Utilizando un brillante juego de palabras, tan del gusto de los hackers, Stallman inventa el concepto de copyleft, con el propósito político de garantizar la libre circulación de los saberes contenidos en el software y la posibilidad de que todos contribuyan a su mejora. El copyleft se sirve de las leyes internacionales del copyright para darles la vuelta (all rights reversed: ``todos los derechos del revés'') pues protege el uso en lugar de la propiedad. El autor se reserva los derechos para que su obra pueda ser utilizada por cualquiera con la única condición de que nadie recorte o elimine esos derechos de libre uso: en el momento en que alguien suprima o añada nuevas condiciones que limiten en algo su disponibilidad (por ejemplo, distribuyendo código binario modificado sin posibilidad de acceder a las fuentes modificadas) estaría vulnerando la licencia y perdería el derecho a servirse de ese software. Obligando a transferir esos derechos a cualquiera que copie ese software, lo modifique o no, se beneficia quien está de acuerdo con mantener su futuro trabajo con copyleft, mientras que quien quiera desarrollar software propietario no podrá utilizar código libre y deberá empezar desde cero.
La GPL o Licencia Pública General es la plasmación jurídica del concepto copyleft. Con el tiempo, la GPL se ha convertido en el cimiento del software libre, su baluarte legal, y para muchos constituye un extraordinario ejercicio de ingeniería jurídica: con la GPL se asegura que trabajos fruto de la cooperación y de la inteligencia colectiva no dejen nunca de ser bienes públicos libremente disponibles y que cualquier desarrollo derivado de ellos se convierta como por ensalmo en público y libre. La GPL se comporta de un modo ``vírico'' y, como un rey midas del software, convierte en libre todo lo que toca, es decir, todo lo que se deriva de ella.
Junto al modelo copyleft, hay otros desarrollos de software libre que no son copyleft y considerados menos ``estrictos'' en cuanto a la licencia, cuya mayor diferencia con el copyleft es que no insisten en que el código derivado tenga que seguir siendo libre. Es el caso de las licencias tipo BSD9 y las de tipo X11/XFree86: no ponen el énfasis en asegurarse que el software libre siga siéndolo, pues los partidarios de Berkeley consideran que de algún modo eso ya es limitar derechos. Posiblemente, es una postura que se acerca al anticopyright y a la noción de ``dominio público'' (un bien que jurídicamente no es de nadie), pero es menos comprometida --al menos en cuanto a la licencia-- en garantizar que el software libre no deje de serlo. En la práctica y dejando los matices de tipo jurídico, tanto las licencias tipo BSD-XFree86 como la GPL son el baluarte del software libre y ambas representan un referente ético y práctico alternativo al software propietario.