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Capítulo 1 El Proyecto GNU1

1.1 La primera comunidad que comparte software

Cuando entré a trabajar en el Laboratorio de Inteligencia Artificial (AI Lab) del MIT en 1971, pasé a formar parte de una comunidad que compartía software y llevaba haciéndolo durante años. El acto de compartir software no se circunscribe a nuestra comunidad en particular: es tan antiguo como los propios ordenadores, lo mismo que compartir recetas es tan viejo como la cocina. Simplemente, nosotros lo hacíamos en mayor medida.

En el AI Lab se utilizaba un sistema operativo de tiempo compartido llamado ITS (Incompatible Timesharing System), diseñado y escrito por los hackers de la plantilla del lab en lenguaje ensamblador para el Digital PDP-10, uno de los ordenadores más grandes de la época. Como miembro de esta comunidad y hacker de sistemas para el AI Lab, mi labor consistía en mejorar dicho sistema.

No llamábamos «software libre» a nuestro software porque el término no existía todavía; pero era exactamente eso. Cuando alguien de otra universidad o de otra empresa quería instalar y utilizar un programa, se lo prestábamos de buen grado. Si descubrías a alguien utilizando un programa poco habitual e interesante, siempre podías preguntarle por el código fuente, leerlo, modificarlo o canibalizar partes de él para montar un programa nuevo.

El uso de la palabra «hacker» para definir al «que rompe sistemas de seguridad» es una confusión promovida por los medios de masas. Nosotros, los hackers, nos negamos a reconocer esta acepción y seguimos utilizando este término para describir a «alguien que ama la programación y disfruta explorando nuevas posibilidades».2

1.2 EL colapso de la comunidad

La situación cambió drásticamente a principios de los años ochenta, con la desaparición de la comunidad hacker del AI Lab, seguida de la desaparición del ordenador PDP-10.

En 1981, la empresa pionera Symbolics contrató a casi todos los hackers del AI Lab, y nuestra diezmada comunidad fue incapaz de sobrevivir. (En el libro Hackers, Stephen Levy describe estos acontecimientos, a la vez que nos proporciona un panorama bastante preciso de lo que fue la época dorada de esta comunidad). Cuando el AI Lab compró un nuevo PDP 10 en 1982, sus administradores decidieron usar un sistema de Digital de tiempo compartido no libre en lugar del ITS en la nueva máquina.

Poco después, Digital dejó de fabricar la serie PDP-10. Su arquitectura elegante y poderosa de los años sesenta no podía adaptarse de forma natural a los grandes espacios de direccionamiento característicos de los años ochenta. Lo cual explica que casi todos los programas que integraban el sistema ITS resultaran obsoletos. De esa manera se enterraba definitivamente al ITS: quince años de trabajo tirados por la borda.

Los modernos ordenadores de la época, como el VAX o el 68020, contaban con su propio sistema operativo, pero ninguno utilizaba software libre. Había que firmar un acuerdo de confidencialidad incluso para obtener una copia ejecutable.

Todo ello significaba que antes de poder utilizar un ordenador tenías que prometer no ayudar a tu vecino. Quedaban así prohibidas las comunidades cooperativas. Los titulares de software propietario establecieron la siguiente norma: «Si compartes con tu vecino, te conviertes en un pirata. Si quieres hacer algún cambio, tendrás que rogárnoslo».

La idea de que el sistema social en torno al software propietario —un sistema que te impide compartir o modificar el software— es antisocial, poco ético, sencillamente equivocado, puede sorprender a algunos lectores. Pero ¿qué podemos decir acerca de un sistema que siembra la división entre el público y abandona a los usuarios a la indefensión más absoluta? Estos lectores probablemente hayan asumido el sistema social asociado con el software propietario como algo inevitable o habrán considerado la cuestión de la misma forma que se plantea por parte de las empresas de software propietario. Los editores de software se han esforzado mucho en convencernos de que sólo hay una forma de abordar esta cuestión.

Cuando los editores de software hablan de «ejercer» sus «derechos» o de «acabar con la piratería», lo que dicen es, de hecho, secundario. El verdadero mensaje de estas declaraciones se esconde en ciertas presunciones implícitas que dan por supuestas; creen que el público debe aceptarlas sin cuestionarlas. De modo que analicémoslas.

Una suposición es que las empresas de software tienen el derecho natural e incuestionable a poseer software, y por ende a detentar todo el poder sobre sus usuarios. (Si de verdad se tratara de un derecho natural, nosotros no objetaríamos nada, independientemente del perjuicio que esto ocasionara al público.) Pero lo interesante es que la Constitución de los EE.UU. y el derecho tradicional rechazan este punto de vista. El copyright no es una ley natural, sino un monopolio artificial impuesto por el Estado que limita el derecho natural de los usuarios a copiar.

Otra presunción implícita es que lo único importante en el software es la función que te permite desempeñar —que, como usuarios de ordenadores, no deberíamos preocuparnos de que tipo de sociedad se nos permite tener.

Una tercera presunción es que no dispondríamos de software de utilidad —o de un programa para realizar esta u otra tarea— si no cedemos el derecho de los usuarios sobre un programa a la empresa responsable del mismo. Esto resultaba convincente antes de que el movimiento del software libre demostrara que podíamos crear muchísimos programas, y muy útiles, sin necesidad de cadenas.

Si preferimos rechazar estas presunciones y analizamos estas cuestiones de acuerdo con los criterios morales y el sentido común del ciudadano de a pie, anteponiendo a los usuarios a cualquier otra consideración, llegaremos a conclusiones muy diferentes. Los usuarios de ordenadores deberían ser libres para modificar los programas y ajustarlos a sus necesidades, libres para compartirlos, porque la cooperación con los demás constituye la base de la sociedad.

1.3 Una elección moral radical

Una vez desapareció mi comunidad, era imposible seguir como hasta entonces. De modo que me enfrenté a un dilema moral radical.

Lo más fácil hubiera sido subirme al tren del software propietario, firmar acuerdos de confidencialidad y prometer no ayudar a mis compañeros hackers. Es muy probable que ahora me dedicara a desarrollar software publicado con cláusulas de confidencialidad, presionando así a otros para traicionar también a sus compañeros.

