"Esta vez, sin embargo, vendré como el victorioso
Dionisio, convirtiendo el mundo en una fiesta ... No me sobra el tiempo
..."
Nietzsche(1)
Utopías piratas
Los piratas y corsarios del siglo xviii crearon una «red de información»
que envolvía el globo: primitiva y dedicada primordialmente a los
negocios prohibidos, la red funcionaba admirablemente. Repartidas por ella
había islas, remotos escondites donde los barcos podían ser
aprovisionados y cargados con los frutos del pillaje para satisfacer toda
clase de lujos y necesidades. Algunas de estas islas mantenían «comunidades
intencionales», completas mini-sociedades que vivían conscientemente
fuera de la ley y mostraban determinación a mantenerse así,
aunque fuera sólo por una corta -pero alegre- existencia.
Hace algunos años investigué un montón de material
secundario sobre piratería, intentando encontrar algún estudio
sobre estos enclaves, pero parece que todavía ningún historiador
los había encontrado merecedores de análisis serio. (William
Burroughs había mencionado el tema, como lo hizo el anarquista inglés
Larry Law -pero no se había hecho ningún estudio sistemático).
Me remití a la fuentes directas, y construí mi propia teoría,
algunos de cuyos aspectos analizaré aquí. Decidí llamar
a aquellos asentamientos «utopías piratas».
Recientemente Bruce Sterling, uno de los máximos exponentes de
la ciencia-ficción cyberpunk, publicó el relato de un futuro
cercano partiendo de asumir que la decadencia de los sistemas políticos
desembocaría en una proliferación descentralizada de experimentos
sobre formas de vida: gigantescas corporaciones de propiedad obrera, enclaves
independientes dedicados a la piratería de datos, enclaves verde-socialdemócratas,
enclaves de trabajo cero, zonas anarquistas liberadas, etc. La economía
de la información que sostenía esa diversidad era llamada
«la red»; sus enclaves -y el título mismo del relato-
era «Islas en la Red».
Los proscritos medievales fundaron un «Estado» que consistía
en una red de remotos valles y castillos, separados por miles de kilómetros,
estratégicamente invulnerables a la invasión y conectados
por un permanente flujo informativo de agentes secretos, en guerra con
todos los gobiernos y dedicado exclusivamente al conocimiento. La tecnología
moderna, culminando con el satélite espía, convierte esa
especie de autonomía en un sueño romántico. ¡No
más islas piratas! En el futuro, la propia tecnología -liberada
de todo control político- hará posible un mundo entero de
zonas autónomas. Pero por ahora el concepto es todavía justamente
ciencia ficción, especulación pura.
¿Es que estamos condenados, los que vivimos el presente, a nunca
experimentar la autonomía, a nunca habitar ni por un momento una
tierra legislada sólo por la libertad? ¿No nos queda otra
opción que la nostalgia del pasado o la nostalgia del futuro? ¿Tendremos
que esperar a que la totalidad del mundo sea liberado del control político
antes de que uno sólo de nosotros pueda exigir conocer la libertad?
La lógica y la emoción se alían para negarnos la posibilidad.
La razón establece que uno no puede luchar por aquello que no conoce,
y nuestro corazón se rebela frente a un universo tan cruel como
para imponer tal injusticia a nuestra generación, sola ante la humanidad.
Decir algo así como «no seré libre hasta que todos
los humanos -o todas las criaturas sensibles- lo sean» es, simplemente,
condenarnos a una especie de estupor-nirvana, abdicar de nuestra humanidad,
definirnos como perdedores.
Creo que extrapolando las historias del pasado y el futuro sobre las
«islas en la red» podríamos acumular suficientes evidencias
como para afirmar que una especie de «enclave libre» no sólo
es en nuestro tiempo posible, sino de hecho ya existente. Toda mi investigación
ha cristalizado en el concepto de «Zona temporalmente autónoma»
(que a partir de aquí abreviaré TAZ2). Pese a su carácter
sintético forzado por mi propio pensamiento, no pretendo que el
TAZ sea tomado como un ensayo -en el sentido también de «intento»-,
una propuesta o una fantasía poética. Pese al entusiasmo
oratorio de mi lenguaje, no pretendo elaborar ningún dogma político.
De hecho, renuncio a definir el TAZ: planeo alrededor del concepto, pasando
de reflejos exploratorios. Al final, el TAZ es prácticamente auto-explicativo.
En el contexto del mundo contemporáneo, podría ser entendido
sin dificultad ... entendido en la acción.
Esperando la revolución
¿Cómo es que todo mundo puesto patas arriba siempre termina
por enderezarse? ¿Por qué siempre a toda revolución
sigue una reacción, como una temporada en el infierno?
La revuelta, o la forma latina insurrección, son palabras que
los historiadores utilizan para describir las revoluciones fallidas -movimientos
que no completan la curva prevista, la trayectoria consensuada: revolución,
reacción, traición, fundación de un estado aún
más fuerte y opresivo, la vuelta de la tortilla y el retorno de
la historia una y otra vez a su más alta forma: el látigo
en el rostro de la humanidad por siempre.
Al fallar en el cumplimiento de la curva, la revuelta sugiere la posibilidad
de un movimiento que escapa y va más allá de la espiral hegeliana
del progreso, que secretamente no es sino un círculo vicioso. Surgo
-levantamiento, aparición. Insurgo -levantamiento, rebelión
de uno mismo. Una operación de comienzo, de toma de las riendas.
Un adiós a la maniatada parodia del círculo del karma, de
la fútil revolución histórica. La consigna «¡revolución!»
se ha convertido de proclama en veneno, un maligno hado pseudognóstico,
una fantasmagoría en la que sin importar cuánto luchemos
quedamos siempre atrapados por el demonio de Aión, el íncubo
del estado, de un Estado tras otro, cada paraíso regido por un ángel
más maligno.
