next up previous
Next: Reconocimientos Up: Cooperación sin mando: una Previous: La teoría de juegos

Desafíos e interrogantes

$\textstyle \parbox{117mm}{
\fontsize{9}{11}\selectfont\textit{El interés en el ...
...zos
equilibrados.} \par
\vspace{3pt} \hspace{\fill}{Richard
\textsc{Stallman}}}$



Entre 1997 y 1998 se producen tres acontecimientos que, a juicio de muchos, inauguran un nuevo periodo en el ámbito del software libre: la publicación de ``La catedral y el bazar''; la liberación del código fuente de Netscape, y la foto de Linus Torvalds en la portada de la revista Forbes. Convencionalmente, se considera que esos tres hitos despertaron el interés y dieron pie a la entrada masiva de las grandes empresas en el mundo del software libre. Esta nueva etapa está llena de sombríos interrogantes, por mucho que algunos la describan triunfalmente, y probablemente van a generar nuevos focos de antagonismo. Algunas grandes empresas han comenzado a contratar hackers (lo cual no es nuevo) para llevar a cabo desarrollos de software libre (esto sí lo es). Trabajos que antes se hacían sin interés económico directo ahora empiezan a estar financiados por empresas. Proyectos cuya motivación era la necesidad o el deseo de los hackers y de la comunidad de usuarios de software libre, ajena al mercado, ahora pueden empezar a estar condicionados por las necesidades, los ritmos y las prioridades de las empresas que financian esos proyectos.26 Modestos negocios que basaban sus ingresos en servicios relacionados con el software libre se han convertido de la noche a la mañana en grandes empresas que han salido a bolsa con capital-riesgo. Algunas empresas que basan su negocio en el software libre se están dedicando a comprar empresas más pequeñas y a su vez son compradas por otras mayores, produciéndose la creación de grandes emporios. Ese trajín de compraventa incluye sitios estratégicos para la comunidad como medios de comunicación o repositorios de software: Andover compra Slashdot y Freshmeat; VA Linux compra Andover; RedHat compra Cygnus, etc. ¿Adónde conduce esa concentración empresarial? ¿Qué pinta la gente de a pie en todo este tinglado?

Hasta ahora, en la comunidad del software libre todo esto no se aprecia como una amenaza, ni siquiera como un problema, antes al contrario: alguna gente se ha esforzado mucho para convencer a las empresas de la viabilidad capitalista del modelo, y ahora empiezan a recogerse los frutos. ¿Cómo vamos a oponernos ahora a que las empresas ganen dinero con el modelo, siempre y cuando mantengan las reglas del juego, es decir, produzcan o financien software libre?

Ni tenemos perspectiva ni ha pasado tiempo suficiente (apenas dos años) para valorar lo que va a suponer la irrupción masiva de capital fuerte y de transnacionales en el software libre. Mi apreciación personal es que, a diferencia de otras cuestiones en que se mantiene una actitud crítica y muy alerta (como la legislación sobre patentes), en este crucial asunto hay excesiva fe en las bondades del mercado y del libre comercio. Es cierto que hasta ahora se ha conseguido doblegar a verdaderos gigantes, pero ahora la situación es distinta porque con el modelo de ``cooperación egoísta'' --y qué mayor paradigma de la cooperación egoísta que el de la empresa capitalista-- esas empresas juegan a estar ``dentro''. Se puede pasar fácilmente de la cooperación sin mando a la cooperación sujetada, la cooperación con mando.

Se presupone, en contra de toda evidencia histórica anterior, que lo que es bueno para las empresas es también bueno para las personas. Y el axioma no es ese, sino uno más tautológico pero también más exacto: lo que es bueno para las empresas es bueno para las empresas. Y nada más. Bien es cierto que, a veces, aquello que genera beneficio empresarial es reutilizado para procurar beneficios sociales, pero esto es colateral (como un epifenómeno) y es atrozmente ingenuo confiar a priori en que va a ser así. La confusión entre lo que es bueno para las empresas (la acumulación de capital y la extracción de beneficio económico por encima de cualquier otra consideración) y lo que es bueno para la gente (la producción de bienes públicos y de riqueza social para la vida en comunidad) puede ser desastrosa. Todo el interés del capitalismo en el software libre es convertirlo en una máquina más de hacer dinero, pero como con todo lo demás si lo consigue probablemente será a costa de vaciarlo de todo contenido liberador.

El sector que va más allá de la superioridad técnica y que realiza una apuesta por la dimensión ética del software libre, confía en la fortaleza del movimiento y de momento no se percibe alarma alguna en este sentido. Se considera que el modelo de producción del software libre no puede ser privatizado y recuperado por el mercado, que está blindado jurídicamente (la GPL), técnicamente (la superioridad en varios órdenes de magnitud de lo creado mediante el modelo bazar frente a sistemas propietarios) y políticamente (algunos de los más significativos promotores del software libre provienen de movimientos contraculturales o simpatizan con causas pro derechos civiles).27

