Nos queda aún por tratar una última ambigüedad con respecto a la dinámica del espíritu del capitalismo. Hemos hecho de la crítica uno de sus motores más potentes: al obligar al capitalismo a justificarse, la crítica obliga también a reforzar los dispositivos de justicia que le acompañan y a hacer referencia a determinados tipos de bienes comunes al servicio de los cuales dice estar. Pero hemos visto asimismo que el impacto de la crítica podía ser indirecto, incitando al capitalismo a «moverse» más rápido, es decir, a cambiar la naturaleza de las pruebas centrales en su orden para escapar, de este modo, a la crítica a la que es sometido. El espíritu del capitalismo, en este caso, no se vería alcanzado más que por la repercusión de los cambios que se hubiesen producido en primer lugar sobre el capitalismo.
Pero si las modificaciones del capitalismo son asimismo una de las fuentes más importantes de transformación de su espíritu, tenemos que reconocer que no todos sus desplazamientos están relacionados con la crítica. La dinámica misma del capitalismo está ligada sólo parcialmente a la crítica, al menos tal y como nosotros la hemos entendido hasta ahora: la crítica como aquello que da voz (voice en la conceptualización de A. Hirschmann, 1972). Para dar cuenta de la dinámica del capitalismo convendría también agregar el impacto de la crítica de tipo exit, siguiendo a Hirschman, es decir, de la competencia. La crítica exit consiste en el rechazo de comprar por parte del consumidor o del cliente en un sentido amplio, el rechazo por parte del trabajador asalariado potencial de ser contratado, o el rechazo de continuar sirviendo por parte del prestatario independiente, etc. Se trata de un tipo de crítica a la que el capitalismo acepta someterse más fácilmente, pese a que busque también en este caso escapar a los obstáculos que suscita, constituyendo monopolios o cárteles, por ejemplo, con el fin de ignorar los movimientos de defección que no podrían ya encontrar forma de expresarse. La rivalidad que mantiene viva la competencia entre los capitalistas les obliga a buscar sin descanso una posición de ventaja frente a sus competidores -ya sea a través de la innovación tecnológica, la búsqueda de nuevos productos o servicios, la mejora de aquellos que ya existen o la modificación de los modos de organización del trabajo-, pudiendo ver en ella una causa de cambio perpetuo del capitalismo según el proceso de «destrucción creadora» descrito por Schumpeter.
La eficacia de la crítica voice, que se traduce en un endurecimiento y un mayor coste de las pruebas, así como en un descenso de los beneficios, no es, por lo tanto, la única razón de los desplazamientos del capitalismo, pese a que en determinadas épocas pueda desempeñar un papel crucial. El impacto de la crítica voice sobre los beneficios es real, pero los desplazamientos del capitalismo están ligados también a todas las oportunidades que surgen de incrementar las ganancias, de tal forma que la solución más ventajosa en un momento determinado no siempre consiste en recuperar el espacio perdido con las ventajas concedidas tiempo atrás. Al contrario, la presión constante de la competencia, la visión angustiada de los movimientos estratégicos que se operan en los mercados, son un poderoso impulso para la búsqueda incesante, por parte de los responsables de las empresas, de nuevas formas de hacer, hasta el punto de que la competencia será presentada como justificación mínima de las transformaciones del capitalismo, por razones válidas pero poco aceptables para aquellos que se han adherido al proceso capitalista, pues hace de ellos simples juguetes.
Una vez definidas las principales herramientas de nuestra investigación, podemos emprender ahora la descripción de los cambios experimentados por el espíritu del capitalismo en el transcurso de los últimos treinta años en sus relaciones con las críticas dirigidas contra el proceso de acumulación durante este periodo.