La
Web como memoria organizada: Javier Candeira |
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Este artículo -que sinDominio reproduce aquí con el amable permiso de su autor- apareció formando parte de la recopilación "Para poder pensar", publicado en la Revista de Occidente (Madrid), en marzo del 2001. La revista presentaba el siguiente Índice: Para poder pensar. Encuentro, creación y transmisión en la Red, por José Antonio Millán. Cómo podríamos pensar, por Vannevar Bush En el comienzo era el rumor, por Roberto Blatt ¿Muerte o transfiguración del lector?, por Roger Chartier La Web como memoria organizada: el hipocampo colectivo de la red, por Javier Candeira Sobre los autores |
La diferencia entre información y conocimiento es la
siguiente: Age
and Guile Will Beat Youth, Innocence And A Bad Haircut Introducción: The Knowledge
La primavera pasada, una noticia recogida por la BBC llamó mi
atención. Científicos del London University College habían descubierto que los cerebros
de los taxistas londinenses tenían el hipocampo más grande que los de las personas que
no conducían taxis por Londres.[2] No sólo lo tenían más
grande (de media, que se dice en estos casos) como colectivo; el crecimiento del hipocampo
era más acusado en aquellos profesionales que llevaban más tiempo en el oficio. Ser
taxista en Londres hace que le crezca a uno el hipocampo, vaya. La causa de este crecimiento se atribuye al hecho de que para
obtener la licencia, un taxista ha de conocer de memoria el intricado callejero
londinense, también conocido como The Knowledge[3].
El Conocimiento, con K mayúscula. El Conocimiento por antonomasia. Extraer una primera
conclusión es tan fácil como castizo: el saber sí
que ocupa lugar, después de todo. Lo que los científicos británicos deducen es más
complejo: el hipocampo, lugar del cerebro donde los neurólogos sospechan que puede
residir la coordinación de la memoria, crece según aumenta la capacidad del individuo de
navegar por su entorno. No se trata de una simple memoria literal; la capacidad de
recordar está tan entrecruzada y relacionada como posibles rutas hay entre dos puntos
cualesquiera de una metrópolis. Se diría que el nombre dado al callejero es
especialmente apropiado, porque lo que almacenan los cerebros humanos no es información,
sino conocimiento. Y el hipocampo es, según parece demostrar el experimento londinense,
lo que nos hace capaz de recordar y navegar por nuestro entorno, gracias al conocimiento
adquirido a través de la experiencia. En su libro El arte de la
memoria, (Taurus, 1974), Frances Yates describe la mnemotécnica griega como una ciencia hermética, en la que cada idea o
concepto se asocia a una habitación de un edificio, el Palacio de la Memoria. El origen
de esta técnica se atribuye al poeta griego Simónides, pero
su escuela se puede rastrear hasta el Renacimiento a través de Cicerón, Santo Tomás de
Aquino y Giordano Bruno. Los
novatos en este arte de recordar basaban sus palacios en edificios reales, pero los
maestros podían inventar espacios artificiales, llenos de alcobas y nichos en los que
depositar sus recuerdos. Que esta técnica, arte o ciencia de la memoria tenga una
utilidad real es muy revelador: en el cerebro humano los recuerdos y la capacidad de
visualización espacial están relacionados de una forma que permite recuperarlos a
voluntad. El título de este
artículo es una metáfora inspirada por el descubrimiento londinense. Pido de antemano
disculpas a los neurofisiólogos que, con el vello del cogote erizado, estén en este
momento dejando caer su ejemplar de la Revista de
Occidente y corriendo hacia sus escritorios para componer una bien mesurada pero
enérgica carta de protesta al editor. No sé si Internet se parece más al hipocampo que
a la hipófisis, o al menos no estoy muy seguro. Pero estoy convencido de que Internet
actúa como un sistema nervioso de orden superior, que interconecta y coordina operaciones
en las que la voz de la colmena es más eficiente, más cierta, más afortunada que la voz
de cada uno de sus individuos. Si el mundo está, como vislumbraba Teilhard de Chardin,
recubierto de una noosfera, una capa de materia
pensante con una conciencia propia, la Internet es el sistema nervioso artificial que nos
permite pensar como una comunidad, con facultades que superan a la de cada una de sus
partes, sea cualitativa o cuantitativamente. Esas partes que integran la noosfera somos
nosotros, y la Web es nuestro hipocampo colectivo, la sede de nuestra común memoria y
capacidad de asociación, navegación y filtrado. Teilhard de Chardin habría dicho que la
evolución humana culmina en una evolución cultural y tecnológica, que se encarna en un
órgano cerebral externo.[4] Propuesta la tesis, entremos en la exposición. Los weblogs
o diarios de ideas
Una forma muy conveniente de organizar la memoria es mediante
las narrativas. Todos recurrimos a ellas en alguna ocasión: no encontramos las llaves y
tratamos de recomponer la secuencia de acciones entre la entrada en la casa y el primer
recuerdo consciente de haber extraviado el llavero. Esta es también una de las muchas
funciones de los weblogs, o por lo menos una de
sus utilidades. Un weblog es,
esencialmente, una colección de enlaces (URLs) anotados. Su nombre, traducido
literalmente, significa bitácora de la web, y de hecho gran número de webloggers de habla hispana llaman
bitácoras a sus páginas. Existen muchos tipos de weblogs, pero en este artículo sólo nos
ocuparemos de dos de sus acepciones más extremas. La primera es la definición que el
estadounidense Peter Merholz hace de Peterme[5], su sitio personal en la red.
