Tecnonomadismo y pensamiento rizomático

Franco Berardi, Bifo

Richard Barbrook es un simpático muchacho que vive en Londres, y que se ocupa de algo que conviene llamar centro de búsqueda hipermedia. Este centro depende de la universidad de Westminster, y Richard tiene un espacio Web en la universidad http://www.hrc.westminster.ac.uk.

Desgraciadamente, parecería que esta respetabilidad intelectual haya vuelto a Richard completamente intolerante respecto de toda visión del mundo que no esté de acuerdo con el racionalismo progresista. Defensor fanático del Estado providencia, Richard parece detestar a todos aquellos que no tratan a su dios con el debido respeto. El natural desuso de las teorías de Richard Barbrook se confirma, de manera deprimente, por el panfleto titulado ``(The Holy Fools)'', publicado por el centro de búsqueda hipermedia en 1998.

Tal y como aparece en el título, Barbrook ridiculiza el modo rizomático de pensar, y muy particularmente el de Deleuze y Guattari, ``The Holy Fools'', que pone en el mismo saco que la ``ideología californiana x'' y el tecnoliberalismo.

Cultura californiana y tecnonomadismo

¿Cuál es la lógica subyacente a semejante afirmación? El modo de pensamiento rizomático (o tecnonómada, como Barbrook lo eufemiza, dentro de una definición que no es tan abusiva como podría pensarse) comparte con las apologías del capitalismo high-tech el ser absolutamente actual, y absolutamente capaz de comprender la lógica intelectual inherente a las redes y al pancapitalismo. El pensamiento de Deleuze y Guattari ve el capitalismo en términos de flujos semióticos, y sitúa a ese nivel un potencial de crítica y de transformación que se expresa en términos de autoorganización molecular. El pensamiento tecnonómada constituye, así, el cuestionamiento más preciso y determinado de la ideología high-tech, el único modo de pensamiento capaz de tomar forma a lo largo de estas mismas líneas de fuga y según los mismos ritmos que la ideología high-tech, el único modo, insuperable, de crítica posible.

Es así que Félix Guattari escribe en Caósmosis que ``El caos democrático encubre una multitud de vectores de resingularización, de atractores de creatividad social en busca de actualización. No es cuestión aquí de lo aleatorio neoliberal y de su fanatismo de la economía de mercado, mercado unívoco, mercado de las redundancias de poder capitalísticas [...]''1

Por su parte, Barbrook pelea en todos los frentes contra los demonios del mundo moderno, considerándolos (como si hubiera algo malo en ello) como la reminiscencia de los demonios de los años sesenta. ``La Red es frecuentada por las esperanzas frustradas de los años sesenta. Puesto que simboliza un nuevo período de cambios rápidos, muchos comentaristas contemporáneos se vuelven hacia la revolución fallida de hace treinta años para explicar lo que ocurre hoy día. Los más famosos, los fundadores de Wired se han apropiado la retórica de la nueva izquierda para promover, en lo que concierne a la red, la política de la nueva derecha. En Europa, una larga tradición política de lucha de clases y una compulsión teórica vuelve poco creíble semejante equívoco ideológico. Pero, no obstante, eso no significa que los europeos estén libres de un elitismo numérico que ellos arriesgan en adoptarlo, en nombre de ideologías libertarias de los años sesenta. Ironía de la historia, esta unión de los contrarios es, en cambio, completamenteevidente en los escritos inspirados por Gilles Deleuze y Félix Guattari2''

Tecnonómadas y postrabajo

¿Quiénes son estos tecnonómadas?

Quisiera decir que el tecnonomadismo es la forma intelectualizada del postrabajo, en la medida en que organiza y se da a sí mismo el poder de transformar los circuitos productivos de información en la Red en circuitos de autoevaluación social y cultural.