Si la Historia es Tiempo -como pretende- entonces la revuelta es un
momento que salta por encima del Tiempo, que viola la «ley»
de la Historia. Si el Estado es la Historia -como pretende- entonces la
insurrección es el momento prohibido, una inolvidable denegación
de la dialéctica -una sacudida polar que nos expulsa de lo oscuro,
una maniobra chamánica realizada desde un ángulo imposible
del universo.
La Historia pregona que la Revolución quiere permanencia, o cuando
menos duración, mientras que la revuelta es temporal. En ese sentido
una revuelta es como una experiencia límite, lo contrario del estándar
de la conciencia y experiencia ordinaria. Como la fiesta, la revuelta no
puede ocurrir cada día -de otra forma no sería extra-ordinaria.
Pero tales momentos de intensidad dan forma y sentido a la totalidad de
una vida. El chamán retornará -no puedes permanecer a tope
siempre-, pero todo habrá cambiado, una diferencia se ha instaurado.
Habrá quien objete que se trata de un consuelo para desesperados.
¿Qué quedaría del sueño anarquista, del estado
sin estado, de la Comuna, de la zona autónoma duradera, de la sociedad
libre, de la cultura libre? ¿Vamos a abandonar toda esperanza por
una especie de existencialista acto gratuito? El punto, se objetará,
no es cambiar las conciencias, sino cambiar el mundo.
Acepto que esta es una crítica honesta. Pero opongo pese a todo
dos objeciones. Primera, que ninguna revolución nos ha traído
esos sueños. Su intuición aparece en el momento de la revuelta
-pero tan pronto como la revolución triunfa y el Estado vuelve,
los sueños e ideales están ya traicionados. No es que renuncie
a toda esperanza o deseo de cambio -sino que desconfío del término
revolución. Y segunda, que incluso aunque reemplacemos el intento
revolucionario por un concepto de insurrección que espontáneamente
atrae un florecimiento anarquista, nuestra particular situación
histórica no es propicia para reto tan enorme. Absolutamente nada,
sino un fútil martirio, resultaría de una colisión
frontal con el Estado terminal, el estado de la megacorporación,
de la información, el imperio del Espectáculo y la Simulación.
Todas sus armas nos apuntan, mientras nuestros ridículos dardos
no encuentran nada contra lo que disparar sino una histéresis, una
rígida nada, un fantasma capaz de absorber cada chispa en un ectoplasma
informativo, una sociedad de la capitulación regida por la imagen
de la Pasma y el Ojo absorbente de la pantalla televisiva.
Brevemente: no proponemos el TAZ como un fin exclusivo en sí
mismo, reemplazando todas las otras formas de organización, tácticas
y objetivos. Lo defendemos porque puede proveer la clase de intensificación
asociada con la revuelta sin conducir necesariamente a su violencia y sacrificio.
El TAZ es como una revuelta que no se engancha con el Estado, una operación
guerrillera que libera un área -de tierra, de tiempo, de imaginación-
y entonces se autodisuelve para reconstruirse en cualquier otro lugar o
tiempo, antes de que el Estado pueda aplastarla. Puesto que el Estado tiene
más que ver con la Simulación que con la substancia, el TAZ
puede ocupar estas áreas clandestinamente y llevar adelante sus
propósitos subversivos por un tiempo en relativa paz. Puede que
incluso algunos pequeños TAZs hayan durado vidas enteras, y ello
gracias a su capacidad de permanecer ignorados, como pequeños enclaves
rurales que nunca se han cruzado con el Espectáculo, que nunca han
aparecido fuera de la «vida real» que resulta invisible a los
agentes de la Simulación.
Babilonia toma sus abstracciones por lo real; precisamente en ese margen
de error se constituye el TAZ. Ponerlo en marcha puede requerir tácticas
de violencia y defensa, pero su mayor fuerza reside en su invisibilidad
-el Estado no puede reconocerlo porque la Historia carece de definición
para él. Tan pronto como un TAZ es nombrado -representado y mediatizado-
debe desaparecer, desaparece de hecho, dejando tras de sí un vacío,
resurgiendo de nuevo en otro lugar, e invisible de nuevo en tanto indefinible
para los términos del Espectáculo. De esa manera el TAZ es
una táctica perfecta para una Era en que el estado es omnipotente
y omnipresente, pero también lleno de fisuras y grietas. Y en tanto
el TAZ es un microcosmo del «sueño anarquista» de una
cultura libre no se me ocurre pensar mejor táctica para trabajar
por él experimentando a la vez algún beneficio aquí
y ahora.
En suma, el realismo nos impone no sólo dejar de esperar «la
Revolución», sino incluso dejar de desearla. Revuelta, en
cambio. Revuelta sí, tan a menudo como sea posible, e incluso asumiendo
los riesgos de la violencia. Los espasmos del Estado Simulador serán
espectaculares, pero en la mayoría de los casos la mejor y más
radical táctica será rechazar entrar en el juego de la violencia
espectacular, retirarse del área del simulacro, desaparecer.
El TAZ es un campamento de guerrilleros ontológicos: golpean
y corren. Mantén en movimiento a la tribu entera, aunque sólo
se trate de datos en el Web. El TAZ tiene que ser capaz de defensa: pero
tanto su ataque como su defensa deben, siempre que puedan, eludir la violencia
del Estado, que es una violencia sin sentido. El ataque se hace contra
estructuras de control, esencialmente contra las ideas; y la defensa es
la invisibilidad -un arte marcial- y la invulnerabilidad -un arte oculto
entre los marciales. La «máquina de guerra nomádica»
conquista antes de ser notada, y se desplaza antes de que el mapa pueda
ser reajustado. Por lo que concierne al futuro, sólo los autónomos
podrán planificar la autonomía, organizarla, crearla. Es
una operación que se autoinicia, fundacional. El primer paso tiene
algo de satori: la realización del TAZ comienza con el simple acto
de su realización.