Merholz opina que la principal función de una bitácora de red es servir de diario
de ideas[6],
una especie de autobiografía intelectual altamente informal y extemporánea, escrita con
la doble intención de provocar el diálogo y servir de depósito para el pensamiento. Los webloggers como
Merholz son un ejemplo de lo que el visionario Vannevar Bush describió llamó trail blazers, literalmente abridores de
sendas. En su influyente artículo de 1945 As
We May Think [que se reimprime en este mismo número, N. del Ed.], Bush describía una
dispositivo mecánico similar al hipertexto actual, y predecía la existencia de personas
cuya función sería bucear en los vastos océanos de información y enhebrar un documento
con otro, dejando una estela de significado entre las olas de ruido, contradicción y
redundancia. Merholz y los webloggers como él
son estas personas; la lectura de peterme.com es
más que recomendada para quienes se interesen por el diseño de interfaz orientado al
usuario, la crítica de cómics, la teoría de sistemas, el origen etimológico de ciertos
términos sexuales o la naturaleza de los propios weblogs,
entre otros muchos temas. La mejor forma de investigar en Internet sobre un tema es buscar
alguien que ya lo haya hecho y publique la información al respecto. Los weblogs no pretenden ser directorios sistemáticos:
se parecen más a un rastro de miguitas de pan dejado por una hormiga con suerte. Y la
naturaleza temporal de los weblogs (el propio
Merholz señala que lo único se puede decir de todos los weblogs es que son cronológicos) hace que la
memoria narrativa sea la mejor forma de recuperar una lectura medio recordada.
¿Dónde leí esto?, se pregunta uno rascándose la cabeza como hace cuando no
logra encontrar las llaves. Estaba antes de una cita sobre Sim City y después una
referencia a los libros de ciencia cognitiva de la editorial del MIT. ¡Ah, sí! ¡En
Peterme!. Nótese que ese antes y después puede referirse a la línea
temporal del propio navegante de Internet, según sigue el rastro de enlaces. Pero esto no
importa, al menos por ahora. Tomemos dos millones de americanos al azar, mejor que sean dos
millones y medio para que se acerquen más al 1% aproximado de la población, y démosles
acceso a Internet si aún no lo tienen, y enseñémosles a usarla. Es casi seguro que
entre esos dos millones y medio de personas sepan más que Peter Merholz de casi cualquier
tema, incluídos los temas en los que Merholz es especialista, sea por profesión o por
afición. El problema es cómo se extrae una voz inteligible de esa multitud: dos millones
y medio de personas no tienen una voz, lo que tienen es una barahúnda. Aquí es donde entra en juego lo que la jerga informática
(animada y patrocinada por el espíritu del marketing)
llama filtrado colaborativo. El filtrado colaborativo: la voz de la colmena
En los años 60 empezó a utilizarse por parte de gobiernos,
instituciones internacionales y grandes empresas un método de prospectiva llamado
método Delphi, en referencia al oráculo griego de Delfos. Creado en 1953 por
dos investigadores de la corporación RAND para dar solución a un problema de
planificación militar, el método Delphi es el más popular de los sistemas para recabar
y refinar las opiniones de un grupo de personas, normalmente un comité de expertos. El
método Delphi, sin embargo, tiene un grave defecto: exige que los expertos estén
informados del problema en cuestión, requiere que les sea repartido un cuestionario, y
sólo es fiable si los expertos están dispuestos a colaborar. Nada nos hace pensar que nuestros dos millones y medio de
personas elegidas al azar cumplan estas condiciones, pese a estar provistos de ese gran
elemento socializador que es el acceso a Internet. No sólo no son expertos previamente
seleccionados, sino que la información que emiten es producto tan sólo de la
intersección entre sus necesidades, sus conocimientos y su libre albedrío. Algunos
están locos. Otros mienten. Gran cantidad de ellos creen a pies juntillas en lugares
comunes, mitos urbanos o verdades procedentes de la superstición o las
creencias religiosas más disparatadas. Dada cualquier pregunta cuya respuesta no sea
claramente obvia (¿Hay luz durante el día?), aproximadamente la mitad de
nuestros seleccionados contradice a la otra mitad. De hecho, una mitad contradice a la
otra de forma espontánea, sin que medie pregunta previa. Y sin embargo, sigo afirmando que estos dos millones y medio de
personas no sólo saben más de casi cualquier tema que cualquier experto elegido
arbitrariamente, sino que Internet nos provee de mecanismos para extraer conocimiento
válido de esa grande y ruidosa confusión. El más notorio experimento de filtrado
colaborativo, y el que dio origen al término, es Firefly, el sistema de
recomendaciones gestado en el Instituto Tecnológico de Massachussets por Patti Maes[7].
Este sistema, que en sus principios todavía recibía el nombre de agente de
software, resolvía el problema de la falta de coordinación de la masa...
coordinándola. Al registrarse, el usuario tenía que responder a una serie de preguntas
sobre sus gustos musicales, comparando unos discos y artistas con otros y puntuándolos en
una escala numérica. Tras ese primer entrenamiento, el agente era
capaz de recomendarnos nuevos discos basándose en los gustos de los demás usuarios del
sistema. El sistema fue un facaso comercial, y como usuario
puedo decir que entiendo por qué. Firefly tenía una nefasta tendencia a dar datos sin
aportar información. Lo cual, traducido al español que se habla en Occidente, significa
que no contaba nada nuevo. Las recomendaciones eran siempre obvias, sin nada de la gracia
que tiene cualquier desconocido que nos recomienda un disco tras una breve conversación.
Y para ese viaje no hacen falta alforjas, que en este caso son el registro previo y el
tercer grado inicial. Un sistema similar con mejores resultados es el que tienen los
grandes almacenes online Amazon, antes conocidos
como librería online Amazon[8].