La razón por la cual Barbrook entrevé en el tecnonomadismo una forma refinada de elitismo es una especie de misterio. ``En sus santos libros, Deleuze y Guattari propagan el mito de lo nómada para celebrar un tribalismo hippie. Durante los años sesenta, muchos revolucionarios pensaban que rebelarse contra lo tristes hábitos de la vida cotidiana constituía el mejor modo de destruir el capitalismo. En lugar de convertirse en dóciles trabajadores o en consumidores satisfechos, los hijos de las hormigas viven todos en tribus''. ``Las subculturas de la juventud contemporánea acatan ese credo hippie de una redención por un modo de vida bohemio. La vanguardia intelectual europea se ve particularmente atraída por la versión nómada de esta leyenda. Son relativamente privilegiados, y se benefician de un grado avanzado de movilidad profesional y turística, son profesores, artistas, militantes, hacen negocios y entablan relaciones en conferencias, en inauguraciones y exposiciones, bien sea en el continente o no importa dónde. Hoy día, los discípulos de Deleuze y Guattari se consideran móviles, en su imaginación, incluso cuando se sientan ante la pantalla de su ordenador. Estos son los espantamoscas de la tecnocomunicación, una cybertribu que sigue los flujos y se pasea en los espacios del mundo virtual 3.''

Barbrook describe este estilo de vida (el postrabajo que interviene en los circuitos de la producción informacional) con el tono escandalizado de una vieja con bigote describiendo un ritual satánico. De acuerdo, es exacto que estos corrompidos esclavos, sometidos a los circuitos tecnomediáticos, hacen contactos en reuniones o en exposiciones artistas. Sí, viajan mucho. Pero lo que no queda claro es por qué eso debería ser considerado como la prueba de la corrupción de los Holy Fools Deleuze y Guattari.

La movilidad física y virtual está en el centro de la cultura de la comunicación y de las redes, ella hace integralmente parte de los procesos de producción de la información. Admitamos que los tecnonómadas no trabajan en minas ni en altos hornos, pero están expuestos a una nueva forma de neuroexplotación, y están en condiciones de catalizar dinámicas de transformación a escala de toda la sociedad.

Para no extenderme demasiado, diré que Barbrook se escandaliza por la posición anti-Estado tomada por Deleuze y Guattari. En la sombría realidad de la experiencia del proletariado industrial, Barbrook parece querer decirnos que no hay más que una única esperanza, y que esta esperanza está en el Estado, que es quien puede curar las heridas y aligerar los sufrimientos de la población obrera.

Yo no creo que el Estado haya algún día aligerado los sufrimientos de alguien y, seguidamente, haya necesitado mucho tiempo para reconstruir el marco de explotación capitalista.

Hoy día ése no es ciertamente el papel que juega el Estado, y nunca será ése el sentido. Y ello no es porque el Estado sea un diablo compuesto de demonios, sino sencilamente porque la capacidad política de gobernar, en una sociedad complicada por una proliferación de tecnocomunicaciones como es la nuestra, es miserablemente inadecuada.

El proceso de producción trenza un bucle rizomático y molecular de tal complejidad que no puede ser reconocido por una estructura de inteligencia central, y las corrientes económicas y semióticas abandonan los espacios que aún podrían ser gobernados por una política estática, por los dominios de lo virtual, en donde ninguna autoridad está en condiciones de ejercer un mandato. El mando se inscribe en los automatismos de la tecnología, de la finanza y del psiquismo colectivo, y la sociedad debe dotarse de la capacidad de tomar para sí la responsabilidad de su autoorganización.

De radio Alice a la red

Uno de los blancos privilegiados de Richard Barbrook es el del determinismo tecnológico, y, ahí, sería muy difícil no estar de acuerdo con él. Es exacto que el desarrollo tecnológico no es, en sí mismo, portador de ninguna libertad, de ningún ensanchamiento del horizonte, de ninguna democracia y de ningún bienestar que le fuera inherente. Al contrario, tal y como podemos ver en los libros de historia, mucho más frecuente que lo contrario, la tecnología es una factor de pobreza y de tiranía. Pero es aquí en donde hay un poco de confusión, y es que Barbrook no tiene en cuenta eso, con respecto de los Holy Fools Deleuze y Guattari (muy especialmente Guattari) cuando les reprocha su tecnodeterminismo. Capítulos enteros del libro de Barbrook están dedicados al trabajo militante y a las teorías de Félix Guattari en relación, primero, con las radios libres, y después con la red.