Psicotopología de la Vida Cotidiana
La idea del TAZ surge en principio de una crítica de la de Revolución,
en favor de la de Insurrección. La primera etiqueta a la segunda
como fracaso, pero para nosotros la revuelta representa una posibilidad
mucho más interesante -desde la perspectiva de una psicología
de la liberación- que las revoluciones «cumplidas» de
la burguesía, los comunistas, los fascistas, ...
La segunda fuerza generativa del TAZ reside en el desarrollo histórico
de lo que llamaría la «clausura del mapa». El último
pedazo de Tierra sin reclamar por una u otra nación fue engullido
en 1899. El nuestro es el primer siglo sin terra incognita, sin última
frontera. La nacionalidad es el más alto principio de gobierno mundial
-ni un pedazo de roca en los mares del Sur es tierra de nadie, ni un valle
remoto, y ni siquiera la luna o los planetas. Es la apoteosis del gangsterismo
territorial. Ni un solo centímetro cuadrado de tierra está
liberado de vigilancia o impuestos ... en teoría.
El «mapa» es un sistema político abstracto de coordenadas,
un gigantesco fraude reforzado por la zanahoria condicionadora del estado
experto, hasta que al final para la mayoría de nosotros el mapa
deviene el territorio -no más la «isla de la tortuga»,
sino los USA. Y justamente porque el mapa es una abstracción, no
puede cubrir la tierra -con precisión 1:1. En el contexto de complejidad
fractal de la geografía actual, el mapa sólo puede abarcar
coordenadas dimensionales. Sin embargo inmensas extensiones plegadas escapan
al patrón mesurador. El mapa no es preciso, no puede ser preciso.
Por ello -la Revolución está clausurada, pero la insurgencia
abierta. En nuestro tiempo no cabe sino concentrar nuestra fuerza en «poderes
insurgentes», eludiendo todo entrampamiento en cualquier «solución
permanente».
Y el mapa está clausurado -pero la zona autónoma está
abierta. Metafóricamente, se esconde plegada bajo las dimensiones
fractales invisibles para una cartografía de Control. Y aquí
es donde debemos introducir el concepto de psicotopología (y psico-topografía),
como una ciencia alternativa -a la vigilancia y cartografiado del Estado
y su «imperialismo psíquico». Sólo una psicotopografía
puede trazar mapas a escala 1:1 de la realidad, porque sólo la mente
humana posee la complejidad suficiente como para reproducir lo real. Y
un mapa 1:1 no puede controlar su territorio -por la sencilla razón
de que es virtualmente idéntico a él. Sólo puede ser
usado para sugerir determinadas actuaciones. Buscamos en él «espacios»
-geográficos, sociales, culturales, imaginarios- con fuerza potencial
para florecer como «zonas autónomas» -y buscamos tiempos
en los que estos espacios se encuentren relativamente abiertos, bien por
desinterés del estado en ellos, bien porque hayan pasado desapercibidos
a los cartógrafos, o por la razón que sea. La psicotopología
es el arte de la prospección de nuevos TAZs potenciales.
Las clausuras de la Revolución y el Mapa, sin embargo, no son
sino las fuentes negativas del TAZ; queda mucho por decir sobre su inspiración
positiva. La reacción por sí sola no proporciona sino la
energía necesaria para que se manifieste un TAZ. Pero una revuelta
tiene también que hacerse para algo.
1. En primer lugar, podemos hablar de una antropología natural
del TAZ. La familia nuclear es la unidad base de las sociedades del consenso,
pero no del TAZ («Familias: ¡cómo las odio! Miserias
del amor» -Gide). La familia nuclear, con sus «miserias edípicas»,
parece ser un invento neolítico, una respuesta a la «revolución
agrícola» con la escasez y la jerarquía impuestas.
El modelo paleolítico era a la vez más primario y radical:
la banda. La típica banda nómada o seminómada de cazadores
en grupo reunía a unos 50 miembros. En las sociedades tribales mayores,
la estructura de bandas se completaba por los clanes de la tribu, o por
agrupamientos tales como sociedades secretas o iniciáticas, de caza
o guerra, de género, «repúblicas infantiles»
etc. Si la familia nuclear tiene su origen en la escasez -y se resuelve
en miseria- la banda resulta de la abundancia y es pródiga. La familia
es cerrada, por lo genético, por la posesión machista de
la mujer y los niños, por la jerárquica totalización
de la sociedad agrícola/industrial. La banda en cambio es abierta
-no a todos, por supuesto, pero sí a todo el grupo de los afines:
los iniciados se comprometen por lazos de amor. La banda no es parte de
ninguna jerarquía superior, sino parte de un modelo horizontal de
relaciones, lazos de sangre extendidos, contratos y alianzas, afinidades
espirituales, etc. (La sociedad Indio-americana conserva ciertos aspectos
de esa estructura incluso ahora).
En nuestra sociedad postespectacular del Simulacro, muchas fuerzas actúan
-incluso invisiblemente- para desfasar la familia nuclear, y traer de vuelta
la banda. Ciertas rupturas en la estructura del Trabajo tienen su resonancia
en la «estabilidad» arruinada de la unidad-hogar y la unidad-familia.