Si consultamos la ficha de un libro cualquiera, por ejemplo The Art of Memory, de Frances Yates, el sistema nos
informa de otros libros que han comprado los clientes que se llevaron el título
consultado: · The Memory
Palace of Matteo Ricci by Jonathan D. Spence · Giordano
Bruno and the Hermetic Tradition by Frances A. Yates · In the
Palaces of Memory: How We Build the Worlds Inside Our Heads by George Johnson · The
Rosicrucian Enlightenment by Frances A. Yates La selección parece bastante obvia, son dos libros más de la
misma autora y dos libros con el mismo tema que el que provoca la búsqueda, hasta el
punto de que comparten un par de palabras-clave (memory
y palace). Este sistema no nos propone nada que
no hubiéramos encontrado por cuenta propia, sin más que dar los pasos lógicos. Sin
embargo el sistema de Amazon tiene ya una ventaja clara sobre el Firefly de Maes: trabaja
con información implícita, y no requiere que sus clientes se sometan a cuestionarios.
Masajeando la base de datos que contiene la información de sus clientes (y
sin romper su anonimato), Amazon puede ofrecernos recomendaciones basadas en datos reales.
Es posible engañar a un sistema ante preguntas que no requieren ningún compromiso, y los
algoritmos de Firefly quizá confíen demasiado en que la gente no vaya a mentir al
contestar a su cuestionario previo. En la expresión popular norteamericana, los clientes
de Amazon votan con su dinero, con lo que se supone que su compromiso con las
decisiones que toman es más sincero. Pero además Amazon parece funcionar mejor que Firefly. Podría
ser una cuestión de mi imaginación, o puede que sea un efecto de cómo la acumulación
de datos cuantitativos (Amazon es, con diferencia, el primer vendedor de productos
culturales en la red) produce datos cualitativos. También podría ser que, pese a no
haberlos inventado, los programadores de Amazon hayan sabido refinar mejor que Pattie Maes
sus algoritmos de filtrado colaborativo. Existe una última posibilidad, y es que, por las
características comerciales de los respectivos mercados o por la naturaleza de sus
contenidos, los libros se presten más que la música a la selección automática este
tipo de algoritmos. El caso es que, en ocasiones, Amazon nos sorprende con recomendaciones
tan acertadas como inesperadas. Introduzcamos, por ejemplo, el título Systemantics: The Underground Text Of Systems Lore,
un libro, por cierto, que viene muy bien recomendado por Peter Merholz. Estas son las
sugerencias que hace Amazon, basadas en las compras de otros clientes. · The Logic
of Failure by Dietrich Dorner, et al. · Living on
the Fault Line : Managing for Shareholder Value in the Age of the Internet by Geoffrey
A. Moore · Patterns of
Software : Tales from the Software Community by Richard P. Gabriel · Humane
Interface, The: New Directions for Designing Interactive Systems by Jef Raskin Interesante: uno de los libros viene firmado por Jef Raskin,
iniciador del proyecto Macintosh en Apple. Otro de ellos es obra de Geoffrey Moore, un
gran teórico sobre el desarrollo comercial de la tecnología. No conozco a los otros dos
autores, pero los títulos me atraen, el primero (La
lógica del fracaso/fallo) porque me sugiere que es una teoría general de por
qué las cosas no salen bien, algo que ha intrigado al alma humana desde el
desgraciado incidente de la serpiente y el arbol plantado en el centro del Eden, y el
segundo porque me parece interesante el posible enfoque antropológico, o de historia
oral, del estudio de los patrones o pautas en la ingeniería del software. Sobre todo,
ninguno de los títulos ni los autores, con la posible excepción de The Logic of Failure, habría aparecido en una
búsqueda superficial por palabras-clave más o menos obvias. En cualquier caso, esta vez
Amazon ha acertado conmigo, o yo con Amazon. Quizá fuera bueno que experimentaran
ustedes, y llegaran a sus propias conclusiones. Pero recabar votaciones involuntarias o implícitas
es mucho más fácil todavía, y mucho más útil de una manera cotidiana y prosaica. Un
ejemplo concreto: ¿Cómo se escribe, Gutenberg o Gutemberg? Introduzco ambas variantes en
Altavista[9],
un buscador de texto completo, y me fabrico una concordancia instantánea en dos pasos:
Gutemberg: 4,315 pages found
Gutenberg: 119,275 pages found La votación no es menos arrasadora por implícita. Los autores
de las 123.590 páginas indizadas por Altavista no están respondiendo a la pregunta
¿Cuál es la grafía correcta del nombre del inventor de la imprenta de tipo
móvil? más que de forma implícita, pero los resultados son igualmente válidos.
Yo me dejo llevar por el consenso, y no creo que los 4.315 heterodoxos (o menos, algún
autor puede haber confeccionado más de una página) sean de mucho fiar. Sería fácil escribir una pequeña aplicación que aceptara dos
o más términos (ni siquiera tienen por que ser grafías alternativas de una misma
palabra), comprobara su frecuencia de aparición en la base de datos de Altavista o
cualquier otro buscador y ordenara los resultados en orden creciente o decreciente. Pero
lo más importante es que, al igual que en el ejemplo de Amazon, la información se
cosecha de entre los datos que voluntariamente hacen públicos sus emisores,
sea al hacer sus compras o publicar sus páginas web. Nuestro proceso de recolección y
refinamiento de la información no requiere esfuerzo extra por parte de sus emisores, no
exige su atención. El economista Michael Goldhaber postula que en la era de la
creación y transmisión digital de los canales y los contenidos que los llenan, el
recurso escaso es nuestra atención. El contenido es multiplicable hasta el infinito,
mientras que la atención es indivisible, y el tiempo del que disponemos es el auténtico
recurso escaso. Esta escasez es la que crea una nueva economía natural de la
red, que Goldhaber llama La Economía de la Atención (nota)[10]
según la definición que dice que la economía es el arte de la optimización de los
recursos escasos, y valiosos, y que en la sociedad de la información la atención no
sólo es escasa, sino valiosa en términos que se pueden contabilizar. Nuestros mecanismos de filtrado colaborativo, el de Amazon y el
sistema casero de comprobación de ortografía, que les recomiendo que se tomen con una
buena dosis de caveat emptor, tienen a su favor
que, en términos de atención, son gratuitos para los proveedores de la información, y
de muy bajo precio para los consumidores, en el caso de Amazon.
