolsa por todas aquellas personas que disponiendo, en el ejercicio de su profesión o de sus funciones, de una información privilegiada sobre las perspectivas o la situación de un emisor de títulos, sobre las perspectivas de evolución de un valor inmobiliario, etc., las comunicara a un tercero fuera del marco habitual de su profesión o de sus funciones. Son considerados «iniciados» el dirigente de una sociedad, su secretario general o su administrador [N. del T.].
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...on47
En el caso de la prueba de seleción, es la empresa la que soporta el coste directo, mientras que los principales beneficiarios son, por ejemplo, los diplomados de determinadas escuelas. En el caso de la prueba del reparto del valor añadido, los beneficiarios son los asalariados y los capitalistas, en función de proporciones que son precisamente el objeto de la disputa. El coste recaería sobre las empresas, pero también sobre el Estado en la medida en que éste es el encargado de hacer respetar las reglamentaciones y de interponer los controles necesarios para proteger los respectivos derechos de las partes implicadas.
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... pruebas48
Podemos hablar de recorrido de pruebas cuando, como suele ocurrir con las pruebas más institucionalizadas, el acceso a una prueba está cerrado, es decir, condicionado a la superación de una prueba anterior, al objeto de unificar las propiedades de los competidores presentes, lo que es una condición para que la equivalencia sobre la cual descansa la prueba sea juzgada como válida.
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... mismo49
Como demuestra François Furet (1995, pp. 20-31), los valores burgueses han servido para proporcionar un fuerte impulso a la crítica de la burguesía.
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... social50
Véase Grana (1964), Bourdieu (1992) y Chiapello (1998).
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... 1986)51
De la ausencia de ataduras se desprende la idealización de un uso particular del espacio y el tiempo. Como han repetido las múltiples glosas del tema del transeúnte (de los pasajes de París, etc.) en Baudelaire, el artista es, en primer lugar, aquel que no hace sino pasar. Aquel cuya libertad se manifiesta pasando de un lugar a otro, de una situación a otra, un día en un burdel, al día siguiente en casa de una marquesa, sin entretenerse ni atarse, sin privilegiar un lugar con respecto a otro y, sobre todo, alejándose de todo juicio de valor del que pudiera brotar una intención moral, en favor de un juicio puramente estético que tenga como único principio la visión del artista (Fridevaux, 1989).  
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...on52
Podemos encontrar en Marx, así como entre la mayoría de los pensadores de la modernidad, ambas críticas: la artista y la social. La primera está muy presente en el joven Marx y en franco retroceso -aunque no completamente ausente- con respecto a la crítica social en El Capital. Los conceptos de alienación y de explotación hacen referencia a estas dos sensibilidades diferentes. En la alienación, lo primero en ser denunciado es la opresión, así como la forma en que la sociedad capitalista impide a los seres humanos vivir una «verdadera» vida, una vida auténticamente humana, volviéndoles extraños a sí mismos, es decir, a su humanidad más profunda; la crítica de la alienación es, por lo tanto, también una crítica de la ausencia de autenticidad del mundo nuevo. La explotación, por su parte, establece un vínculo entre la pobreza de los pobres y la riqueza de los ricos, ya que los ricos son ricos únicamente porque han empobrecido a los pobres. La explotación pone en relación la cuestión de la miseria y de la desigualdad con la del egoísmo de los ricos y su falta de solidaridad.
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... artistas53
Véase, por ejemplo, la manera en que Proudhon, fundamentalmente, estigmatiza las costumbres de los artistas y condena «los cantos a la fealdad y a la inmundicia» que reúnen «las ignominias morales», «las corrupciones físicas» y el «escándalo de la complacencia perversa y de la indiferencia cínica frente a la infamia y a lo escandaloso» (Bourdieu, 1992, p. 160).
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... comunista)54
Sobre la figura, rigurosamente mítica, de Sade en la Bastilla, como víctima de la opresión, que reconoce abiertamente los crímenes de los que se le acusa, convirtiéndose así en símbolo de la transgresión, en la literatura de izquierdas de las décadas de 1940-1960 (en particular en Bataille o en torno a él), véase Boltanski (1993).
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...iticos55
Por tomar un ejemplo reciente, el del situacionismo -estudiado por J. Coupat, de quien tomamos prestada esta oposición-, semejante tensión condujo a una autodisolución del movimiento tras la ruptura entre Debord (crítica antimodernista) y Vaneigem (crítica modernista) (Coupat, 1997).
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...»56
Sobre la utilización, sobre todo en la filosofía moral, de la metáfora de la «jaula de hierro», véase Wagner (1996), p. 110.
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...esta57
«El capitalismo, a diferencia [de las formas sociales que le han precedido], se yergue sobre una contradicción intrínseca, una verdadera contradicción, en el sentido literal del término. La organización capitalista de la sociedad es contradictoria, en los mismos términos que un individuo neurótico lo es: la organización capitalista es incapaz de realizar sus intenciones si no es a través de actos que la contradicen constantemente. Podemos observarlo situándonos en el nivel de la producción: el sistema capitalista sólo puede sobrevivir tratando de reducir continuamente a los asalariados a simples ejecutantes y sólo puede funcionar en la medida en que esta reducción no se lleve a cabo. El capitalismo está obligado a solicitar constantemente la participación de los asalariados en el proceso de producción, participación que él mismo trata, por otro lado, de hacer imposible» (Castoriadis, 1979, p. 106; véase también Castoriadis, 1974, pp. 15 s.). El concepto mismo de espíritu del capitalismo está basado en esta contradicción, en la medida en que consiste en movilizar las iniciativas para un proceso que no puede movilizar por sí mismo. El capitalismo se encuentra tentado sin descanso a destruir el espíritu que utiliza, ya que no puede serle útil más que obstaculizándolo.
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... mundo58
Los trabajos de M. Walzer (1996, sobre todo) ponen precisamente en cuestión la representación de una crítica construida en torno a una exterioridad absoluta, haciendo por el contrario del arraigo de la crítica en la sociedad la condición de posibilidad de la actividad crítica y de su eficacia.
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... misma59
Karl Polanyi, en las páginas que consagra a la ley de Speenhamland de 1795, señala ya, a propósito de acontecimientos muy anteriores a los que nos interesan en este libro, la grandeza, las trampas y la imposibilidad de la realización del trabajo crítico y de las medidas reformistas. Esta ley, que trataba de asegurar una renta de subsistencia mínima para todos, combinada con un determinado estado de la sociedad y de la legislación (las leyes contra las coaliciones, sobre todo), «condujo al irónico resultado de que la traducción financiera del ``derecho a vivir'' acabó por arruinar a la gente a la que dicho ``derecho'' trataba supuestamente de socorrer» (Polanyi, 1983, p.118). La derogación de esta ley en 1834 trajo consigo importantes sufrimientos, con el abandono de la ayuda a domicilio y permitió la creación, inexorable, del mercado de trabajo. La situación de las clases populares, medida por la renta en dinero conoció, paradójicamente, una mejora. Los desastrosos efectos resultantes del funcionamiento del mercado de trabajo aparecerían con posterioridad y conducirían al establecimiento de nuevas medidas de protección, en particular la legalización de los sindicatos en 1870, destinadas a poner un límite a la violencia, sin pretender, sin embargo, eliminarla por completo (Polanyi, 1983, pp. 113 s.).
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... determinada60
Señalemos, no obstante, que evidentemente son las sociedades democráticas que garantizan la libertad de expresión, el acceso a los medios de comunicación de masas y la posibilidad de que existan los movimientos sociales críticos las que evolucionarán más probablemente según la dinámica que hemos dibujado.
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