Las bandas de cada cual incluyen ahora amigos, esposas y amantes, la gente
se reúne en trabajos o seminarios, por grupos de afinidad, en redes
de intereses especializados o redes de correo, etc. La familia nuclear
se convierte cada vez más en una trampa, en un desagüe cultural,
en una secreta y neurótica implosión de átomos estallados
-y la contraestrategia obvia que inmediatamente emerge desde el mismo inconsciente
pasa por el redescubrimiento de la -a la vez más arcaica y postindustrial-
posibilidad de la banda.
2. El TAZ como «festividad». Stephen Pearl Andrews ofreció
en una ocasión, como imagen de una sociedad anarquista, la descripción
de una cena-fiesta, en la que toda estructura de autoridad quedaba disuelta
en la convivencia de la celebración. También podríamos
invocar a Fourier y su idea de la sensualidad como base del devenir social
-»tactilidad» y «grastrosofía» como himnos
de respuesta a la denegación social de las implicaciones del olfato
y el gusto. Los antiguos conceptos del julibeo y las fiestas saturnales
se originaban en la convicción de que ciertos eventos sucedían
fuera del orden del «tiempo profano», bajo la medida del Estado
y la Historia. Estas festividades literalmente ocupaban vacíos en
el calendario -eran intervalos intercalados. Durante la edad Media cerca
de una tercera parte del año era consagrado a festividades. Es posible
que las razones de la resistencia a la reforma de los calendarios tuvieran
menos que ver con los «once días perdidos» que con la
sospecha de que la ciencia imperial conspiraba para eliminar esos vacíos
en el calendario que acumulaban la libertad de las gentes -un golpe de
estado, un cartografiado de los años, un someter a medida al tiempo
mismo, convirtiendo el cosmos orgánico en un universo mecánico.
La muerte de lo festivo.
Los participantes en cualquier insurrección invariablemente se
entregan a su aspecto festivo, incluso en medio de la lucha armada, el
riesgo y el peligro. La revuelta es como una saturnal arrancada -o forzada
a desvanecerse- de su intervalo que quedara libre para estallar en cualquier
lugar o momento. Liberada de tiempo y lugar, posee no obstante un olfato
propio para el desencadenarse de los acontecimientos, y una afinidad con
el genius loci; la ciencia de la psicotopología reconoce «flujos
de fuerza» y «centros de poder» -para utilizar metáforas
ocultistas- en los que se puede localizar espaciotemporalmente un TAZ,
o al menos ayudar a definir su relación con un momento y una localización.
El media nos invita a «venir a celebrar los grandes momentos de
nuestra vida» mediante la unificación espúrea de la
mercancía y el Espectáculo, el famoso no-acontecimiento de
la pura representación. En respuesta a esa obscenidad tenemos, de
un lado, el espectro del rechazo (descrito por los situacionistas, John
Zerzan, Bob Black y otros), y por otro la emergencia de una cultura festiva
distinta y aún oculta a los managers de nuestro ocio. «Luchar
por el derecho a la fiesta» es algo más que una parodia de
la lucha radical: es una manifestación de esa misma lucha, adecuada
a un tiempo que ofrece televisiones y teléfonos como medios de «contactar
y tocar» a otros seres humanos, como vías para «estar
Ahí».
Pearl Andrews tenía razón: la fiesta nocturna es ya «la
semilla de una nueva sociedad tomando forma en la cáscara de la
anterior». Las reuniones tribales de los 60, los cónclaves
de eco-saboteadores, la idílica Beltane de los neopaganos, las grandes
conferencias anarquistas, los círculos gays ... Las fiestas de alquiler
en Harlem en los 20, los nightclubs, los banquetes, los grandes picnics
libertarios, debemos reconocer que todos ellos han sido ya «zonas
liberadas» de algún tipo, o por lo menos TAZs potenciales.
Ya abierta a sólo unos pocos amigos, como una fiesta-cena, ya a
miles de participantes, como un Be-In, la fiesta siempre es abierta porque
no está regulada, sometida a orden; puede estar planeada, pero a
menos que «suceda» por sí misma es un fracaso. El factor
espontaneidad es crucial.
La esencia de la fiesta: el cara a cara, el grupo de humanos que pone
en común sus esfuerzos para realizar sus deseos, se trate de comida
y bebida, baile, conversación o el arte de vivir; puede que incluso
para el placer erótico, o para crear obras de arte colectivas, o
para atraer el puro circular de la alegría. En síntesis,
la «unión de los egoístas» -en el sentido de
Stirner- o acaso -en términos ahora de Kropotkin- una base biológica
que conduce a la ayuda mutua. También aquí cabría
mencionar la «economía del derroche» bataillana y su
teoría de la cultura potlach.
3. Fundamental para dar forma a una realidad TAZ es el concepto de nomadismo
psíquico -o, como humorísticamente lo llamamos, un «cosmopolitanismo
del desarraigo». Algunos aspectos de este fenómeno han sido
analizados por Deleuze y Guattari en «La nomadología y la
máquina de guerra», por Lyotard en Deriva, y por diversos
autores en el número sobre el «Oasis» de la revista
Semiotext(e). Utilizamos el término «nomadismo psíquico»
mejor que el de nomadismo urbano, nomadología, deriva, etc., simplemente
para aglutinar todos estos conceptos en un único complejo difuso,
para estudiarlo a la luz del advenir del TAZ.
La «muerte de dios», en muchos aspectos un descentramiento
global del proyecto europeo, abrió a una visión del mundo
multiperspectiva y postideológica capaz de moverse desarraigada
desde la filosofía al mito tribal, desde las ciencias naturales
al Taoismo -capaz de por primera vez percibir como a través de los
ojos múltiples de un insecto, cada faceta ofreciendo una visión
separada de un mundo completo.