Dos millones y medio de tecno-freaks, todos opinando al mismo tiempo
Slashdot[11]
es un sitio de noticias sobre software libre, ciencia, política digital y derechos
civiles, tecnología y hardware, Linux y Unix en general, Legos, Star Wars
la lista
exhaustiva de temas es demasiado larga para este artículo. El sitio se autodefine con el
lema News for Nerds. Stuff that Matters, lo que
traducido libremente viene a decir algo así como Noticias para empollones. Cosas
que importan.[12] Slashdot es un weblog
colaborativo y automoderado, en el que los lectores son los que proponen y escriben la
mayor parte de las historias o
noticias, y también pueden comentarlas mediante un sistema que no sonará a nuevo a
quienes ya estén familiarizados con este tipo de foros electrónicos. El lector que desee
hacer un comentario puede introducirlo en el sistema, sea como respuesta a la noticia
principal, o como glosa a otro comentario anterior. El resultado es una estructura
arborescente de comentarios a comentarios a comentarios, que dirían Gertrude Stein o
Jonathan Swift. Las líneas de discusión que unen una secuencia de comentarios a
comentarios se llaman hilos o
threads, y terminan (o, mejor dicho,
empiezan) necesariamente en una noticia. (nota)[13] Hemos dicho que
Slashdot es un weblog colaborativo y
automoderado.Veamos qué significa eso. Si un weblog
es, según nuestra anterior definición, una lista cronológica de enlaces comentados, el
aspecto colaborativo de Slashdot lo aporta el hecho de que cualquier lector puede proponer
su enlace junto con su comentario. En este sentido los autores de Slashdot son sus
lectores desde la primera iniciativa. Pero si esto fuera todo, Slashdot y los sitios de su
mismo estilo no se diferenciarían en nada de un tablón de corcho en la pared de un
instituto, o en las paredes de un urinario público. Cualquiera puede proponer una noticia mediante el formulario
habilitado al efecto, y hacerlo anónimamente (protegido si quiere por un apodo
autoescogido). Pero la portada de Slashdot o de cualquiera de sus secciones se compone de
una selección de las noticias propuestas. Los encargados de esta selección son los
llamados editores, que lo son en el sentido que
en el mundo de la edición anglosajona recibe la palabra editor: seleccionan, refinan, corrigen, comentan
y (en ocasiones) recortan las noticias propuestas antes de publicarlas. Hasta aquí el proceso es similar al de publicación en las
cartas al director de un periódico. Pero en este momento es donde entra en funcionamiento
el verdadero corazón de Slashdot. Los lectores empiezan a poner sus comentarios. Al
contrario que en la mayor parte de los foros albergados por medios de comunicación
tradicionales, aquí los temas han sido propuestos por los propios lectores. Al contrario
que en las cartas al director de los medios
impresos, en los que el único que responde al lector es, en ocasiones, el redactor jefe,
aquí todos se pueden responder entre sí. La calidad de los comentarios es fundamental.
Entre los usuarios de Barrapunto[14], el sitio inspirado en
Slashdot que co-mantengo, existe el consenso de que el valor de un sitio como Slashdot no
reside en las noticias, sino en los comentarios de sus usuarios[15]. El resultado es una estupenda cacofonía libertaria de opiniones
y contra-opiniones, datos informativos, mentiras y rumores, chistes, momentos de
inspiración, comentarios que no vienen al caso, flames
y trolls. Estos tres últimos tipos merecen su
explicación aparte, pues son el motivo histórico que dio origen al sistema de
moderación. Un flame es un insulto, una
diatriba que se sale del tono de la discusión sin contribuir al debate. Los foros de
discusión online aceptan bien la ironía, e
incluso el sarcasmo, pero el insulto personal o el desbarre fóbico están muy mal vistos.
Un troll es un comentario provocador, a menudo
en busca de que alguien responda con un flame. Un comentario que no viene al caso es
simplemente eso, y los tres ejemplos, trolls, flames y offtopics
tienden a generar ruido en la discusión. En los términos de la metáfora telemática
antes citada, la relación señal/ruido empeora, y el debate es menos fructífero, o menos
inteligible. Históricamente, Slashdot empezó como una página personal. Su
creador Rob Malda, alias "CmdrTaco" y un amigo llamado Jeff Bates, alias
"hemos", colgaban en su web las noticias que les interesaban, y abrían el foro
al debate público. Pronto Slashdot se hizo popular entre universitarios aficionados a la
informática sobre Linux y a la política del Software Libre. Demasiado popular, incluso,
y pronto los debates estaban llenos de comentarios como First Post! (¡Primer comentario!) o
Quiero untar a Natalie Portman de gachas calientes etc
. Incluso los comentarios que iban al grano
se repetían, mejorando la relación señal/ruido en términos estadísticos, pero
disminuyendo la concentración de información disponible. Este último ejemplo es
comparable a las ocasiones en que dictamos un número de teléfono dos veces en un
contestador. En este caso la redundancia ayuda a la comunicación, pero la concentración
de información por unidad de tiempo es menor. La historia de cómo
Malda fue experimentando con distintos modelos de moderación está muy bien contada por
él mismo[16].
Nosotros nos contentaremos con describir la moderación en su estado actual (octubre de
2000). Como ya hemos dicho, cualquier lector puede proponer una
noticia. Para que esta noticia aparezca en la portada, es necesario que un editor la
publique. Una vez publicada una noticia, cualquier lector puede añadir su comentario.
