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Pruebas de fuerza y pruebas legítimas

La noción de prueba rompe con una concepción excesivamente determinista de lo social, ya se funde en la omnipotencia de las estructuras, ya lo haga, dentro de una óptica culturalista, en la dominación de normas interiorizadas. El concepto de prueba hace hincapié en la incertidumbre que, desde la perspectiva de la acción, habita, en distintos grados, las situaciones de la vida social44.

Para nuestro proyecto, la noción de prueba presenta la ventaja de permitirnos circular, con las mismas herramientas teóricas, de las relaciones de fuerza a los órdenes legítimos. La prueba es siempre una prueba de fuerza, es decir, el acontecimiento en el transcurso del cual los seres, midiéndose (imaginémonos un pulso entre dos personas o el enfrentamiento entre un pescador y la trucha que trata de escapar de él) muestran de lo que son capaces e incluso, a un nivel más profundo, de qué están hechos. Cuando la situación se encuentre sometida a las constricciones de la justificación y los protagonistas juzguen que estas constricciones son realmente respetadas, esta prueba de fuerza será considerada como legítima.

Diremos, en el primer caso (prueba de fuerza), que al final de la prueba, la revelación de las potencias se traduce en la determinación de un cierto grado de fuerza y, en el segundo (prueba legítima), en un juicio sobre la grandeza respectiva de las personas. Mientras que la atribución de una fuerza define un estado de cosas sin ninguna coloración moral, la atribución de una grandeza presupone un juicio que no sólo atañe a la fuerza respectiva de los seres presentes, sino también al carácter justo del orden revelado por la prueba.

El paso de la prueba de fuerza a la prueba de grandeza legítima presupone un trabajo social de identificación y cualificación de los diferentes tipos de fuerzas que deben ser distinguidas y separadas unas de otras. Para que pueda ser apreciada desde el punto de vista de la justicia, una prueba debe, para empezar, estar especificada, ser prueba de algo, de esto o de aquello, de una carrera a pie o de latín y no permanecer indeterminada y abierta a un enfrentamiento entre seres considerados desde cualquier tipo de relación e implicando cualquier tipo de fuerza (lo que podría constituir una de las caracterizaciones posibles de la violencia). Si lo que es puesto a prueba no es predefinido, la prueba será juzgada como poco sólida, poco fiable y sus resultados serán cuestionables. De este modo, mientras que en la lógica de la prueba de fuerza, las fuerzas se encuentran, se componen y se desplazan sin más límite que la propia resistencia de otras fuerzas, la prueba de grandeza sólo es válida (justa) si pone en juego fuerzas de la misma naturaleza. Ya no podemos reconocer por el arte la fuerza del dinero, reconocer por el dinero la fuerza de la reputación o de la inteligencia, etc. Es necesario, para no ser simplemente fuerte, sino también grande, hacerse con la fuerza de la naturaleza adecuada a la prueba a la cual uno se somete. De este modo, asegurar la justicia de una prueba es formalizarla y controlar su ejecución con objeto de impedir que sea parasitada por fuerzas exteriores.

En una sociedad en la que un gran número de pruebas están sometidas a constricciones que definen en qué consiste una prueba legítima, la fuerza de los fuertes se ve bastante disminuida toda vez que la tensión de las pruebas tiende a obstaculizar las posibilidades de aquellos que, disponiendo de fuerzas diferenciadas pero poco específicas, pueden desplazarlas, confundirlas o extenderlas en función de las necesidades estratégicas de la situación. No se puede, por ejemplo, comprar a los críticos literarios y ser reconocido como un escritor dotado de gran inspiración, o convertirse en director de gabinete por el simple hecho de ser el primo del ministro. Hay que renunciar a salirse con la suya a cualquier precio.

Además, la prueba de fuerza y la prueba legítima no deben ser concebidas como oposiciones discretas. Existe de una a otra un continuum, de tal forma que las pruebas pueden ser juzgadas más o menos justas, y que siempre sea posible descubrir la acción de fuerzas subyacentes que vienen a contaminar una prueba que, sin embargo, pretende ser legítima (como ocurre, por ejemplo, con la manifestación de las ventajas y desventajas sociales que inciden sobre los resultados de la prueba escolar, sin que los examinadores lo tengan en cuenta explícitamente).

La noción de prueba nos sitúa en el centro de la perspectiva sociológica, uno de cuyos interrogantes más constantes -que ninguna teoría ha eludido- atañe a los procesos de selección por los cuales se efectúa la distribución diferencial de las personas entre lugares dotados de un valor desigual, y al carácter más o menos justo de esta distribución (y aquí la sociología converge con los interrogantes planteados por la filosofía política). La noción de prueba posee también la ventaja de hacer posibles los cambios de escala según se tome como objeto de análisis situaciones de prueba consideradas en su singularidad en el transcurso de interacciones tratadas como acontecimientos únicos (como el intercambio entre un candidato a ser contratado y el contratante) -cuyo tratamiento recuerda a los procedimientos de la microsociología-, o bien nos limitemos a describir clases de pruebas relativamente estabilizadas que, desde una perspectiva de la sociología de la acción, conectan con los interrogantes clásicos de la macrosociología. La noción de prueba permite, por lo tanto, desplazarse entre lo micro y lo macro, en la medida en que se orienta tanto hacia dispositivos sectoriales o situaciones singulares, como hacia concatenaciones societales, ya que las grandes tendencias de selección social descansan, en última instancia, en la naturaleza de las pruebas que una sociedad reconoce en un momento dado. De este modo, no sería exagerado considerar que se puede definir una sociedad (o un estado social) por la naturaleza de las pruebas que se da a sí misma y a cuyo través se efectúa la selección social de las personas, y por los conflictos que apuntan al carácter más o menos justo de estas pruebas.

Crítica y prueba están estrechamente ligadas una con otra. La crítica conduce a la prueba en la medida en que ésta pone en cuestión el orden existente y coloca bajo sospecha el estado de grandeza de los seres presentes. A su vez, la prueba -sobre todo cuando pretende la legitimidad- se expone a la crítica, que descubre las injusticias suscitadas por la acción de fuerzas ocultas.

El impacto de la crítica sobre el capitalismo se realiza a través de los efectos que ésta produce sobre las pruebas centrales del capitalismo. Es el caso, por ejemplo, de las pruebas de las que depende el reparto entre salarios y beneficios dentro de un determinado estado del derecho laboral y del derecho de sociedades que se supone que respetan, o, por ejemplo, las pruebas de selección que dan acceso a posiciones consideradas más o menos favorables.


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2002-04-27