Pero esta visión está sometida a la exigencia de habitar
una época en que la velocidad y el «fetichismo de la mercancía»
han creado una tiránica unidad falsa que tiende a difuminar toda
diversidad cultural e individual, de tal manera que «cualquier lugar
vale tanto como cualquier otro». Esa paradoja crea nómadas,
viajeros psíquicos que se mueven por la curiosidad o el deseo, aventureros
de escasas lealtades -de hecho desleales al «proyecto europeo»,
que ha perdido todo charme y toda vitalidad-, no ligados a ningún
tiempo ni lugar y lanzados a la busca de diversidad y aventura. Esa descripción
abarca no sólo a los intelectuales y artistas de clase X, sino también
a los inmigrantes, los refugiados, los homeless, los turistas, los religionarios
de la cultura de la caravana, -y también a la gente que viaja por
la red, aunque nunca abandone su propia habitación, (o a aquellos
que, como Thoureau, han viajado mucho -en la concordia); y finalmente incluye
a todo el mundo, a todos nosotros, viviendo con nuestros automóviles,
nuestros teléfonos, nuestros viajes de vacaciones, nuestras televisiones,
nuestros libros y películas, cambiando de trabajos, de estilos de
vida, religiones, dietas etc., etc.
El nomadismo psíquico como táctica, lo que metafóricamente
Deleuze & Guattari llamaron la máquina de guerra, transforma
la paradoja de pasiva en activa -e incluso violenta. Los últimos
estertores de dios se han prolongado durante tanto tiempo -en las formas
del Capitalismo, Comunismo y Fascismo, por ejemplo- que todavía
queda mucha «destrucción creativa» por hacer, para ser
satisfecha por los comandos post-bakunianos y post-nietzscheanos, o por
los apaches -literalmente, «enemigos»- del viejo Consenso.
Estos nómadas practican la razzia, son corsarios, virus. Necesitan
y desean TAZs, campos de tiendas oscuras bajo las estrellas del desierto,
interzonas, fortificados oasis escondidos en las rutas de las caravanas,
pedazos liberados de jungla y tierras baldías, áreas prohibidas,
mercados negros y bazares underground.
Estos nómadas guían sus movimientos por estrellas extrañas,
que pueden ser clusters luminosos de datos en el ciberespacio, o quizás
meras alucinaciones. Coloca un mapa de la tierra; sobre él superpón
un mapa de los cambios políticos; sobre él, otro de la red,
particularmente de la antired que enfatiza el flujo de información
clandestina -y finalmente, sobre todos ellos, el mapa 1:1 de la imaginación
creativa, de los valores, de la estética. Las coordenadas resultantes
cobrarán vida, animadas por gotas y olas de energía inesperada,
coágulos de luz, secretos túneles, sorpresas.
La red y el Web
El siguiente factor que contribuye a la formación de TAZs es
tan vasto y ambiguo que necesita una sección por sí mismo.
Hemos hablado hasta ahora de la red, que definiríamos como la
totalidad de la información y el flujo comunicativo. Algunos de
estos flujos son privilegiados, y limitados a alguna élite -lo que
le da a la Red un cierto aspecto jerárquico. Otros flujos permanecen
en cambio abiertos a todo el mundo -lo que en cambio le da a la red, a
la vez, un cierto carácter de horizontalidad no jerárquica.
Los datos militares y de Inteligencia son restringidos, como lo son los
bancarios, los de divisas, etc. En su mayor parte, en cambio, los datos
telefónicos, el sistema postal, los bancos de datos públicos,
etc., son accesibles a todos y cualquiera. De tal manera que dentro de
la red ha empezado a emerger una especie de secreta contra-red, que llamaremos
el Web (como si la red3 fuese una red de pescador, mientras la Web fuese
una especie de tela de araña tejida en los intersticios y secciones
rotas de la red). Normalmente usaremos el término Web para referirnos
a la estructura horizontal, alternativa, del sistema de intercambio de
informaciones, a la red no jerárquica, y reservaremos el término
antired4 para referirnos los usos clandestinos, ilegales y subversivos
del Web, incluyendo la actual piratería de datos y otras formas
de sabotaje de la propia red. La red, el Web y el antired son todos parte
del mismo modelo complejo y global, y se funden mutuamente entre sí
en innumerables puntos. No son términos que pretendan describir
«áreas» -sino sugerir tendencias, modos de uso.
(Disgresión: antes de que se condene a la Web o la Antired por
«parasitismo» -y por tanto por no poder ejercer una fuerza
auténticamente revolucionaria-, piénsese en qué consiste
la «producción» en la era del Simulacro. ¿Cuál
o qué es la «clase trabajadora», productiva? Quizás
haya que admitir que tales términos han perdido su significado.
De cualquier manera, las respuestas a preguntas semejantes son tan complejas
que el TAZ tiende a ignorarlas por completo y se limita a tomar aquello
que puede utilizar. «La cultura es nuestra naturaleza» -y somos
los mirlos ladrones, o los cazadores grupales de la era de la Técnica).
Las formas actuales de la Web inoficial son -habrá que suponer-
todavía muy primitivas: la red marginal de «zines»,
las redes de BBS, la piratería de software, el hacking, el phone-phreaking,
algo de influencia en la prensa y la radio -y prácticamente ninguna
en ninguno de los otros grandes media: nada de estaciones de televisión,
ningún satélite, nada de fibra óptica o cable, etc.
No obstante, la red se presenta como un patrón de relaciones cambiantes
y en evolución entre sujetos (usuarios) y objetos (datos). La naturaleza
de esas relaciones ha sido exhaustivamente explorada, de McLuhan a Virilio.
Costaría páginas y páginas probar lo que a estas alturas
todo el mundo sabe. Y mejor que reescribir todo ello de nuevo, me interesa
preguntarme cómo este tipo de relaciones en evolución hace
posibles modos de implementación para el TAZ.