Hasta aquí, todo es sencillo. Malda añadió al sistema un mecanismo cualitativo y
cuantitativo de puntuación de comentarios. Cada comentario puede tener entre -1 y 5
puntos, y una calificación adjetiva (interesante, offtopic,
gracioso, troll, informativo, sobrevalorado). El
lector de Slashdot puede elegir qué comentarios lee seleccionando el umbral de corte.
Quien quiera saber lo que es un troll no tiene
más que leer Slashdot con la moderación a -1. Quien quiere leer sobre un tema y no tiene
mucho tiempo puede hacerlo con el umbral puesto a 5, con lo cual sólo leerá los mejores
comentarios, aquellos que han alcanzado la puntuación más alta. Pero lo interesante no
es cómo los lectores usan el resultado de la moderación, sino cómo la ejecutan sin
ningún tipo de supervisión por parte de los editores. Para ser moderador es necesario ser usuario registrado. Esta
condición es evidente, puesto que la idea de la moderación es que entre todos los
lectores de Slashdot extraigamos la voz comunal del sitio, y la navegación anónima no
permite saber si un visitante forma o no parte de la comunidad. Así que los Anonymous Cowards o Pendejos sin Nombre (terminología
de Barrapunto), apodo que reciben
los contribuyentes anónimos, pueden proponer noticias para su aprobación por un editor y
comentar libremente las que pasan ese primer filtro, pero no tienen la capacidad de
moderar. Podemos decir que poner comentarios es un derecho, pero moderarlos es un
privilegio acordado sólo a ciertos miembros de la comunidad. Periódicamente, el sistema informático que genera las páginas
HTML de Slashdot y controla su base de datos ejecuta un programa que cuenta el número de
noticias y comentarios, y evalúa el número de puntos de moderación necesarios para
calificarlos. Una lotería reparte esos puntos (en lotes de 5) entre los usuarios
registrados que visitan el sitio, según un baremo especial. Los visitantes poco asiduos
están descontados, porque se supone que no conocen lo bastante bien el espíritu del
sitio, y no lo pueden representar. Los visitantes más frecuentes son gente que tiene
demasiado tiempo libre, y Malda no los considera fiables: el moderador ideal
está en el punto medio. Existen más mecanismos de control que aseguran que la
moderación escoja los mejores comentarios. Para evitar que alguien pueda ahorrar sus puntos hasta que se toque un tema en
el que esté personalmente involucrado, y modere arrimando el ascua a su sardina en lugar
de elegir los comentarios que más contribuyen al debate, los puntos caducan a los tres
días. Si no se usan, se pierden. También es imposible moderar comentarios de una noticia
que uno mismo haya comentado. O se comenta, o se modera, pero no se pueden hacer las dos
cosas en la misma noticia. De este modo se evita que alguen pueda darle sus puntos a su
propio comentario, o a un comentario con el que simplemente esté de acuerdo, sin
importarle la calidad que pueda aportar al discurso. Cada acto de moderación tiene también, como hemos dicho, un
componente cualitativo. No sólo otorgamos o restamos un punto al comentario, también
decimos por qué lo hacemos. Si decimos que un comentario es gracioso, interesante,
informativo o infravalorado en relación con los demás, le añadiremos un punto que se
restará de nuestra cuenta. Si nuestra calificación es de redundante, troll, sobrevalorado o fuera del tema, le
restaremos un punto de los que tenemos para moderar. Ningún comentario puede tener más
de 5 puntos, ni menos de -1. No tiene sentido moderar hacia arriba un comentario
calificado con un 5, ni hacia abajo un -1 troll.
Esto funciona especialmente bien a la hora de usar los
parámetros de moderación como lector. Un troll
es un troll en cualquier forma en que
aparezca, y a no ser que uno tenga un sentido del humor particularmente inmaduro, leer
Slashdot asignando -1 al umbral de moderación es un acto que oscila entre la curiosidad
malsana y el puro masoquismo. Los comentarios ya nacen con un valor de moderación. Si quien
los aporta es un usuario registrado, su valor es automáticamente igual a 1. Si son
aportaciones anónimas (uno de los mayores contribuyentes a Slashdot se llama A. Nonymous
y se apellida Coward) su valor inicial de moderación es cero. Esto incentiva la
participación y el registro, y también da por hecho que la calidad de los comentarios es
proporcional a la responsabilidad que uno sobre sus palabras. Es una lástima que en esta
asignación de ceros puedan caer algunos justos con los pecadores (mucha gente considera
necesario contribuir anónimamente, por lo común por razones laborales), pero en general
el sistema incentiva el esfuerzo en redactar una nota que se ajuste al tema, sea
informativa, no sea redundante y, a ser posible tenga algo de espíritu original. ¿Saben lo curioso? El sistema funciona. Un reciente estudio
realizado por el holandés Johan Pouwelse con vistas a su doctorado en la Universidad de
Delft calcula que el sistema de moderación identifica un comentario inspirado (insightful) en tan sólo 37 minutos[17].