Podría haber ganado mucho dinero de esta forma, y quizás me hubiera divertido escribiendo código. Pero sabía que, al final de mi carrera, echaría la vista atrás y sólo habría contribuido a levantar muros para dividir a la gente, habría pasado toda mi vida convirtiendo este mundo en un lugar mucho peor.

Ya había experimentado lo que se siente al firmar un acuerdo de confidencialidad cuando una persona se negó a entregarnos, a mí y al AI Lab, el código fuente del programa de control de nuestra impresora. (La ausencia de ciertas funciones en este programa convertía el uso de la impresora en una experiencia muy frustrante.) De modo que no podía engañarme sobre la inocencia de estos acuerdos. Monté en cólera cuando aquel individuo se negó a compartirlo con nosotros. No podía hacerle lo mismo al resto del mundo.

Otra opción, más directa aunque desagradable, hubiera sido abandonar el mundo de los ordenadores. De esa manera no malgastaría mis aptitudes, aunque con todo seguirían sin servir de nada. No sería culpable de dividir y restringir libertad a los usuarios de ordenadores, pero eso llegaría tarde o temprano.

Decidí estudiar la manera en que un programador podría hacer algo por el bien común. Me pregunté si podía escribir uno o varios programas que permitiesen resucitar nuevamente a nuestra extinta comunidad.

La respuesta era obvia: la primera cosa necesaria era crear un sistema operativo, el software crucial para empezar a utilizar un ordenador. Con un sistema operativo puedes hacer muchas cosas; sin él, ni siquiera puedes hacer funcionar un ordenador. Mediante un sistema operativo libre podríamos armar una nueva comunidad cooperativa de hackers —e invitar a todos a que se uniesen a ella. Y cualquiera podría utilizar un ordenador sin verse obligado previamente a conspirar para privar de esto a sus amigos.

Como desarrollador de un sistema operativo, tenía las aptitudes necesarias para desempeñar esta labor. De manera que, aun cuando el éxito no estuviera asegurado, comprendí que había sido elegido para llevar a cabo esta misión. Opté por crear un sistema compatible con Unix para dotarle así de portabilidad y facilitar el cambio a los usuarios de Unix. El nombre de GNU fue elegido según una tradición de los hackers, como un acrónimo recursivo de «GNU's Not Unix».3

Un sistema operativo no significa sólo un kernel, que apenas permite ejecutar otros programas. En los años setenta, cualquier sistema operativo decente incluía sus propios procesadores de comandos, ensambladores, compiladores, interpretes, depuradores, editores de textos, gestores de correo y mucho más. ITS, Multics, VMS y Unix, todos incluían estos componentes.

Más adelante, escuché estas palabras, atribuidas a Hillel: «Si no actúo en mi nombre, ¿quién lo hará por mí? Y entonces, ¿en qué me convertiré? Y si ahora no, entonces ¿cuándo?».

La decisión de emprender el proyecto GNU se basaba en un espíritu similar.

Como ateo, no sigo el ejemplo de ningún líder religioso, pero a veces admiro las cosas que han llegado a decir.

1.4 Libre en su acepción de libertad

A veces se malinterpreta el término de «software libre» —para empezar, no tiene ninguna relación con el precio. Lo que nos interesa es la libertad. He aquí la definición de software libre. Un programa es software libre para el usuario siempre que, como usuario particular, tengas:
  1. La libertad de ejecutar el programa sea cual sea el propósito.

  2. La libertad para modificar el programa para ajustarlo a tus necesidades. (Para que se trate de una libertad efectiva en la práctica, deberás tener acceso al código fuente, dado que sin él la tarea de incorporar cambios en un programa es extremadamente difícil.)

  3. La libertad de redistribuir copias, ya sea de forma gratuita, ya sea a cambio del pago de un precio.

  4. La libertad de distribuir versiones modificadas del programa, de tal forma que la comunidad pueda aprovechar las mejora introducidas.
Dado que nos referimos a la libertad y no al precio, no existe contradicción alguna entre la venta de copias y el software libre. De hecho, la libertad para vender copias es crucial: las colecciones de software libre a la venta en formato de CD-ROM son muy importantes para la comunidad y venderlas es una forma de recaudar fondos para el desarrollo de software libre. Por lo tanto, cualquier programa que no podamos incluir en estas colecciones no podrá calificarse de software libre.

Dada la ambigüedad del calificativo «libre», llevamos mucho tiempo buscando alternativas, pero nadie ha encontrado ninguna satisfactoria. La lengua inglesa es de las más rica en lo que a palabras y matices se refiere, pero carece de un término simple e inequívoco para «libre» en el sentido de libertad —«unfettered» [sin cadenas] sería el calificativo que más se ajusta al significado. Alternativas como «liberado», «libertad» o «abierto» no significan lo mismo o presentan otros inconvenientes.

1.5 El software GNU y el Sistema GNU

El desarrollo de un sistema operativo de principio a fin es un proyecto colosal. Como primera medida, decidí adaptar y utilizar algunas piezas existentes de software libre siempre que me fuera posible. Desde el inicio, decidí usar TeXcomo principal procesador de texto, y unos años más tarde me pasé al X Window System en vez de escribir otro sistema de ventanas para GNU.

Debido a esta decisión, el sistema GNU no consiste en una colección completa de software GNU. El sistema incluye programas desarrollados por otros individuos y para proyectos con sus propios propósitos que empleamos por su condición de software libre.

1.6 Los inicios del proyecto

En enero de 1984 abandoné mi empleo en el MIT y comencé a escribir software GNU. Abandonar el MIT era imprescindible si quería que nadie interfiriera en la distribución de GNU como software libre. De haberme quedado, el MIT podría haberse apropiado de mi trabajo e impuesto sus propios términos de distribución, o incluso convertir el trabajo en un paquete de software propietario. No tenía ninguna intención de hacer una gran cantidad de trabajo para ver como se convertía en algo inútil en relación a su propósito inicial: crear una nueva comunidad dedicada a compartir software.

No obstante, el profesor Winston, el entonces director del Lab AI en el MIT, me invitó a utilizar las instalaciones del laboratorio.