El TAZ tiene localizaciones temporales -pero efectivas- en el tiempo
y en el espacio. Y también ha de tener una «localización»
en el Web, y esa localización es de distinto tipo, no efectiva sino
virtual, no inmediata pero sí instantánea. El Web no sólo
proporciona soporte logístico para el TAZ, ayuda a que aparezca.
Hablando crudamente: puede decirse que el TAZ existe tanto en el espacio
de la información como en el «mundo real». El Web puede
compactar grandes cantidades de tiempo -como hace con los datos- en espacios
infinitesimales. Ya hemos apuntado que, por su carácter temporal,
el TAZ debe necesariamente renunciar a las dimensiones de la libertad que
significan duración y una localización más o menos
fija. El Web ofrece una especie de sucedáneos de esas ausencias
-puede informar al TAZ, desde su mismo inicio, con enormes cantidades concentradas
de tiempo y espacio «sutilizadas» como datos.
En este momento de evolución del Web, y considerando nuestras
demandas de sensualidad y encuentro directo, debemos considerar el Web
en primer lugar como un sistema de soporte, capaz de llevar información
de un TAZ a otro, de defenderlos, de convertirlos en invisibles o agresivos
si la situación lo requiere. Pero es más que eso: si el TAZ
es un campo nómada, el Web puede ofrecer la épica, las canciones,
las genealogías y las leyendas de la tribu; revela las rutas de
las caravanas y las ocasiones de asalto que alimentan la economía
de la tribu; incluso contiene muchos de los caminos que recorrerán,
muchos de los sueños que experimentarán como signos y portentos.
El Web no depende para su existencia de la tecnología informática.
El boca-a-boca, el correo, la red marginal de fanzines, los árboles
telefónicos y cosas de ese tipo ya constituyen una Web de información.
La clave no es el tipo o el nivel de la tecnología implicada, sino
la apertura y horizontalidad de su estructura. En todo caso, el concepto
de red implica el uso de ordenadores. En toda la imaginería de la
ciencia ficción, la Red de ordenadores opera como condición
del ciberespacio (como en Tron o Neuromancer) y la pseudotelepatía
de la realidad virtual. Como fan del cyberpunk no puedo sino imaginar la
hacker reality como algo con un papel fundamental en la creación
de TAZs. Como Gibson y Sterling, asumo que la red oficial nunca conseguirá
clausurar la Web o la antired -la piratería de datos, las transmisiones
no autorizadas y el libre flujo de la información nunca podrá
ser detenido. De hecho, y tal y como yo la entiendo, la teoría del
caos establece justamente que ningún sistema de control universal
es posible.
De cualquier forma, y dejando al margen cualquier especulación
futurística, debemos afrontar una cuestión crucial en relación
al Web y la tecnología que implica. El TAZ persigue por encima de
todo eliminar la mediación, experimentar la existencia como inmediatez.
La misma esencia de su acontecer es el contacto directo -»pecho con
pecho», como dirían los sufíes, o cara a cara. En cambio,
la esencia del Web es mediación. Las máquinas son aquí
nuestros embajadores -la carne se convierte en irrelevante excepto como
terminal, con todas las siniestras connotaciones del término.
Puede que el TAZ encuentre su espacio propio justamente liándose
a la cabeza la manta de dos aparentemente contradictorias actitudes en
relación al hi-tech y su apoteosis, la red: una, la que podemos
considerar característica del Quinto Estado -la posición
Neopaleolítica Post-situ ultraverde, que se construye como un argumento
lúdico contra la mediación y la red; y, dos, la de los utopistas
cyberpunk, futurolibertarios, reality hackers y sus aliados, que contemplan
la red como un paso adelante en la evolución y asumen que cualquier
posible efecto negativo de su mediación puede ser superado -al menos
una vez hayamos liberado los medios de producción.
El TAZ coincide con los hackers porque puede advenir precisamente, en
parte, a través de la red, incluso a través de la mediación
de la red. Pero también coincide con los verdes porque defiende
una intensa autoconsciencia de uno mismo como cuerpo y siente repulsión
sólo por la cybergnosis en cuanto intento de trascender el cuerpo
mediante la simulación. El TAZ tiende a contemplar la dicotomía
«técnica/antitécnica» como una dicotomía
falaz, como la mayoría de las dicotomías, en la que opuestos
aparentes son en realidad falsificaciones o incluso alucinaciones provocadas
por la semántica. Dicho de otra forma: el TAZ quiere existir en
este mundo, no en la idea de otro mundo, algún mundo visionario
nacido de alguna falsa totalización -todo verde o todo metálico-
que no puede ser sino pura fantasía vacía -o como diría
Alicia, mermelada ayer o mermelada mañana, pero nunca mermelada
hoy.
El TAZ es utopista en el sentido de que defiende una intensificación
de la vida diaria o, como los surrealistas habrían dicho, la irrupción
de la magia en la vida cotidiana. Pero no puede ser utópico en el
sentido efectivo del término, de «no lugar», el lugar
sin lugar. El TAZ es y está siempre en algún sitio. Se sitúa
en una intersección de fuerzas, como una especie de centro de fuerza
pagano en la confluencia de misteriosas líneas cósmicas,
reconocibles al adepto en aparentemente invisibles fragmentos de tierra,
paisaje, flujos de aire, agua o animales. Pero ahora las líneas
no están todas trazadas en el espacio-tiempo. Algunas existen sólo
en el Web, incluso aunque se entrecrucen con tiempos y lugares reales.
Puede que algunas de estas líneas sean no-ordinarias, en el sentido
de que no hay convención que pueda calificarlas. Son líneas
que podrían ser estudiadas mejor a la luz de la teoría del
caos que a las de la sociología, la estadística o la economía.