Lo interesante del sistema es que cada moderador independiente dedica a la moderación
mucho menos tiempo. De hecho, el acto de moderar está asociado a la lectura de los
comentarios del sitio (algo que los moderadores hacen frecuentemente de todas formas, o el
algoritmo de Malda no les adjudicaría los puntos de moderación), así que para un lector
de Slashdot, el coste de moderar es, en términos de economía de la atención,
prácticamente cero. Sin embargo, la suma (o debería decir mejor la integración, pues
los elementos sumados se acercan a cero) de todos esos actos de moderación individuales
produce un efecto macroscópico imposible de lograr por una sola persona. Un individuo podría realizar esa moderación, pero a) tardaría
más y b) moderaría menos cantidad de comentarios. La moderación de Slashdot se realiza
en paralelo, y durante los 37 minutos que Powelse ha calculado que se tarda en que emerja
un comentario inspirado, muchos otros comentarios flotan a la superficie por informativos,
interesantes o graciosos, y otros tantos se hunden en los abismos del -1 por redundantes,
alejados de la cuestión, insultones o simplemente por idiotas. El corazón de Slashdot
funciona como un sistema nervioso de orden superior, que coordina todos estos minúsculos
esfuerzos intelectuales (minúsculos cuando la métrica que aplicamos es la Economía de
la Atención) para extraer de ellos opiniones colectivas, la voz de la comunidad de
lectores de Slashdot. Si consideramos que Slashdot es un repositorio de información y
opinión (un análogo de la memoria externa), el sistema de moderación es un filtro
distribuido, que en vez de residir en un solo programa está repartido por los ordenadores
coloidales que cada lector guarda en su cabeza. Los comentarios moderados se almacenan en
Slashdot, que a partir de este momento deja de almacenar mera información para
convertirse en un repositorio de conocimiento, el resultado de una elaboración comunal de
teorías, información, opiniones o narrativas. Un hipocampo colectivo, si me permite
decirlo el único neurofisiólogo que todavía sigue leyendo. El sistema de moderación, sin embargo, tiene sus fallos. Los
usuarios más activos (dentro de un orden) adquieren el privilegio de la moderación con
mayor frecuencia, y tienen más mano en la evolución temática de cada debate, y por
tanto pueden sesgar la identidad de Slashdot hacia su ideología. Por esa razón existe un
sistema de meta-moderación. ¿Quid moderat ipsos moderatores?
La cibernética es la moderna ciencia del control en sistemas
complejos, más concretamente del autocontrol en sistemas autoregulados. En 1948, cuando
Norbert Wiener formuló su teoría, lo hizo basado en investigaciones de Arturo
Rosenbluth, cardiólogo mexicano con el que colaboraba en el Instituto Nacional de
Cardiología[18].
El descubrimiento de Wiener y Rosenbluth es que el corazón no está guiado por el sistema
nervioso central, sino que se alimenta de las señales nerviosas que él mismo genera, en
un proceso de realimentación o feedback.
Así, mediante la realimentación, es como se autoregulan los sistemas complejos. En Slashdot la realimentación se produce por un sistema llamado
Meta-Moderación. A cada usuario registrado se le ofrece diariamente la posibilidad de
juzgar una lista de diez decisiones de moderación, marcándolas como justas o injustas (fair
y unfair, respectivamente), o
declarar la abstención. Lo que se juzga no es el comentario, sino el acto de moderar, y
con ello y de forma implícita, la capacidad de cada moderador. Un meta-moderador puede
encontrarse con varios comentarios repetidos (un comentario puede haber sido moderado por
más de una persona), y juzgar cada decisión de moderación independientemente de si
está de acuerdo con el comentario o no. Lo importante es declarar si este comentario
contribuye a mejorar la calidad del debate. Los moderadores que sistemáticamente reciban meta-moderaciones
de injusto pueden perder la posibilidad de adquirir el estátus de
moderación. Los moderadores que sistemáticamente reciben meta-moderaciones de
"justo ganan unos puntos que Malda ha bautizado Karma. Los usuarios con elevado Karma tienen más probabilidades de ganar la
lotería de la moderación, además de un privilegio añadido: sus comentarios entran
automáticamente con dos puntos, uno más que el que reciben los usuarios sin Karma. Recapitulando, en Slashdot tenemos: · Propuestas de noticias, que cualquier visitante
del sitio puede hacer, esté o no registrado. · Noticias, que son escritas por los editores, o
seleccionadas de entre el corpus de propuestas enviadas por los contribuyentes. · Comentarios, que de nuevo puede poner cualquiera,
pero que en el caso de los usuarios registrados que se identifican ante el sistema reciben
de entrada el nivel 1 de interés. · Actos de moderación de comentarios, que son
realizados por los usuarios registrados que reciben irregularmente el estátus de
moderador. · Actos de meta-moderación, en los que cualquier
usuario registrado puede juzgar diariamente diez decisiones realizadas por otros
moderadores. Apartándonos por un momento del tema de este artículo, la
metáfora biológica-ciborg de Internet como cerebro colectivo, y utilizando un análisis
político, podemos ver que el sistema de propuestas, noticias, comentarios, moderaciones y
meta-moderaciones es un sistema jerárquico de democracias de distintos tipos: · Propuestas: libertad de expresión igual para
todos, usuarios registrados o no. · Noticias: las noticias se deciden individualmente
por miembros de una aristocracia, los editores, entre los que existe un consenso de
opinión pero también una jerarquía, ya que algunos de los editores son los dueños del
garito. · Comentarios: democracia asamblearia, libertad
total de palabra. Es importante hacer notar que el sistema de moderación de Slashdot
logra extraer el debate interesante del discurso caótico sin perjudicar el derecho a la
libre expresión de sus contribuyentes. Cualquiera que lea Slashdot con la moderación a
-1 verá que nada se borra ni se suprime. Lo que la moderación genera es un filtro, que
los lectores pueden usar si así lo desean. Los gritos de ¡Censura!, cada vez
más infrecuentes, son sólo pataletas sin justificación. · Moderación: es una democracia censataria (sólo