1.7 Los primeros pasos

Poco después de comenzar el proyecto GNU, me hablaron del Free University Compiler Kit, también conocido como VUCK. [La palabra danesa para libre (free) estaba escrita con una «V»] Se trataba de un compilador diseñado para trabajar con múltiples lenguajes, incluido C y Pascal, y compatible con ordenadores de objetivos múltiples. Me puse en contacto con el autor para pedirle permiso y utilizarlo en GNU.

Me contestó burlonamente, diciendo que la universidad era gratuita, pero no el compilador. Así que decidí que el primer programa para el proyecto GNU sería un compilador capaz de trabajar en múltiples lenguajes y plataformas.

Para evitar tener que reescribir todo el compilador, obtuve el código fuente para el compilador Pastel, un compilador de plataformas múltiples desarrollado en Lawrence Livermore Lab. Soportaba, y estaba escrito, en una versión ampliada de Pascal, diseñada como lenguaje de programación de sistemas. Le añadí un front end C y comencé a pasarlo a un ordenador Motorola 68000, pero tuve que abandonar el intento al descubrir que el compilador requería muchos megabytes de espacio, y el sistema Unix 68000 de entonces sólo tenía capacidad para 64K.

Me di cuenta de que el compilador Pastel analizaba el archivo de entrada en forma de árbol sintáctico, convirtiéndolo en una cadena de «instrucciones» y luego generando todo el archivo de salida sin liberar espacio de almacenamiento. Así que concluí que tendría que escribir un nuevo compilador partiendo de cero. El resultado es el compilador conocido como GCC; aunque no contiene ningún elemento del compilador Pastel, conseguí adaptar y utilizar el front end C que había escrito. Pero eso fue años más tarde. Antes trabajé en el GNU Emacs.

1.8 GNU Emacs

Comencé a trabajar en el GNU Emacs en septiembre de 1984, y a principios de 1985 ya podía ser utilizado. Esto me permitió comenzar a usar el sistema Unix para labores de edición. Dado que nunca me interesó aprender a usar vi o ed, hasta entonces había realizado mis ediciones en otro tipo de máquinas.

En aquel momento había gente interesada en utilizar GNU Emacs, lo que planteó el problema de la distribución. Por supuesto, lo coloqué en el servidor anónimo ftp del ordenador del MIT [Este ordenador, prep.ai.mit.edu, se convirtió así en el principal sitio ftp de distribución de GNU; al desmantelarlo años más tarde, transferimos el nombre a nuestro nuevo servidor ftp]. Pero en aquel entonces, muchos no tenían acceso a Internet y no podían descargar una copia vía FTP. ¿Qué podía decirles?

Podría haberles dicho: «Busca un amigo en la red y que te haga una copia». O podría haber hecho lo mismo que hiciera con el PDP-10 Emacs original, a saber, decirles: «Envíame una cinta y un SASE, y te lo devolveré por correo con una copia de Emacs». Pero como no tenía trabajo y andaba buscando la manera de ganar dinero con el software libre, anuncié que enviaría copias a cualquiera interesado a cambio de ciento cincuenta dólares. Así comenzó mi empresa de distribución de software libre, precursora de las empresas que hoy distribuyen sistemas Linux basados en GNU.

1.9 ¿Un programa es libre para cualquier usuario?

Cuando un programa de software libre deja de estar en manos de su autor, esto no significa necesariamente que siga siendo software libre para cualquiera que se haga con una copia de él. Por ejemplo, el software de dominio público —software sin copyright— es software libre, pero cualquiera puede modificarlo y hacer una versión propietaria a partir de él. Lo mismo ocurre con muchos programas libres con copyright que se distribuyen con licencias simples muy permisivas que autorizan el desarrollo de versiones propietarias modificadas.

El ejemplo paradigmático de este problema es el X Window System. Desarrollado en el MIT y publicado como software libre con una licencia permisiva, pronto fue adoptado por diversas empresas informáticas. Añadieron X, sólo en forma binaria, a sus sistemas propietarios Unix, siempre acompañados del clásico acuerdo de confidencialidad. Estas copias de X dejaron de ser software libre, igual que Unix.

Los desarrolladores del X Window System no lo consideraron un problema—lo esperaban y pretendían que eso ocurriera. Su objetivo no era la libertad sino el «éxito», definido en función del número de usuarios. No les importaba si éstos eran libres o no, bastaba con que fueran muchos.

Esto condujo a una situación paradójica, en la que dos maneras de medir el grado de libertad dieron respuestas distintas a la pregunta «¿Es libre este programa?» Si atendemos a la libertad que proporcionaban los términos de distribución del MIT, entonces la conclusión es que el X era software libre. Pero si tenemos en cuenta la libertad del usuario medio de X, la respuesta es que se trataba de software propietario. La mayoría de los usuarios de X utilizaban las versiones propietarias que venían con el sistema Unix, no la versión libre.

1.10 El Copyleft y la GNU GPL

El objetivo de GNU era proporcionar libertad a los usuarios, no simplemente ser popular. De modo que necesitábamos idear unos términos de distribución que impidieran que el software de GNU se convirtiera en software propietario. El método que empleamos se denominó copyleft.

Copyleft utiliza la ley de copyright, pero dándole la vuelta para servir a un propósito opuesto al habitual: en lugar de privatizar el software, ayuda a preservarlo como software libre.

La idea fundamental del copyleft es que se autoriza la ejecución del programa, su copia, modificación y distribución de versiones modificadas, siempre que no se añada ninguna clase de restricción a posteriori. De este modo, las libertades cruciales que definen el «software libre» quedan garantizadas para cualquiera que posea una copia; estas libertades se convierten en derechos inalienables.

Para que el copyleft sea efectivo las versiones modificadas deberán ser libres también. Esto garantiza que cualquier tarea basada en nuestro trabajo se pondrá a disposición de la comunidad si llegara a publicarse. Cuando los programadores que tienen empleo se ofrecen voluntariamente a mejorar el software GNU, sólo el copyleft impide que sus jefes les digan: «No podéis compartir esos cambios, porque vamos a utilizarlos para crear nuestra versión propietaria del programa».

