Nota: Este texto fue leído telefónicamente por Hakim Bey en una jornadas sobre cibercultura celebradas en la Universidad de Alacant en noviembre de 1999. La traducción castellana es de Rosanna Mestre.
Por una curiosa coincidencia, Internet empezó a emerger aproximadamente al mismo tiempo que el Capital Global, hacia el final de los ochenta. Por supuesto que la Red tenía una prehistoria en los ochenta y ya entonces se hicieron algunas predicciones utópicas. Yo mismo hice algunas. Se despertaron muchas expectativas a causa del aspecto ``caótico'' o sin fronteras de esta tecnología, de su nivelación igualitaria o de su estructura mucho-para muchos. Aparentemente, la Red era algo no jerárquico, ``fuera de control'' -y, posiblemente, incluso un tipo de revolución en sí mismo.
Actualmente el Capital Global también desea una especie de ausencia de fronteras, de manera que el dinero pueda fluir libremente por los mercados sin los bloqueos impuestos por los Estados. De hecho, el Estado se ve ahora reteorizado como una agencia de dinamización de flujos ``privatizando'' muchas de sus funciones sociales y económicas de formación. El Capital revela cada vez más su aspecto caótico, su organización alrededor de extraños atractores y su complejidad. El Capital es ``liberado'' para seguir su propio hado -que consiste en una especie de fatalidad, un totalitarismo del puro dinero. Resulta que así la jerarquía ya no significa lo que solía significar. Cuando toda relación humana está definida por el dinero, la ideología pierde definición y parece evaporarse. Pero la frase ``fuera de control'' describe aquí tan sólo una ilusión. El Control solamente ``desaparece'' a causa de su perfección, su universalización y su identificación como ``puro'' Capital.
La Red parece haber seguido una trayectoria paralela. El Estado se muestra desconcertado por ciertos aspectos incontrolables de la Red, pero el Capital no siente ninguna consternación por ello. El Capital ya es ``virtual'' -menos del 10% circula en efectivo y menos del 5% se refiere a cualquier forma de producción-, es decir, la mayor parte de él es capital puramente financiero, capital no productivo -un extraño azar quizá ni siquiera previsto por Marx-. El Capital se adhiere a la Red enseguida y la ``capitaliza''. En menos de diez años la Red parece haber dejado de ser un dispositivo radical heurístico para convertirse en una red de galácticas compras que se pueden hacer desde casa. Quedan algunos fallos técnicos, claro. El dinero en efectivo, por ejemplo, falla a la hora de materializarse en la red y, sin embargo, se hacen fortunas especulando con compañías con cero líneas de beneficio. Pero en Nueva York los autobuses llevan a los lados anuncios en los que varias empresas www.loquesea.com comercializan incomprensibles ``servicios'' ofrecidos por jóvenes modelos con problemas de actitud completamente postmodernos; la pantalla de televisión se funde con la pantalla del ordenador en un éxtasis de absoluta vacuidad, una seducción totalmente vacía de contenido -una cultura de lápidas sepulcrales en vídeo y talk-shows para muertos vivientes.
A principios de los años noventa asistí a largas series de conferencias en Europa, casi todas ellas dedicadas principalmente a la teoría de la comunicación y específicamente a la Red. Fui invitado porque había elaborado algunas teorías tempranas y porque mis textos estaban ya presentes en la Red a finales de los ochenta. Pero durante esas conferencias me encontré a mí mismo jugando un papel bastante negativo. Primero dirigí la mayor parte de mis críticas a lo que yo llamé Cibergnosis: la tendencia a crear una especie de religión a partir de las características descorporeizadas de la tecnología informática, como si la alienación del cuerpo constituyera una forma de transcendencia sobre la materialidad, una nueva versión de ``la promesa de la luna'' rematada con el sacerdocio anoréxico de ``hackers legendarios'' (siempre vestidos de negro, por supuesto).
