Se titula Por una cultura libre, su autor es Lawrence Lessig, y
próximamente estará en las librerías de toda España.1 Su tesis es muy sencilla:
la cultura se crea construyendo sobre las bases del gran fondo común de la
cultura existente anteriormente, y las sucesivas redefiniciones de la
propiedad intelectual limitan la posibilidad de esta construcción al dar
derechos de propiedad cada vez más extensos (tanto en el tiempo como en el
ámbito de su aplicación) a los creadores y a los concesionarios de los
derechos.
Por una cultura libre aboga por un nuevo sistema de equilibrios entre
la propiedad intelectual y el interés público, de forma convincente y radical.
Y no es radical porque proponga la abolición de la propiedad intelectual: muy
al contrario. Lessig fue el secretario del tribunal del conservador juez
Scalia y, como constitucionalista norteamericano, basa todo su argumento en la
llamada Cláusula del Progreso de la Constitución de los EE.UU.: el Congreso
puede otorgar monopolios por un tiempo limitado para favorecer el progreso de
las artes y las ciencias.
Es ya un lugar común para los interesados en estos temas cómo el plazo de
exclusividad de derechos de autor se extiende cada vez que Mickey Mouse está
a punto de pasar al dominio público. Se diría que el valor comercial de
una propiedad intelectual es el único criterio a la hora de establecer la
legislación que la regula; es lo que Lessig llama la doctrina de «si hay
valor, hay derecho». Y, sin embargo, la propiedad siempre ha tenido límites.
El libro abre con el ejemplo de los pleitos de primeros de siglo (los
ejemplos son norteamericanos, pero los mismos pleitos se dieron en Europa)
sobre si los propietarios de las tierras tenían derecho a impedir que los
aviones sobrevolaran sus propiedades.
La respuesta, todos lo sabemos, es «no». Lessig usa esa analogía para
encontrar límites a la propiedad intelectual: donde el propietario no puede
extraer valor, o donde ese valor ya ha sido reembolsado por la sociedad,
Lessig aboga por el dominio público, por los commons o tierras comunales,
lo que en España se denomina «el procomún». No en vano Lessig es el fundador
de Creative Commons.
Muchos criticarán a Lessig por este libro: los maximalistas de los derechos
de autor, por supuesto; pero también los anarquistas del copyright, que se
horrorizarán ante la defensa que hace Lessig del valor social de la
propiedad intelectual y el mercado. No se dejen engañar. Bajo este manto
posibilista, Por una cultura libre representa una propuesta mucho más
radical que «cambiarlo todo para que nada cambie»: ajustar sólo lo que
realmente importa, para que todos tengamos una cultura algo más libre.
Este documento ha sido convertido desde LATEX por HEVEA para la Biblioweb de sinDominio.