El requisito de que los cambios sean libres es esencial para garantizar la libertad de los usuarios del programa. Las empresas que privatizaron el X Window System incorporaron ciertos cambios para instalarlo en sus sistemas y en su hardware. Estos cambios eran pequeños comparados con la envergadura del sistema, pero no eran en absoluto triviales. Si estos cambios se esgrimían como excusa para denegar la libertad a los usuarios, cualquiera podría aprovecharse de ello.

Al combinar un programa libre con un código no libre se plantea un problema similar. Esta combinación acabaría siendo inevitablemente no libre; las libertades suprimidas en la parte no libre del programa afectarán a éste en su totalidad. Autorizar este tipo de combinaciones abriría un boquete lo bastante grande para hundir el barco entero. Por lo tanto, un objetivo crucial del copyleft es tapar este boquete: cualquier cosa añadida o combinada con un programa copyleft, para formar una versión modificada deberá preservar su condición de software libre y su copyleft.

Nosotros aplicamos una forma específica de copyleft para la mayor parte del software de GNU, conocida como la GNU General Public License o para abreviar GNU GPL. Recurrimos a otros tipos de copyleft según las circunstancias específicas. También se aplica el copyleft a los manuales de GNU, pero utilizamos una forma más sencilla, porque la complejidad de la GNU GPL resulta innecesaria en estos casos.

En 1984 o 1985, Don Hopkins —un compañero con mucha imaginación— me envió una carta. En el sobre había escrito una serie de proverbios, incluido el que sigue: «Copyleft—quedan revocados todos los derechos». Empleé la palabra «copyleft» para bautizar el concepto de distribución que andaba desarrollando en aquel momento.

1.11 La Free Software Foundation

A medida que aumentaba el interés por Emacs, otros vinieron a sumarse al proyecto GNU, y decidimos que era el momento de volver a buscar fuentes de financiación. De este modo, en 1985 creamos la Free Software Foundation, una organización sin ánimo de lucro dedicada al desarrollo de software libre. La FSF también se hizo con la empresa de distribución de copias de Emacs, a lo que más tarde añadiría otros programas libres—no sólo de GNU— así como la venta de manuales libres.

La FSF acepta donaciones, pero la mayor parte de sus ingresos siempre procedió de las ventas —de copias de software libre y de otros servicios relacionados con éste. En la actualidad, vende CD-Rom de códigos fuente, CD-Rom con los binarios, manuales cuidadosamente impresos —con total libertad para redistribuirlos y modificarlos— y Deluxe Distributions —colecciones enteras de software adaptadas a la plataforma de elección del cliente.

Los empleados de la Free Software Foundation han escrito y se han encargado del mantenimiento de una serie de paquetes de software de GNU. Dos ejemplos notables son la librería C y la shell. Todos los programas ejecutados en un sistema GNU/Linux utilizan la librería C de GNU para comunicarse con Linux. Fue desarrollada por un miembro de la plantilla de la Free Software Foundation, Roland McGrath. La shell utilizada en la mayoría de los sistemas GNU/Linux se llama BASH —acrónimo de Bourne Again Shell—, desarrollada por otro empleado de la FSF, Brian Fox.

Financiamos el desarrollo de estos programas porque el proyecto GNU no se reducía exclusivamente a las herramientas o al entorno de desarrollo. Nuestra meta era un sistema operativo completo, y estos programas eran necesarios para alcanzar nuestro objetivo.

Con el nombre de «Bourne again Shell» pretendíamos mofarnos de la «Bourne Shell», la shell más común en Unix.

1.12 Los servicios relacionados con el software libre

La filosofía del software libre rechaza una práctica empresarial concreta y muy generalizada, pero no rechaza el negocio en general. Cuando una empresa respeta la libertad de los usuarios, le deseamos mucho éxito.

La venta de copias de Emacs ilustra una clase de empresa relacionada con el software libre. Cuando la FSF se hizo con el negocio, me vi obligado a buscarme nuevamente la vida. Así fue como empecé a vender servicios relacionados con el software libre que acababa de desarrollar. Esto incluía la enseñanza de cuestiones como la programación de GNU Emacs, la modificación del GCC a la medida del usuario o el desarrollo de software, normalmente para instalar el GCC en nuevas plataformas.

Hoy por hoy, una serie de corporaciones se dedican a este tipo de servicios relacionados con el software libre. Algunas distribuyen colecciones de software libre en CD-Rom; otras proporcionan servicio técnico a distintos niveles, contestando a las preguntas de los usuarios, subsanando bugs o añadiendo nuevas funciones. Incluso, estamos empezando a ver empresas dedicadas al lanzamiento de nuevos productos de software libre.

Pero debemos andarnos con cuidado —una serie de empresas asociadas con el término «código abierto» basan su mercado en el software no libre que funciona con software libre. No son empresas de software libre, su software es propietario, y con sus productos pretenden tentar a los usuarios y despojarles de su libertad. Se las conoce como empresas de «valor añadido», lo que refleja los valores que querrían que adoptásemos: la comodidad antes que la libertad. Si valoramos la libertad, deberíamos hablar de productos de «libertad sustraída».

1.13 Los objetivos técnicos

El principal objetivo de GNU era ser software libre. Aun cuando GNU no entrañara ninguna ventaja técnica frente a Unix, sí tendría una ventaja social, al permitir que los usuarios cooperaran, y otra ética, al respetar su libertad.

Pero es natural aplicar al trabajo los criterios ya conocidos de buena práctica —por ejemplo, la asignación dinámica de estructuras de datos para evitar las limitaciones de tamaño fijadas arbitrariamente y el empleo de códigos de ocho bits, siempre que esto resultara apropiado.

Por otro lado, rechazábamos ese empeño de Unix en conservar una memoria reducida, y así decidimos no dar soporte a las máquinas de 16 bits —estaba claro que las de 32 bits serían la norma, para cuando hubiéramos terminado el sistema GNU — y no reducir la memoria a menos que superásemos un megabyte. En los programas en que no fuera crucial administrar archivos de gran tamaño, animábamos a los programadores a insertar un archivo de entrada entero en el core, luego a escanear su contenido sin preocuparse del I/O.

Estas decisiones permitieron que muchos programas GNU superasen a sus homólogos de Unix en fiabilidad y velocidad.