Segundo: es cierto que hubo algunos ejemplos de usos radicales de la Red -los comunicados zapatistas, las campañas anti-McDonalds y anti-Cienciología, Radio B-92 en Belgrado-. Iba a añadir ``etcétera'' pero honestamente no puedo pensar en ningún otro ejemplo. El vago sentimiento de que uno está haciendo algo radical al sumergirse uno mismo en una nueva tecnología no puede ser dignificado con el título de acción radical. La verdad es que para mí en la Red cada vez se está hablando más y se está hacíendo menos. Es por eso que empecé a sospechar que las ``aplicaciones'' revolucionarias de la Red no llegarían nunca. Habría ``sentimientos'', por supuesto, y se invertirían grandes recursos emocionales en la noción de ``comunidad virtual''. Pero en el mundo real, el de la producción, el del poder y el de la corporeidad, nada esencial cambiaría. En este punto empezó a parecerme que la Red es un espejo perfecto del Capital Global. Hay un "mercado libre" de información -pero no necesariamente hay libertad para ninguna otra cosa que no sea la información-, igual que hay un mercado libre para el dinero pero no hay ninguna libertad para cualquier otra cosa que no sea el dinero. Ahora bien, los seres humanos no son "información" excepto de manera metafórica. La comida no es ``información''. El placer no es ``información''. La vida no es ``información''. De manera que cuando el universo es definido como información, es mucho lo que se está quedando fuera. Igualmente, cuando la existencia humana es definida como un complejo informacional-conductista de las relaciones entre mercancías (relaciones entre cosas muertas), entonces también es mucho, en materia humana, lo que se está quedando fuera del modelo. El Capital y la Red tienen esto en común: una radical exclusión de lo humano.
Con la velocidad de entrega del mensaje -la velocidad de la luz-, se alcanza un estado terminal y ya no se puede esperar más ``progreso'' en este terreno. Refinamiento, sí. Sólo es posible E=mc2 (energía igual a masa por velocidad de la luz al cuadrado) y éste es el final. De manera similar, uno puede teorizar que la información ha alcanzado una condición terminal a través de la Red. ``Toda la información'' está teóricamente presente, y de manera simultánea y transparente, ante la mirada del ``usuario''. Aparentemente ya no hay ``jerarquías'' de la información (``la información quiere ser libre'' -exactamente igual que el Capital Global). Pero si todo es conocido (como un acontecimiento pasivo, por así decirlo), ¿por qué debería yo perseguir el conocimiento de una forma activa? Mi acción de conocer no significa nada en un universo donde todo es conocido. Paradójicamente, parece que el conocimiento depende de la existencia del no-(o anti-)conocimiento. La oscuridad es necesaria para dar significado a la luz. Cuando todo está iluminado, entonces hasta la propia luz es una forma de oscuridad. El conocimiento universal es un tipo de agujero negro en el que todo se desvanece sin dejar rastro. Una gravedad infinita.
1995 fue ``el año de la Red'' -esto es, su último año de incertidumbre, de transformación, de potencial desconocido. Desde entonces el interrogante de la Red ya no me parece interesante. No diré que haya sido respondido, sino simplemente que ya no me importa. Lo que me resulta interesante es lo que no está en la Red. Por supuesto que, en algún sentido, parece imposible descubrir algo que no tenga su propia página web. Parece que se haya producido un cerramiento total -nada queda ya de un Lugar Exterior, de ninguna resistencia a la totalidad, de ningún margen. Bajo tales condiciones, sería difícil decidir qué podría ser ``interesante''. En un mundo de pura luz, la única difference está en los puntos de oscuridad, quizá en las negaciones deliberadas.
¿No es curioso que no haya emergido ningún tipo de resistencia global a través de la comunicación global en respuesta al Capital Global? Hay muchos asuntos individuales, muchas áreas de conflicto pero todavía no hay ningún sentido cohesivo de movimiento. Los residuos de la Izquierda parecen haber aceptado el triunfo del Capital y limitan sus respuestas a demandarle que muestre una ``cara humana''. La vieja y malvada Derecha del fundamentalismo y el nacionalismo étnico todavía lucha contra la homogeneidad y el hegemonismo de la información postmoderna -el nuevo fetichismo conductista de la mercancía-; es el último cartucho del Mal contra la nada de un mundo que ya no puede definirse como el ``Bien''. Sólo parece estar ausente el sentido de un ``movimiento de lo Social'' (o de algún valor moral equivalente) -de hecho, hablar de ello, hasta parece una broma de mal gusto, una frívola ilusión dejada por los años sesenta.
En cualquier caso, adiós a la Red. Si es posible que algo auténtico de la vida humana sobreviva en este Futuro al que hemos sido precipitados, ese algo no tendrá lugar en la Red. La red se ha convertido en un barrio demasiado frecuentado, en una sofocante arqueología de esperanzas sepultadas. Quizás es algo que (como diría Nietszche) puede ser ``superado'', el peso muerto de la crisis epistemológica, de la ingravidez mórbida del éxtasis virtual.