pueden moderar los usuarios registrados que cumplen unas condiciones adicionales),
modulada por una especie de Lotería de Babilonia de la que nos hablaba
Borges. · Meta-Moderación: democracia censataria pura
(todos los usuarios registrados pueden votar, sin ninguna condición adicional, con sólo
identificarse). · Karma:
concebido como una medida cuantitativa del valor de un individuo para la comunidad, el Karma puede interpretarse como un reconocimiento de
prestigio. El sistema de Karma es una forma de
meritocracia, en la que este prestigio se adquiere mediante el trabajo realizado en la
comunidad (cuentan la cantidad y la calidad de los comentarios, moderaciones y
meta-moderaciones). Este prestigio no sólo es cuantitativo, también se puede
instrumentalizar; dado que el elevado Karma
confiere una mayor probabilidad de acceder al estátus de moderador, este ciclo se
realimenta positivamente, con lo que existen individuos con una gran cantidad de Karma que no deja de crecer. Dejo a los lectores de Revista de Occidente aficionados a la
política (o quizá me reserve yo para otro ensayo), el paralelismo entre el sistema de
control editorial de Slashdot y el parlamentarismo bicameral con separación entre los
poderes legislativo, ejecutivo y judicial. Las actividades de meta-moderación sí que requieren un
esfuerzo voluntario, y en ese sentido son más caras (siempre en término de
economía de la atención) que las meras moderaciones. Los usuarios que meta-moderamos en
Slashdot (porque me incluyo) lo hacemos con la idea de que así ayudamos a la calidad del
discurso que recibimos, y que dado que el bien que producimos lo disftutamos todos, no hay
una relación de proporción entre el esfuerzo y la recompensa. Un pequeño esfuerzo
distribuido entre todos (la meta-moderación) produce una recompensa que todos compartimos
(un sistema de moderación más justo, y con él una mayor calidad editorial del sitio).[19] No es casual que uno de los temas centrales de Slashdot sea el
Software Libre. Esta dinámica económica de reparto de los esfuerzos y compartición de
los resultados es una característica del desarrollo informático en el ámbito del
software libre. En el campo de lo material sucede al revés, ya que el esfuerzo se puede
compartir o repartir, pero la recompensa siempre se reparte. Pensemos en cuatro de amigos
hambrientos una tarde de sábado. Da lo mismo que vayan todos juntos a comprar comida y
que todos la cocinen, o que cada uno se encargue de una cosa. Ya se compartan o se
repartan las tareas, el resultado siempre se repartirá, pues es imposible que los cuatro
se coman un pollo entero si sólo hay un pollo. Esta interesante digresión podría dar
lugar a todo un artículo sobre la economía del Software Libre, pero en realidad es una
forma de pasar a nuestro siguiente punto. Algo a cambio de casi nada: el filtro recursivo
de votaciones implícitas
El mejor buscador de Internet que hay en este momento, sin
ninguna duda, es Google.[20] Esta aseveración, que no sé si es una verdad
objetiva o simplemente un consenso entre mis amigos y colegas, es decididamente mi
opinión personal, adquirida tras cuatro años de pasar la tercera parte de mi horario
laboral leyendo resultados de un buscador u otro. El sistema que emplea Google para refinar sus búsquedas no es
otro que nuestro viejo amigo el filtrado colaborativo, extraído de una información que
los autores de los sitios web publican de forma implícita en sus páginas: los enlaces
hipertextuales. Si en nuestro ejemplo de uso de Altavista como consejero ortográfico cada
palabra es un voto por esa variante ortográfica, en Google cada enlace es una voto por la
página a la que apunta. Este sistema no pillará por sorpresa a los lectores que conozcan
el mundo académico, donde una de las métricas de calidad del trabajo que se realiza es
el famoso y temible "citation index, el repertorio de citas que unos
científicos hacen del trabajo de los demás, pero ordenado por receptores. Cada cita en
un trabajo académico es un tributo, un respaldo al trabajo de un colega. Un enlace, un voto. En esa gran votación constante que es la
masa de hipertexo que compone la Web, cada decisión de enlazar es realizada por un humano
que, enlace por enlace hipertextual, va expresando una opinión sobre la calidad de la
información de destino. Esto no es nada nuevo como concepto: otros buscadores como Excite
ya clasificaban las páginas web por un prodecimiento similar similar, pero se ve que lo
hacían peor, porque los resultados de Google son espectacularmente más pertinentes.
Según lo poco que revelan acerca de sus algoritmos los técnicos y directivos de la
compañía, Google refina el método mediante un sistema de recursividad. En este proceso recursivo Google no sólo le ahorra esfuerzo al
receptor de la información, a la persona que la busca; tampoco requiere del emisor que la
publica ningún tipo de manipulación extra, ni la asignación de categorías temáticas
como hacen los sistemas de recuperación documental por campos y claves. Quien hace una
página web sólo tiene que enlazar a la página que le interese, y procurar ser lo
bastante interesante y publicitarse bien para ser, a su vez, receptor de enlaces
hipertextuales. En la maraña de referencias resultante, Google se encarga del resto. Como en el ejemplo del software libre, cada uno aporta su
poquito de información, su trozo de la maraña, y sin embargo todos disfrutamos del
total. Se reparte el trabajo y se comparten sus frutos. Compárese con los directorios
como Yahoo, donde cada sitio es evaluado por una
persona para decidir en qué categoría hay que incluirlo, o cada editor ha de proponer la
lista de palabras claves y categorías en las que quiere que aparezcan sus páginas. Desde su lanzamiento sin pompa ni boato, Google ha ido
capturando la atención de usuarios, analistas, inversores y empresarios. El último golpe
de efecto ha sido la adopción de la tecnología Google por parte de Yahoo!, que al
integrarlo en su sitio le dio el último espaldarazo que necesitaba. En España, el
buscador Ariadna y el sistema interno de
búsquedas del diario El Mundo también
funcionan sobre Google, y la calidad de los resultados avala el buen nombre que tiene el