1.14 La donación de ordenadores

A medida que iba aumentaba la popularidad del proyecto GNU, la gente empezó a donar ordenadores que operaban con Unix. Y fueron de gran utilidad, porque la forma más fácil de desarrollar componentes de GNU era partiendo de un sistema Unix y reemplazar sus componentes uno a uno. Pero esto nos planteó un dilema ético: ¿era correcto poseer, aunque fuera tan solo una copia, de Unix?

Unix era —y es— software propietario, y según la filosofía del proyecto GNU no debíamos recurrir a él. Pero, al aplicar la misma lógica que nos lleva a justificar el uso de la violencia en legítima defensa, concluí que era igualmente legítimo utilizar un paquete propietario cuando éste resultara crucial para desarrollar un sustituto libre que ayudaría a otros a dejar de utilizar el paquete propietario.

Pero, aun cuando los medios justificaran el fin, no dejaban de ser medios poco éticos. Hoy en día ya no tenemos ninguna copia de Unix, porque lo reemplazamos por sistemas operativos libres. Cuando no podíamos sustituir el sistema operativo de un ordenador por otro libre, entonces reemplazábamos el ordenador entero.

1.15 La lista de tareas de GNU

A medida que avanzaba el proyecto GNU y se desarrollaron o descubrieron un creciente número de componentes de sistema, nos pareció muy útil elaborar una lista de asignaturas pendientes. La utilizamos para reclutar desarrolladores que escribieran las piezas que faltaban. Esta lista se conoció como la lista de tareas de GNU. Además de los componentes de Unix, incluimos en la lista otros proyectos útiles de software y la documentación que, en nuestra opinión, precisaba cualquier sistema completo.

En la actualidad, apenas figuran algunos componentes de Unix en la lista de tareas de GNU —hemos llevado a cabo la mayor parte, a excepción de algunas menos trascendentales. Pero la lista está repleta de proyectos que podrían calificarse de «aplicaciones». Cualquier programa que despierte el interés de algo más que un reducido grupo de usuarios se añadirá al sistema operativo.

Incluso llegamos a incluir juegos en esta lista —lo hicimos desde el principio. Unix contenía juegos, así que lógicamente GNU tenía que hacer lo propio. Pero la compatibilidad nunca fue un problema para los juegos, de modo que no replicamos los de Unix. Optamos en cambio por una gama de distintas clases de juegos que pensamos podrán gustar a los usuarios.

1.16 La librería GNU GPL

La librería C GNU utiliza un copyleft especial llamado GNU Library General Public License, que autoriza el enlace de software propietario con la librería. ¿Por qué permitir esta excepción?

No es una cuestión de principios. Ningún principio establece el derecho de los productos de software propietario a incluir nuestro código —¿por qué contribuir a un proyecto que niega el derecho a compartir? El uso de la LGPL para la librería C, o para cualquier otra librería, responde más bien a una estrategia.

La librería C desempeña tareas genéricas; todo sistema o compilador propietario viene acompañado de una librería C. Por lo tanto, limitar nuestra librería C al software libre no reportaría ninguna ventaja para éste —hubiera desalentado el uso de nuestra librería.

Nuestro sistema es una excepción a este respecto: en el sistema GNU —incluido GNU/Linux—, la librería C GNU es la única en C. Por lo que los términos de distribución de la librería C GNU determinan si es posible o no compilar un programa propietario para el sistema GNU. No existen razones éticas para autorizar la incorporación de aplicaciones propietarias en el sistema GNU, pero estratégicamente parece que prohibir esto desincentivaría el uso del sistema GNU en lugar de alentar el desarrollo de aplicaciones libres.

Esta es la razón de que utilizar la Library GPL sea una buena estrategia para la librería C. Para otras librerías, la estrategia a adoptar debe estudiarse caso por caso. Si una librería desempeña una tarea especial que puede ayudar a escribir ciertos tipo de programas, publicarla con GPL, limitándola exclusivamente a los programas libres, será una manera de ayudar a otros desarrolladores de software libre, proporcionándoles una ventaja frente al software propietario.

Tomemos por ejemplo la GNU Readline,4 una librería desarrollada para la edición de comandos para BASH. Readline se publica con una GNU GPL ordinaria, no con la Library GPL. Es indudable que esto reduce el volumen de uso de Readline, pero no supone una pérdida para nosotros. Por otro lado, se ha desarrollado al menos una aplicación útil en software libre que puede utilizar la Readline, y esto sí constituye un auténtico logro para la comunidad.

Los desarrolladores de software propietario cuentan con la ventaja que proporciona el dinero; los de software libre deben idear ventajas entre ellos. Espero que un día contemos con una amplia colección de librerías con GPL sin paralelo en el mundo del software propietario, una colección que proporcione módulos útiles que sirvan de base para el futuro software libre y entrañen una ventaja decisiva para fomentar su desarrollo.

1.17 ¿Un reto personal?

Eric Raymond dice que «todo buen trabajo de software empieza cuando un desarrollador se plantea un reto personal». Es posible que esté en lo cierto, pero muchos componentes esenciales del software GNU se desarrollaron con el fin de crear un sistema operativo libre y completo. Su origen está en una visión y un plan, no en un impulso individual.

Por ejemplo, desarrollamos la librería C GNU, la Bourne Again Shell (BASH) y el GNU tar porque cualquier sistema similar a Unix precisaba de estos componentes. Lo mismo puede decirse de mis propios programas —el compilador C GNU, GNU Emacs, GDB y GNU Make.

Algunos programas GNU se desarrollaron para enfrentarse a amenazas específicas sobre nuestra libertad. Por eso desarrollamos el gzip, para sustituir al programa Compress cuando éste dejó de estar a disposición de la comunidad gracias a las patentes LZW.5 Buscamos a gente que pudiera desarrollar el LessTif, y más recientemente GNOME y Harmony, y así abordar los problemas planteados por ciertas librerías propietarias —véase a continuación «Librerías no libres». Estamos desarrollando el GNU Privacy Guard para reemplazar el popular software de encriptación no libre, porque los usuarios no deberían verse obligados a elegir entre su privacidad y su libertad.

Claro que la gente encargada de escribir estos programas empezó a interesarse en el trabajo, y algunos añadieron muchas funciones para satisfacer sus propias necesidades e intereses. Pero esa no es la razón de la existencia de los programas.