Los patrones de fuerza que hacen brotar un TAZ tienen algo que ver con
aquellos «atractores extraños» que aparecen, por así
decir, entre las dimensiones.
Por su naturaleza, el TAZ se apropia de cualquier medio que le permita
realizarse: puede venir a la vida lo mismo en una caverna que en una ciudad
espacial. Por encima de todo, existirá, ahora, tan pronto como sea
posible, dondequiera pueda, sin tener en cuenta ninguna ideología
ni anti-ideología. Usará el ordenador, porque el ordenador
existe, pero también utilizará múltiples poderes tan
apartados de la alienación y el simulacro que lograrán asegurar
un cierto paleolitismo psíquico para el TAZ, un espíritu
primordial-chamánico que infectará la propia red -ese es
el significado del cyberpunk, como yo lo entiendo. En tanto el TAZ es intensificación,
derroche, exceso, potlach, vida consumida en vivir en vez de en sobrevivir
(ese lamentable bienestar de los 80), no podrá ser definido ni por
lo técnico ni por lo antitécnico. Se contradice a sí
mismo sin dudarlo, porque se quiere a cualquier coste y sin perseguir ninguna
perfección -que supondría su inmovilidad final.
En la serie de Mandelbrot y su realización gráfica por
ordenador observamos -en un universo fractal- mapas contenidos y de hecho
escondidos dentro de otros mapas dentro de otros mapas ..., hasta el límite
de la propia capacidad del ordenador. ¿Para qué sirve todo
ello, este mapa que en cierto sentido comporta una relación 1:1
con una dimensión fractal? ¿Qué podemos hacer con
él, aparte de admirar su elegancia psicodélica?
Si imagináramos un mapa de la información -una proyección
cartográfica de la totalidad de la red- tendríamos que incluir
en él los agentes del caos, que han comenzado a aparecer, por ejemplo,
en las operaciones de procesamientos complejos en paralelo, en las telecomunicaciones,
en las transferencias de dinero electrónico, virus, pirateo guerrillero,
etc.
Cada una de estas áreas de caos podrían ser representadas
en topografías similares a la serie de Mandelbrot, como penínsulas
inscritas o escondidas en el mapa -a punto de desaparecer. Esta «escritura»
-que en parte permanece escondida, y en parte se desvanece- representa
el proceso mismo en el que la red está inmerso, incompletable en
su propia representación, en última instancia incontrolable.
En otras palabras, la serie Mandelbrot, o algo parecido a ella, puede demostrarse
útil para representar la emergencia de una antired como proceso
de caos, una «evolución creativa» en palabras de Prigogine.
Si no como otra cosa, la serie Mandelbrot sirve como metáfora para
cartografiar el interfaz del TAZ con la red en términos de desaparición
de información. Cada «catástrofe» en la red es
un nudo de fuerza para el Web, para la antired. La red se verá dañada
por el caos, pero al contrario el Web se expandirá en él.
Ya mediante el simple pirateo de datos, ya mediante desarrollos más
complejos de su actual manejo del caos, el pirata web -los cibernautas
del TAZ- encontrará sistemas para sacar ventajas de las perturbaciones,
problemas y caídas de la red (maneras de producir información
desde la «entropía»). Como un bricoleur, como un escarbador
de escoria informática, como un contrabandista o un difusor de correo
negro, incluso quizás como un ciberterrorista, el hacker TAZ trabajará
a favor de la evolución de conexiones fractales clandestinas. Estas
conexiones, y la información diferente que fluye en ellas, formará
poderosos dispositivos de salida capaces de albergar el nacimiento de un
TAZ -como si alguien robara electricidad de los monopolios energéticos
para iluminar una casa de okupas.
De esa forma el Web -con el fin de producir situaciones que conduzcan
al TAZ- parasitará la red; pero también cabe concebir que
la estrategia tiene por objetivo construir una red autónoma y alternativa,
«libre» y no parasitaria, que pueda servir como base para «una
sociedad naciente de la cáscara de la anterior». La antired
y el TAZ pueden ser considerados en la práctica objetivos en sí
mismos -pero también teoréticamente pueden ser considerados
formas de lucha por una realidad diferente.
Dicho todo ello, todavía debemos admitir algunas quejas contra
los ordenadores, considerar algunas preguntas no contestadas, especialmente
acerca del ordenador personal.
La historia de las redes de ordenadores, BBSs y varios otros experimentos
de «electro-democracia» han sido un gran hobby para muchos.
Muchos anarquistas y libertarios declaran gran fe en el PC como arma de
liberación y autoliberación -pero en realidad no es visible
su ventaja, no hay logros, no hay ningún grado palpable de libertad
conquistada gracias a él.
Tengo muy poco interés en esas hipotéticamente emergentes
clases de autoempleados en el procesamiento de datos que muy pronto serán
capaces de administrar una gran industria rural o una fabrica de comida
rápida trabajando para varias corporaciones y burocracias. No hace
falta mucha lucidez para sospechar que esta clase desarrollará su
propia subclase -una especie de yupp-proletariado: amas de casa, por ejemplo,
capaces de traer a casa un segundo sueldo convirtiendo sus casas en una
especie de electro-tiendas, pequeñas tiranías-obreras en
las que el «jefe» es una red de ordenadores.
Tampoco me impresiona el tipo de servicios e informaciones que ofrecen
las actuales redes «radicales». En algunos lugares -se dice-
existe información económica. Puede que sí, pero la
mayoría de la información que circula en las BBSs «alternativas»
consiste sobre todo en chismes y «chateo». ¿Es eso una
«economía»? De acuerdo: los PCs han creado una nueva
revolución impresora. De acuerdo también en que las redes
marginales están evolucionando. Y de acuerdo en que ahora puedo
por ejemplo mantener seis conversaciones telefónicas a la vez. ¿Pero
qué cambia todo eso de mi vida cotidiana?