En los años sesenta, Guattari se sintió profundamente concernido por el modo como las radios libres abrían la posibilidad de una autoorganización política, social y cultural. Esta experiencia de las radios libres (en particular de Radio Alice, que desde el principio expresa la conciencia que ellatenía del potencial innovador de un medio rizomático en su interacción continua con sus auditores) era portadora de un principio de autoorganización tecnocomunicacional que anticipaba la explosión de la era de la red telemática. Más tarde, influenciado por la experiencia del minitel, el primer ejemplo de una red telemática europea, que se desarollaba en Francia a comienzos de los años ochenta, Guattari empieza a hablar del horizonte de una civilización posmediática en la cual el flujo de la comunicación no estaría ya controlado por un cuerpo gobernante que transmitiera la información hacia abajo, a un público pasivo, sino que constituiría una red densa de intercambios rizomáticos que circularían de manera horizontal.

Con el fin de demostrar que Guattari (del que no se puede negar el carácter extraordinario de la previsión) es un ``holy fool'', Barbrook cuenta la historia de las relaciones de Félix con las radios francesas e italianas entre 1977 y 1982. Su reconstrucción de los acontecimientos es totalmente falsa, inexacta y políticamente repugnante.

En resumen, Barbrook avanza que Guattari provoca la disolución de las radios en las que él estaba implicado (Radio Alice y Radio Fréquence Libre), porque introducía el veneno corruptor de un nomadismo extremista en radios que, si se las hubiera dejado con su lógica de funcionamiento, habrían sido completamente honestas estructuras de información para la edificación del buen pueblo trabajador. No hay materia para discutir la reconstrucción de los acontecimientos efectuada por Barbrook: es totalmente desviaday desinformada, por no decir completamente falsa.

Radio Alice fue cerrada por la policía en marzo de 1977 porque funcionaba como un instrumento de autoorganización para la revuelta de los estudiantes y de los proletarios. Barbrook mantiene que se cerró porque se dedicaba a la conversión de los habitantes de Bolonia a la EsquizoPolítica, y que, naturalmente, la población de Bolonia no estaba interesada en eso.

Radio Fréquenze Libre fue cerrada por la administración de Mitterrand porque no tenía muchos auditores (solamente 30.000, según Barbrook) y sin embargo recibía subvenciones normales.

En su introducción a Radio Alice, radio libre, un libro publicado en París en el verano de 1997, Guattari escribe: ``La policía destruyó Radio Alice, sus organizadores fueron arrojados fuera, condenados y encerrados, y sus oficinas desmanteladas, pero el trabajo revolucionario de desterritorialización continuaba su camino, sin pausa, en el corazón del sistema nervioso de sus perseguidores.'' Barbrook cita este pasaje con desprecio, pero hace mal, pues es exactamente lo que ocurrió. Radio Alice fue la primera experiencia de desterritorialización en el sistema de tecnocomunicaciones, un ataque contra el sistema centralizado de los media y contra la utilización de una red de difusión de la comunicación como factor de autoorganización, exactamente lo que dice Guattari.

Estética y sensibilidad en la esfera de la producción de la información

¿Qué es lo que contienen exactamente los escritos de Deleuze y Guattari, que puedan irritar tanto a Barbrook? La estetización de mayo del 68 se ha vuelto mucho más fácil gracias al estilo poético de Deleuze y Guattari. Como en la pintura modernista, en donde el realismo del texto es reemplazado por una fascinación por las técnicas formales de la producción teórica, para Deleuze y Guattari la teoría es más un trozo de literatura que expresa una emoción que una herramienta para comprender la realidad social. Habiendo fallado en la práctica, la política de la nueva izquierda quiere vivir como una teoría del arte. La crítica esencial que Richard Barbrook desarrolla contra el movimiento rizomático es que éste pretende reemplazar la crítica y la revuelta social por un paradigma estético.

Richard critica a los tecnonómadas porque estosprefieren la poesía a un Estadoprovidencia benefactor. Si nos apartamos de la simplicidad de su lenguaje, Barbrook ha identificado el aspecto esencial del pensamiento rizomático. Tiene razón, la estética está en el pensamiento de Guattari. Si Barbrook hubiera leído el último libro de Guattari, Chaosmose, se habría encontrado con un capítulo titulado ``Le nouveau paradigme esthétique''. ¿Pero, entonces, qué es la estética?