1.18 Acontecimientos inesperados

Al iniciarse el proyecto GNU pensé que desarrollaríamos el sistema en su totalidad y luego lo publicaríamos entero. Pero no fue así.

Dado que cada uno de los componentes del sistema GNU se implantó en un sistema Unix, todos ellos podían ejecutarse en sistemas Unix mucho antes de que existiera el sistema GNU. Algunos de estos programas se hicieron muy populares y los usuarios empezaron a ampliarlos y a transportarlos —a las diversas versiones incompatibles de Unix, y también a otros sistemas.

El proceso dotó de mayor potencia a estos programas, y atrajo tanto fondos como colaboradores al proyecto GNU. Pero es probable que también retrasara la concepción de un sistema mínimamente funcional durante varios años, dado que los desarrolladores de GNU dedicaban la mayor parte de su tiempo al mantenimiento de estos puertos y a la incorporación de funciones a los componentes existentes, en vez de escribir los que faltaban.

1.19 El GNU Hurd

En 1990, el sistema GNU estaba casi terminado. Faltaba crear un solo componente central, el kernel. Decidimos crearlo como una colección de procesos de servidor que se ejecutaría sobre Mach. Mach es un microkernel desarrollado en la Carnegie Mellon University y, más tarde, en la Universidad de Utah. El GNU Hurd es una colección de servidores —o «manada de gnus»—implantados en Mach que desempeñan las diversas tareas propias del kernel de Unix. Su desarrollo se retrasó mientras esperábamos la publicación de Mach como software libre, tal y como nos habían prometido.

Una de las razones que nos impulsó a elegir este diseño era evitar lo que parecía la parte más dura del trabajo: depurar un programa de kernel sin un depurador de fuentes. Esto ya se había resuelto en Mach, y esperábamos depurar los servidores Hurd como programas de usuarios, con el GDB. Pero pasó mucho tiempo hasta que lo logramos, y los servidores multiproceso que se envían mensajes entre sí resultan extremadamente difíciles de depurar. La consolidación del Hurd ha llevado muchísimos años.

1.20 Alix

En principio, el kernel GNU no iba a llamarse Hurd. Su nombre original era Alix —por mi novia de aquel momento. Ella era administradora de sistemas Unix, y advirtió que su nombre casaba perfectamente con los nombres escogidos para las distintas versiones de Unix. Bromeando, le dijo a sus amigos: «Deberían bautizar un kernel con mi nombre». No dije nada, pero decidí sorprenderla con un kernel llamado Alix.

Sin embargo, el nombre no se mantuvo. Michael Bushnell —ahora Thomas—, el principal desarrollador del kernel, prefería el nombre de Hurd, y llamó Alix a una parte del kernel —la encargada de capturar las llamadas del sistema y administrarlas enviando mensajes a los servidores Hurd.

Por fin, Alix y yo nos separamos y ella se cambió de nombre. En cualquier caso, el diseño de Hurd se modificó para que la librería C enviase mensajes directamente a los servidores, lo que supuso la desaparición del componente Alix.

Pero antes de todo esto, una amiga de Alix se encontró con el nombre en el código fuente de Hurd y se lo contó. Así que el nombre cumplió su cometido.

1.21 Linux y GNU/Linux

El GNU Hurd no está listo para producción. Afortunadamente, otro kernel estaba a nuestra disposición. En 1991, Linus Torvalds desarrolló un kernel compatible con Unix y lo llamó Linux. En el año 1992, la combinación de Linux con el incompleto sistema GNU resultó en un sistema operativo libre. [Esta combinación fue, por supuesto, una labor extraordinaria]. Gracias a Linux podemos ejecutar hoy una versión del sistema GNU.

Denominamos esta versión GNU/Linux para explicar su composición, una combinación del sistema GNU con Linux como kernel.

1.22 Los retos futuros

Hemos demostrado ser capaces de desarrollar una amplia gama de software libre. Esto no significa que seamos invencibles e imparables. Existen diversos retos que plantean un futuro incierto para el software libre. Enfrentarnos a ellos nos exigirá un esfuerzo constante y mucha resistencia, a veces por muchos años. Necesitaremos la clase de determinación que exhibe la gente cuando valora su libertad y la protege a toda costa.

En los cuatro apartados que siguen discutiremos estos retos.

1.23 Hardware secreto

Los fabricantes de hardware tienden cada vez más a mantener en secreto las especificaciones del hardware. Esto dificulta enormemente la tarea de escribir drivers libres para que Linux y Xfree866 sean compatibles con el hardware nuevo. Hoy contamos con sistemas libres y completos, pero no durarán mucho si no son compatibles con los ordenadores del mañana.

Hay dos formas de enfrentarse a este problema. Los programadores pueden hacer ingeniería inversa para descubrir cómo crear programas compatibles con el hardware. El resto podemos elegir qué hardware será compatible con el software libre. A medida que aumente el número de usuarios de software libre, el secretismo de estas especificaciones se convertirá en una política contraproducente.

Hacer ingeniería inversa es una labor colosal. ¿Contaremos con programadores lo bastante decididos para llevarla a cabo? Sí, siempre que les hayamos convencido de que el software libre es una cuestión de principios y de que los drivers no libres son intolerables. ¿Invertiremos dinero extra, e incluso tiempo extra, para poder utilizar drivers libres? Sí, siempre y cuando se generalice esta voluntad de recuperar nuestra libertad.

1.24 Librerías no libres

La librería no libre que opera en un sistema operativo libre constituye una trampa para los desarrolladores de software libre. Las atractivas funciones de la librería son el cebo perfecto; al utilizar la librería, caes en la trampa, porque tu programa no puede integrarse de forma útil en un sistema operativo libre. [Estrictamente hablando, podríamos incluir tu programa, pero éste no podría ejecutarse sin la librería]. Y, lo que es peor, en caso de popularizarse un programa que utilice una librería propietaria, podría arrastrar a otros programadores desprevenidos hacia la misma trampa.