La verdad, todavía hay grandes cantidades de información
que pueden enriquecer mi percepción, en libros, televisión,
teatro, teléfonos, el servicio postal, los estados alterados de
conciencia, etc. ¿De veras necesito un PC para tener más
de todo eso? ¿Es que acaso se me ofrece información secreta?
Bueno, puede que me sienta tentado -pero todavía reclamo secretos
maravillosos, no simplemente números telefónicos que no aparecen
en las guías de políticos y policías. Más que
nada, me gustaría que los ordenadores me ofrecieran información
sobre bienes reales -las «cosas buenas de la vida», como las
definía el preámbulo de la IWW. Y aquí, y en tanto
acuso a los hackers y usuarios de BBS de no irradiar sino vaguedades intelectuales,
me veo obligado a descender de las nubes barrocas de la Teoría y
la Crítica y explicar con precisión lo que quiero decir cuando
hablo de «bienes reales».
Digamos que por razones a la vez políticas y personales deseo
comida buena, mejor de la que puedo obtener del capitalismo -comida no
polucionada, bendecida con sabores y olores naturales. Para hacer la cosa
más complicada, imagínense que la comida que me apetece es
ilegal: leche natural, por ejemplo, o el exquisito mamey cubano, que no
se puede importar a los USA porque -se supone- su semilla es alucinógena.
No soy granjero. Imaginemos que soy un importador de raros perfumes y afrodisíacos,
y compliquemos de nuevo el juego suponiendo que parte de mi stock es también
ilegal. O que por ejemplo quiero ofrecer mis servicios de procesamiento
de textos para rizomas orgánicos, pero no quiero comunicar mi trabajo
a Hacienda (a lo que obliga la ley, se crea o no). O imagínese que
me apetece contactar a otros humanos para realizar con ellos actos de mutuo
placer consensuados aunque no legales -algo que evidentemente se ha intentado,
pero ahora todas las BBSs de sexo duro han sido desmanteladas, y qué
sentido tienen las actuales redes underground, carentes de suficiente seguridad.
En definitiva, asúmase que me alimento simplemente de información,
el fantasma de la máquina. De acuerdo con los apólogos, los
ordenadores podrían ser capaces de facilitar la satisfacción
de todos mis deseos de comida, drogas, sexo, evasión de impuestos
,... Entonces, ¿qué ocurre? ¿Por qué todo ello
no está ocurriendo?
El TAZ ha acontecido, está aconteciendo y seguirá aconteciendo
con o sin ordenadores. Pero para que el TAZ alcance todo su potencial,
tiene que tratarse menos de un proceso de combustión espontánea
que de un tema de «islas en la red». La red, o mejor la antired,
asume el compromiso de un aspecto integral del TAZ, un sumatorio que aumentará
exponencialmente su potencial, produciendo un «salto cuántico»
-extraño que esa expresión haya pasado a significar un «gran
salto»- en complejidad y significancia. El TAZ tiene que empezar
a existir en un mundo de espacio puro, el mundo de los sentidos. Liminar,
incluso evanescente, el TAZ debe combinar información y deseo para
completar su aventura -su acontecimiento-, para habitar su propio límite,
para saturarse en su propio existir.
Quizás la escuela neo-paleolítica tiene razón cuando
defiende que toda forma de alienación y mediación debe ser
destruida o abandonada antes de que nuestros objetivos puedan realizarse
-o quizás la verdadera anarquía sólo pueda realizarse
en el espacio exterior, como defienden algunos libertarios futurísticos.
Pero el TAZ no tiene realmente que ver con lo que «fue» o «será».
Sino con resultados, con ataques efectivos y realidad consensuada, rupturas
hacia una vida más intensa y abundante. Si el ordenador no sirve
para ello, entonces no prosperará. Mi intuición sin embargo
es que la antired se está constituyendo, e incluso que quizás
en efecto existe ya -pero no puedo demostrarlo. Toda mi teoría del
TAZ se basa en parte en esta intuición. Por supuesto que el Web
es más amplia que la mera red de ordenadores, e incluye por ejemplo
al samizdat o el mercado negro. Pero el gran potencial de una red de información
no jerárquica, lógicamente, reposa en el ordenador como herramienta
por excelencia. Ahora, queda esperar que el trabajo de los hackers demuestre
que estoy en lo cierto. ¿Dónde están mis rizomas?
Notas
1 De su última carta, ya «loco», a Cósima
Wagner.
2 En el original TEMPORARY AUTONOMOUS ZONE, abreviado en TAZ. La traducción
literal sería Zona Temporalmente Autónoma, y su abreviatura
en castellano ZTA. No obstante, y por ser más eufónica la
original, de empleo ya común, preferimos mantener la referencia
abreviada como TAZ.
3 Traducimos aquí «Net» por «red», mientras
mantenemos la expresión Web intraducida. Podría traducirse
-a tenor de lo que el propio autor explica, clarificando sobradamente los
términos que emplea- «telaraña», pero creemos
que ello induciría a posible confusión, toda vez que el objeto
explícito a que se refiere el autor con la idea de Web ocurre justamente
en el seno de la red internet.
4 El término aquí utilizado por el autor es «counter-Net»,
cuya traducción literal, a tenor de lo que venimos indicando, sería
«contra-red». El carácter subversivo que posee esta
idea, sin embargo, nos parece mejor reflejado en el término «Antired»,
cuyo uso además empieza a generalizarse en los círculos referidos
por el autor.
Este artículo es la primera parte del ensayo que da título
al libro publicado por Autonomedia. Haz click aquí
para leer la
segunda parte del libro.
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