No obstante y compartiendo esa confianza en la potencia de la comunidad y su capacidad de respuesta, demostrada ampliamente hasta ahora, no hay razón para desechar una lectura más crítica que nos haga cuando menos estar alerta y no relajarnos ante los éxitos y los cantos de sirena que vienen de fuera: el capitalismo ha sido capaz de ``recuperar'', privatizar y mercantilizar casi todos los aspectos de la producción y de la vida, desde lo material a lo inmaterial. ¿Por qué no va a poder hacer lo mismo con el software libre? De hecho, hay ya bastantes indicios que apuntan a la ``recuperación'' mercantilista de la capacidad de innovación del hacker. El asalto masivo de las grandes empresas, con perspectiva exclusivamente mercantil, podría verse como un ``troyano''28 introducido en el software libre y que, con el tiempo, parasite y desactive la potencia de la comunidad. ¿De qué modo? La confusión con el tema de las licencias, por ejemplo, está debilitando progresivamente la filosofía de fondo del software libre (por eso la FSF se esfuerza tanto en explicar las diferencias entre unas y otras), haciendo que algunas empresas hagan pasar por libres desarrollos que no lo son, o bien popularizando distribuciones comerciales ``Linux'' que mezclan software propietario con la base libre del sistema GNU/Linux. Lo primero --la confusión con las licencias-- puede causar desconfianza entre los desarrolladores, que teman que su trabajo pueda ser finalmente reapropiado y privatizado, y lo segundo --las distribuciones GNU/Linux que añaden software no libre-- tapona el desarrollo de opciones libres que reemplacen esas soluciones propietarias y se legitima software propietario como si por el hecho de funcionar bajo GNU/Linux fuese ``menos propietario'' y más aceptable. Por su parte, la Open Source Initiative (OSI) no ha ayudado mucho a aclarar este panorama. Surgió como propuesta de algunos hackers para acabar con una ambigüedad (free en inglés, significa ``libre'' pero también ``gratis'') y con un término que al parecer disuadía a las empresas, pero a cambio ha introducido otras tal vez peores: con el concepto open source (``fuente abierta'') que proponen como sustituto a ``software libre'' se pone solo el acento en que el código fuente esté disponible, sin incidir en las otras dos libertades (poder copiar y poder redistribuir libremente). Es decir para solucionar una ambigüedad, se ha creado otra mayor.

Otro problema derivado del troyano de la mercantilización son los agravios comparativos que pueden producirse entre hackers que cobran de multinacionales mucho dinero por el mismo trabajo y proyecto en que otros participan sin cobrar. También hemos citado el peligro de que las empresas marquen las prioridades de desarrollo y que se privatice el conocimiento. Esto último --la privatización del conocimiento-- entronca con dos de los problemas más graves con el que se debe medir el software libre: 1) la poca o nula disponibilidad de los fabricantes a facilitar información técnica relevante sobre sus dispositivos ni a fabricar drivers para GNU/Linux que permitan utilizar los nuevos dispositivos que van apareciendo en el mercado, y 2) las patentes del software, como forma de privatización de las ideas, verdadera amenaza para el software libre, ya que obligan a esperar durante años a que expiren patentes de invención que son cruciales para poder utilizar determinados programas.

Algunas de esos elementos, o varios combinados entre sí, podrían desmoronar la cooperación sin mando y, por tanto, la comunidad de software libre tal y como hoy la conocemos: y si no hay comunidad, no hay software libre; puede haber fuentes abiertas y públicas incluso, pero no software libre. Se hace pues cada vez más necesario un análisis político del software libre que lleve a una toma de postura política o, si se prefiere, a una apuesta ética que no ponga en primer lugar la conveniencia o la mera instrumentalización de si es mejor o peor que las opciones propietarias. Estamos ante un fenómeno que escapa claramente a los parámetros clásicos de la economía política y de la ideología: escapa a los parámetros ideológicos al uso, pues ni acaba de encajar en una visión antagonista --hay grandes dosis de pragmatismo y no existe una visión decididamente anticapitalista-- y tampoco encaja en el neoliberalismo puro y duro --la libertad absoluta es un valor fundamental del movimiento, sí, pero no el único pues hay también principios éticos acerca de lo público, del apoyo mutuo y del acceso igualitario y horizontal a los recursos del conocimiento y en contra de la privatización del saber humano--. Es una nueva noción de bien público, no tutelado por el mercado ni por el Estado: es un nuevo espacio público no estatal. No hay duda de que un nuevo modelo de cooperación social productiva ha surgido en torno al software libre: falta saber lo que dará de sí esa comunidad, además de buenas herramientas informáticas, y si este nuevo paradigma podrá extenderse a otros sectores de la producción inmaterial. Estamos pues ante una verdadera contienda política, que no está ganada ni mucho menos, y que requiere determinación y apoyo al software libre y una lucha decidida contra las patentes de software y demás leyes sobre la propiedad intelectual que previsiblemente podrían detener su avance.29 Me gustaría acabar citando unas palabras de los paleoantropólogos Carbonell y Sala, del proyecto Atapuerca, pues me parecen un magnífico colofón que de algún modo resume y explica dónde reside la singularidad y la potencia del software libre: ``No es la humanización de la tecnología lo que debemos buscar, sino su socialización. No es posible humanizar algo que es exclusivamente humano. La socialización es lo que permite un crecimiento exponencial de las capacidades humanas.''30


next up previous
Next: Reconocimientos Up: Cooperación sin mando: una Previous: La teoría de juegos
Miquel 2000-09-10