El primer ejemplo de este problema se presentó en los años ochenta, con el Motif toolkit.7 Aunque entonces no había sistemas operativos libres, estaba claro qué problema iba a plantearles el Motif más tarde. El Proyecto GNU respondió de dos formas: planteando la necesidad de que los proyectos individuales de software libre fueran compatibles tanto con los toolkit widgets X libres como con Motif, y encargando la creación de un sustituto libre para Motif. La tarea tardó muchos años en concluirse. Sólo en 1997 el LessTif, desarrollado por los Hungry Programmers, fue lo suficientemente potente para la mayoría de las aplicaciones Motif.

Entre 1996 y 1998, otro toolkit no libre de Graphical User Interface (GUI) llamado Qt se incorporó a una notable colección de software libre, el escritorio KDE.

Los sistemas libres GNU/Linux no podían aprovechar el KDE porque no podíamos emplear la librería. A pesar de ello, algunos distribuidores comerciales de sistemas GNU/Linux, bastante flexibles a la hora de mezclar software libre, añadieron el KDE a sus sistemas —lo cual daría lugar a un sistema con más posibilidades y menos libertad. El grupo KDE animó activamente a otros programadores a que utilizasen Qt, mientras que millones de nuevos «usuarios de Linux» ni siquiera sospechaban que pudiera existir un problema al respecto. La situación era desoladora.

La comunidad del software libre reaccionó de dos maneras: GNOME y Harmony.

GNOME, el GNU Network Object Model Environment, es el proyecto de escritorio de GNU. Miguel de Icaza tomó la iniciativa en 1997, y se desarrolló con el apoyo de Red Hat Software. GNOME pretendía proveer prestaciones similares, pero usando exclusivamente software libre. Entraña algunas ventajas técnicas, como la de ser compatible con varios lenguajes, y no sólo el C++. Pero su principal propósito era la libertad, funcionar sin software no libre.

Harmony es una librería sustitutiva compatible, diseñada con el fin de ejecutar software KDE sin recurrir a Qt.

En noviembre de 1998, los desarrolladores de Qt anunciaron un cambio de licencia que, en caso de aplicarse, lo convertiría en software libre. Aunque no podemos estar seguros de esto, creo que el cambio se debió en parte a la firme respuesta de la comunidad ante el problema que planteaba la condición no libre de Qt. [Esta nueva licencia es incómoda y no equitativa, por lo que sigue siendo aconsejable evitar el uso de Qt8]

¿Cómo responderemos a la tentación que plantee la próxima librería no libre? ¿Comprenderá la comunidad la necesidad de mantenernos alejados de cualquier trampa que se nos presente en el camino? ¿O renunciaremos a la libertad a cambio de la comodidad, y dar lugar así a un problema mucho mayor? Nuestro futuro depende de nuestra filosofía.

1.25 Patentes de software

La amenaza más seria a la que nos enfrentamos procede de las patentes de software, que pueden introducir algoritmos y funciones fuera del alcance del software libre al menos durante veinte años. Las patentes del algoritmo de compresión LZW se aplicaron en 1983, y todavía no podemos publicar software libre que produzca GIFs adecuadamente comprimidos. En 1998, se suspendió la distribución de un programa libre para producir archivos de audio MP3 comprimidos bajo amenaza de una demanda judicial por patente.

Existen formas de abordar la cuestión de las patentes: buscar pruebas que demuestren la invalidez de una patente o buscar modos alternativos para realizar una tarea. Pero estos métodos funcionan sólo de vez en cuando; cuando fallan ambos, la patente puede resultar en un software libre desprovisto de alguna función necesaria para los usuarios. ¿Qué haremos entonces?

Quienes valoramos el software libre por la libertad que éste entraña seguiremos en la misma línea. Lograremos sacar adelante el trabajo sin funciones patentadas. Pero quienes valoran el software libre porque esperan que sea técnicamente superior se inclinarán por calificarlo de fracaso cuando este software se vea restringido por una patente. De modo que, a pesar de que resulta muy útil discutir la efectividad práctica del modelo de desarrollo de tipo «catedral» y la fiabilidad y potencia de ciertos programas de software libre, debemos ir más allá. Debemos hablar de libertad y de principios.

1.26 Documentación libre

La mayor deficiencia de nuestros sistemas operativos no reside en el software, sino en la ausencia de buenos manuales libres para nuestros sistemas. La documentación es una parte esencial de cualquier paquete de software; un paquete importante de software libre sin un buen manual libre que lo acompañe constituye un lastre considerable. Tenemos muchos ejemplos de ello en la actualidad.

La documentación libre, al igual que el software, es una cuestión de libertad, no de precio. Los criterios para el manual libre son bastante parecidos a los del software libre: hay que darles a los usuarios ciertas libertades. Debe autorizarse la redistribución —incluida la venta comercial— en papel y on line, de modo que el manual pueda acompañar a todas las copias del programa.

Autorizar su modificación resulta igualmente crucial. Por regla general, no creo que la gente deba tener el derecho de modificar toda clase de artículos y libros. Por ejemplo, no creo que ni tú ni yo estemos obligados a autorizar la modificación de artículos como este, que describe nuestros actos y opiniones.

Pero existe una razón específica de que la libertad para modificar sea un elemento crucial para la documentación relativa al software libre. Cuando los individuos ejercen su derecho a modificar el software, y añadir o cambiar sus funciones, si son lo bastante concienzudos cambiarán asimismo el manual —y así proporcionarán una documentación concisa y útil junto con el programa modificado. Un manual que no permita a los programadores trabajar concienzudamente y terminar su labor no satisfará las necesidades de la comunidad.

Algunos límites a la incorporación de estas modificaciones no plantean problema alguno, como es el caso de los requisitos establecidos para preservar la advertencia sobre copyright del autor original, los términos de distribución o la lista de autores. O aquellos que exigen que las versiones modificadas incluyan la fecha de la modificación, o que incluso prohíben la supresión o alteración de secciones enteras, siempre que éstas no traten sobre temas técnicos. Este tipo de restricciones no plantean un problema porque no impiden al programador concienzudo adaptar el manual para que se ajuste al programa modificado. Dicho de otro modo, no impiden que la comunidad de software libre disfrute plenamente del uso del manual.