buscador californiano. Pero el argumento de autoridad del mercado no es lo que nos
ocupa. Hay grandes éxitos empresariales basados en productos que son llanamente
inadecuados. Google funciona porque incorpora la gran cantidad de conocimiento y
experiencia expresados en los enlaces hipertextuales, y los manipula como tales, usando
esa meta-información (información acerca de la propia información que almacena en su
base de datos) para buscar más "inteligentemente y dar mejores resultados. Por
el contrario, Altavista no utiliza la información que su base de datos contiene sobre esa
propia información, y el resultado es sólo información. Es el usuario el que tiene que
hacer el esfuerzo mental de selección, y en ocasiones recorrer un número mayor de
resultados para encontrar el dato buscado. En este sentido Google tiene un gradiente de concentración de
información: devuelve el mismo número de resultados que Altavista, pero los mejores
están más cerca del principio de la tabla. Para robar otra metáfora, esta vez de las
matemáticas, es como si Google elevara la información al cuadrado, aplicándosela a sí
misma, y así extrayera migajas de conocimiento. Por retomar la cita que abre este ensayo,
Altavista nos devuelve el número de teléfono de la información que estamos buscando,
mientras que Google nos entrega directamente el objeto de nuestra búsqueda. Apenas estamos comenzando a vislumbrar el potencial de estas
tecnologías. Podemos ver la Web de dos formas, como en estas imágenes en las que el
fondo y la figura se invierten, y lo mismo nos parece un ánfora o una copa que un par de
caras enfrentadas vistas de perfil. Al igual que la escritura tiene un significado
distinto para el emisario que para el archivero, para Gutenberg que para Platón, la Web
tiene dos caras. Por un lado, la Web es un medio de comunicación[21],
por otro lado es un repositorio de información y datos, un sistema de memoria exenta. Cuando ambas figuras se mezclan en una sola, lo que vemos es un
sistema inteligente de memoria, una memoria autoorganizada y navegable. La Web que emerge
de experiencias de moderación colectiva como Slashdot, buscadores que extraen la
información implícita en los enlaces como Google y sistemas de filtrado colaborativo
como el mecanismo de recomendaciones de Amazon es una memoria colectiva e
inter-relacionada, el hipocampo cibernético de nuestra noosfera. [1] Los lectores de Revista de Occidente que también lo sean de Vogue sabrán reconocer en Christie Turlington a la famosa modelo de portada [4]
Sobre Teilhard de Chardin y la relación de sus teorías con las de McLuhan y con la
explosión de Internet, puede consultarse el artículo de Jennifer Cobb Kreisler publicado
en Wired y titulado "A Globe, Clothing Itself With A Brain": http://www.wired.com/wired/archive/3.06/teilhard.html [6] La definición de Merholz de ¿Qué es un weblog? puede encontrarse en su respuesta a la pregunta de otro insigne weblogger, Derek Powazek: http://www.powazek.com/wtf/post/index.009.shtml [7] Las investigaciones de Pattie Maes están descritas por ella (pero en tercera persona, como si fuera César o un futbolista pillado a traición por un reportero radiofónico) misma en su página web en el MIT: http://pattie.www.media.mit.edu/people/pattie/ [9] http://www.altavista.com/, 20 de octubre de 2000, 01:38 h [10] The Attention Economy. The Natural Economy of the Net. Michael Goldhaber, First Monday, número 4, segundo año: http://www.firstmonday.dk/issues/issue2_4/goldhaber/ [12] Sobre la traducción y significado de la palabra nerd y su relación con geek, vease Barrapunto (sitio web en español inspirado por Slashdot): http://barrapunto.com/lengua/100/09/23/0919211.shtml [13] Para entender de verdad Slashdot es imprescindible leerlo y usarlo, contribuir y moderar. Quien no pueda hacerlo y no se conforme con este artículo puede leer un análisis de por qué Slashdot es fiable escrito por Matthew Priestley y publicada en First Monday: http://www.firstmonday.dk/issues/issue4_8/priestley/index.html [15] "Lo mejor de Barrapunto son sus comentarios". Léase el debate
suscitado por la pregunta "¿Qué temas son los de Barrapunto?, en
particular la aportación de José Luis de Vicente, Trystero: http://www.barrapunto.com/features/100/02/11/1120257.shtml [16] La mejor fuente para entender cómo funciona la moderación de Slashdot es, por supuesto, el propio Slashdot: http://slashdot.org/moderation.shtml [17] Proyecto de tesis que mide la fiabilidad de la moderación de Slashdot: http://slashcode.com/article.pl?sid=00/09/22/1445211 [18] Agradezco a Rafael Lozano-Hemmer que me haya relatado la historia del nacimiento de la cibernética en Ciudad de México. Lozano-Hemmer es un artista Mexicano-Canadiense galardonado con el premio Golden Nica, y cuyo trabajo Alzado Vectorial incluye entre su documentación una breve reseña sobre el nacimiento de la cibernética: http://www.alzado.net/referencia.html [19] Compartir y repartir:
a los efectos de estos párrafos, compartir y repartir no son sinónimos. Compartir
implica que todas las personas que comparten disfrutan del todo: se comparte un apellido,
la visión de una película en el cine, la experiencia de un viaje inolvidable o el
resultado de un desarrollo de software libre. Nótese que todos los ejemplos son
inmateriales, están compuestos sólo de información. Repartir implica que las personas que se reparten algo disfrutan sólo de una fracción del todo: se reparte el botín de un robo, se reparten hostias en las peleas de barrio y en las comuniones de las iglesias, se reparten caramelos entre los otros niños cuando se llega por primera vez a una escuela. Nótese que todos los ejemplos son materiales, o bien son objetos físicos o acciones físicas. [21] Aprovecho cada ocasión que tengo para puntualizarlo: Internet no es un
medio, es un canal. Los distintos medios que utilizan internet como canal son la Web, el
correo electrónico, el telnet e incluso la televisión y la radio. Expongo este análisis
de modo algo más prolijo en mi participación ante el I Congreso Nacional de Periodismo
Digital, accesible en: http://www.barrapunto.com/features/100/01/20/1343236.shtml |
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Última versión, 20 de agosto del 2001 |