La estética no es solamente la ciencia de la belleza de los objetos, como comúnmente admite la filosofía occidental. La estética es también (y es esto lo que más nos interesa) la ciencia de la sensibilidad de la percepción, la ciencia del contacto de la piel, la ciencia de la proyección de los mundos por una subjetividad aún en formación. En la esfera del capitalismo global, el lugar de trabajo esencial, el centro de la explotación económica del sufrimiento psíquico y de los estímulos nerviosos deviene espíritu humano, y, más exactamente, la relación entre el cuerpo y el espíritu afectado por las consecuencias patógenas de la sobrecarga informacional.

La aceleración capitalística, la virtualización de los contactos, la desaparición global de los territorios culturales han disuelto y provocado el desmoronamiento de nuestros modelos antropológicos tradicionales y de los sistemas psicoculturales más profundamente arraigados, con los que todos participábamos en la elaboración del imaginario social, de toda nuestra sensibilidad.

Las batallas más delicadas y las más intensas se libran a nivel emocional. El bombardeo de los media tiene un efecto brutal sobre la redefinición de la sensibilidad, la imaginación es ocupada por monstruos que se desplazan a velocidades extremas, y la psique colectiva es invadida por virus mutágenos.La explosión mediática de la epidemia del sida corre a la par de la virtualización de las relaciones entre los organismos conscientes. La estética se consagra al estudio a la manera como un cuerpo es percibido por otro cuerpo en la esfera de lo social. La estética tiene entonces mucho que ver con el problema del racismo y del nacionalismo en un entorno globalizado. Voilà por qué Guattari ha querido poner el paradigma estético en el centro de su pensamiento y de su acción política y terapeútica.

Barbrook parece, demasiado extrañamente, no estar al corriente de esta situación cuando se burla del esteticismo del pensamiento de Deleuze y Guattari. Si dejamos de lado la ridícula denuncia según la cual la estética conduce al fascismo, tal y como atestiguaría el movimiento futurista italiano (un movimiento del que Barbrook parece tener un conocimiento muy superficial), la debilidad fundamental de los argumentos de Barbrook reside en su incapacidad para comprender hasta qué punto la importancia de la estética representa una clave para la interpretación extremadamente útil, que nada tiene que ver con un snobismo romántico tardío.

``Los dos filósofos han sustituido la revolución social por una redención éticoestética.La nueva izquierda no quiere cambiar los métodos de producción. En su lugar, estos filósofos llaman a la sustitución del trabajo disciplinado por un deseo espontáneo: el rechazo del trabajo. Las proletarias se han transformado en artistas. En los años noventa, los tecnonómadas han necesitado de este mito ultraizquierdista para justificar la resurrección de una tradición vanguardista. Tras su trasmutación en postura éticoestética, el anarcocomunismo deviene el augurio de un superhombretecnonómada4.''

El proletariado se ha transformado en artista, dice burlonamente Barbrook; no obstante, es exactamente el caso hoy día. La diferencia es que esta situación no ha llegado por medio de la condescendencia de una vanguardia, sino sencillamente porque la tecnología ha hecho posible la automatización de la producción repetitiva, y ha canalizado el trabajo productivo hacia la dimensión creativa de lo irrepetible y de lo eventual (ver el libro de Philippe Zarifian: Trabajo y acontecimiento).

Esto no quiere decir que el trabajo productivo haya devenido un paraíso de artista. De existir algo así, sería exactamente lo contrario: el arte ha sido aspirado en el encierro del trabajo productivo. El hecho de que el trabajo intelectual no represente más que a una minoría de la población no significa absolutamente nada. Ya en la época de la revolución industrial, la clase obrera no constituía más que una minoría de la población, cosa que no ha impedido que jugara un papel absolutamente decisivo para la totalidad de las relaciones sociales.

A pesar de su mala voluntad y de su conformismo, leer a Barbrook puede ser útil para la comprensión de conceptos que él desprecia totalmente.




Copyright ©2001 Franco Berardi
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Publicado orginalmente en el número 5 (mayo 2001) de la revista francesa Multitudes
Traducción: Beñat Baltza


1
Félix Guattari, Chaosmose, Paris, Galilée 1992, p.162. Trad. cast: Caósmosis, Irene Agoff, Buenos Aires. Ed. Manantial 1996, p. 143.
2
Richard Barbrook, The Holy Fools.
3
Richard Barbrook, Op. cit
4
Richard Barbrook, Op. cit

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