Sin embargo, debemos ser capaces de modificar el contenido «técnico» del manual y luego distribuir el resultado en los medios y canales habituales; de lo contrario, las restricciones obstruirán a la comunidad, el manual dejará de ser libre y necesitaremos elaborar uno nuevo.

¿Contarán los desarrolladores de software libre con la conciencia y la determinación para producir una amplia gama de manuales libres? Una vez más, nuestro futuro depende de nuestra filosofía.

1.27 Es necesario hablar de libertad

Actualmente, se calcula que existen diez millones de usuarios de sistemas GNU/Linux como Debian GNU/Linux y Red Hat Linux. El software libre ha desarrollado tales ventajas prácticas que está ganando adeptos por razones puramente prácticas.

Las consecuencias positivas de esto son evidentes: un mayor interés por desarrollar software libre, más clientes para las empresas de software libre y una mayor capacidad para alentar a las empresas a desarrollar software libre comercial en lugar de productos de software propietario.

Pero el interés en el software crece a un ritmo superior que la conciencia de la filosofía en que se fundamenta, y esto plantea ciertas dificultades. Nuestra capacidad para hacer frente a los desafíos y las amenazas anteriormente descritos dependerá de nuestra voluntad de mantenernos firmes en nombre de la libertad. Para convencer de ello a nuestra comunidad, habremos de difundir la idea entre los nuevos usuarios que pasen a formar parte de ella.

Pero estamos fracasando: nuestros esfuerzos por atraer a nuevos usuarios a nuestra comunidad superan con creces a nuestras iniciativas a la hora de enseñarles los principios de nuestra comunidad. Debemos dedicarnos a ambos objetivos y compensar nuestros esfuerzos en ambas direcciones.

1.28 «Open Source» (código fuente abierto)

La tarea de enseñar a los nuevos usuarios el valor de la libertad se complicó especialmente en 1998, cuando parte de la comunidad decidió abandonar el término «software libre» y empezó a hablar de «software de código abierto».

Los partidarios de este término trataban de evitar la confusión entre «libre» y «gratuito»—un objetivo muy legítimo. Pero otros intentaban dejar a un lado los principios que habían impulsado la creación del software libre y el proyecto GNU, procurando así atraer a los ejecutivos y a los usuarios de empresas, quienes comparten mayoritariamente una ideología que antepone las ganancias económicas a la libertad, a la comunidad, a los principios. De modo que la retórica del «código abierto» se concentra en la posibilidad de crear un software de alta calidad y capacidad, pero rehuye las nociones de libertad, comunidad y principios.

Un claro ejemplo de ello son las revistas «Linux» —están repletas de anuncios de software propietario que funciona con GNU/Linux. Cuando aparezca el próximo Motif, o Qt, ¿advertirán estas revistas a los programadores de que se alejen de ellos, o los anunciarán sin más?

El apoyo de la comunidad empresarial puede contribuir al bien de la comunidad de distintas maneras, siempre que partamos de unas condiciones de igualdad. Pero si nos ganamos su apoyo callándonos lo que pensamos sobre la libertad y los principios, el resultado puede ser desastroso, y sólo se agudizaría el desequilibrio ya existente entre la difusión y la educación cívica.

Los términos «software libre» y «código abierto» describen más o menos la misma categoría de software, pero implican cosas muy distintas acerca del software y sus valores. El Proyecto GNU sigue empleando el término «software libre» para expresar la idea de que la libertad, y no sólo la tecnología, es importante.

1.29 ¡Inténtalo!

La filosofía de Yoda —«No podemos sólo intentarlo»— suena bien, pero no me sirve. He realizado mi trabajo siempre ansioso ante la perspectiva de que no tuviera suficiente capacidad para ello, sin saber si mi labor bastaría para alcanzar el objetivo deseado. Pero lo intenté de todas formas, porque entre el enemigo y mi ciudad sólo estaba yo. Para mi sorpresa, a veces del éxito obtenido.

En otras ocasiones fracasé. Algunas de mis ciudades han caído. Más tarde descubrí otra ciudad amenazada y me preparé para otra batalla. Con el tiempo, he aprendido a detectar las amenazas y a interponerme entre ellas y mi ciudad, haciendo un llamamiento a otros hackers para unirse a mí.

Hoy en día, a menudo me encuentro que no estoy solo. La visión de un regimiento de hackers manos a la obra constituye una fuente de alivio y de alegría, y pienso que la ciudad sobrevivirá por el momento. Pero con el transcurso de los años los peligros son cada vez mayores, y ahora Microsoft nos tiene en su punto de mira. No podemos pensar que el futuro de la libertad está asegurado. ¡No os engañéis! Si quieres conservar tu libertad, tienes que estar preparado para defenderla.


1
Publicado originalmente en el libro colectivo Open Sources: Voice from the Open Source Revolution, O'Reilly, 1999
2
Resulta difícil dar con una definición sencilla de algo tan variado como es el hacking, pero creo que lo que la mayor parte de los hackers tienen en común es la pasión lúdica, la inteligencia y la voluntad de exploración. Podemos decir que el hacking significa explorar los límites de lo posible con un espíritu de sagacidad imaginativa. Cualquier actividad en la que se despliegue esta sagacidad tiene «valor» para el hacker. Puedes ayudar a subsanar este malentendido haciendo una simple distinción entre la intromisión en la seguridad de un sistema y las actividades de hacking, empleando el término cracking para la primera. Quienes se dedican a esto se denominan crackers. Es posible que un cracker sea también hacker, o ajedrecista, o golfista; pero la mayoría no lo son («On Hacking», RMS; 2002).
3
En castellano, «GNU No es Unix».
4
La librería GNU Readline provee una serie de funciones a aquellas aplicaciones que permitan a sus usuarios editar líneas de comando desde el teclado.
5
El algoritmo Lempel-Ziv-Welch se emplea para la compresión de datos.
6
El Xfree86 es un programa que proporciona un entorno de escritorio que interactúa con tu hardware —ratón, teclado, etc. Funciona en plataformas muy diversas.
7
Motif es una interfaz gráfica y administrador de ventanas que opera en X Window, un potente sistema gráfico basado en una arquitectura cliente/servidor.
8
En septiembre de 2000 volvería a publicarse el Qt con GNU GPL, lo que básicamente resolvía el problema.

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