A propósito de «Imposturas intelectuales»:
Una entrevista a Alan Sokal
Salvador López Arnal y Joan Benach *
Alan Sokal es profesor de física en la Universidad de Nueva York, investigador
en el campo de la física de partículas y coautor, juntamente con Jean
Bricmont, a su vez profesor de física teórica en la Universidad Católica de
Lovaina, de Imposturas intelectuales, libro editado en 1999 por
Paidós en castellano y por Empúries en catalán.
El nombre de Alan Sokal apareció en la primera página de conocidos periódicos
norteamericanos y europeos cuando se supo que un artículo suyo publicado en
Social Text en 1996 no era ni más menos que una trabajada parodia con
carga de profundidad anti-posmoderna, anti-relativista y
anti-deconstructivista. El libro sobre el que discutimos a lo largo de la
entrevista fue editado un año más tarde y en él Sokal expone y profundiza sus
ideas sobre las imposturas y la falta de rigor de algunos intelectuales que,
básicamente, son de origen francés, sin que esto tenga relevancia especial
alguna. Como el mismo Sokal afirma en la entrevista, posición que los
entrevistadores gozosamente compartimos, las ideas, como los trabajadores, no
tienen patria, o mejor, no deberían tenerla, y de hecho muchos de los autores
citados en el artículo publicado en Social Text no son franceses, sino
norteamericanos. Así pues, ver esas críticas como una manifestación de
prepotencia norteamericana o de animadversión belga hacia la cultura francesa
es una auténtica parodia, en este caso absolutamente irrelevante, de lo
discutido.
El artículo de Sokal lleva por título «Transgressing the Boundaries: Toward a
Transformative Hermeneutics of Quantum Gravity» («Transgredir las fronteras:
hacia una hermenéutica transformadora de la gravedad cuántica») 1 y fue tomado originariamente como una
defensa del posmodernismo cultural y filosófico, realizado además, para
regocijo de los posmodernistas, por un científico proveniente de la
hard science. ¡Al fin, los físicos teóricos, los científicos de la
naturaleza, se habían dado cuenta de la real marcha de las cosas! Un mes
después de su publicación, el propio Sokal se encargó de explicar que se
trataba de una mera parodia que intentaba mostrar el abuso intencionado de
términos científicos por parte de algunos intelectuales, filósofos y
científicos sociales, y de la vaciedad teórica que se ocultaba detrás de
discursos supuestamente profundos por oscuros. Social Text se negó
esta vez a publicar este breve artículo: «Transgressing the Boundaries: An
Afterword» («Transgredir las fronteras: un epílogo»)2 alegando que no se atenía a sus pautas de calidad
intelectual. El texto se publicó, por fin, en otoño de 1996.3
Imposturas intelectuales es, en nuestra opinión, un análisis
demoledor de lo que el mismo Sokal ha llamado el «raciocinio chapucero» de
posmodernistas, constructivistas sociales y relativistas cognitivos, amén de
antiguos estructuralistas. Sokal y Bricmont reconocen que muchas ideas de la
corriente intelectual que genéricamente llaman -a falta de un término mejor-
«posmodernismo» aportan una corrección necesaria a un modernismo ingenuo
(creencia en el progreso indefinido y continuado, cientificismo, eurocentrismo
cultural, etc.). Sin embargo, critican la versión posmodernista más radical
caracterizada por su rechazo de la tradición racionalista de la Ilustración,
por realizar elaboraciones teóricas desconectadas de cualquier prueba
empírica, y por un relativismo cognitivo y cultural que considera que la
ciencia no es nada más que una «narración», un «mito» o una «construcción
social».
Desde un punto de vista filosófico el punto nodal de su trabajo es su crítica
a las concepciones que niegan objetividad al conocimiento científico, a las
posiciones que sostienen que no existen verdades objetivas ni en ciencias
sociales ni en ciencias naturales, y que la validez de cualquier afirmación es
relativa al individuo que la elaboró, al grupo social o al género al que
pertenece o a la cultura en la que se encuentra inmerso. En todo caso, es
bueno recordar que su análisis se centra exclusivamente en el ámbito de las
ciencias naturales. De ello, sin embargo, no debería inferirse la aceptación
del relativismo cognitivo en el ámbito de las ciencias sociales. Los autores,
simplemente, no se manifiestan sobre este punto.
Para Sokal y Bricmont el efecto negativo de la versión radical del
«posmodernismo» es triple: una pérdida lastimosa de tiempo en las ciencias
sociales, una confusión cultural que favorece el oscurantismo y un
debilitamiento de la izquierda política. Las implicaciones políticas de la
posición epistémica relativista, claramente reflejadas por Sokal en la
entrevista, se fundamentan en que «el relativismo es un fundamento
extremadamente débil para erigir una crítica del orden social
establecido».4
Sokal fue profesor de matemáticas en la Universidad Nacional Autónoma de
Nicaragua en Managua durante los veranos de 1986 a 1988. Los entrevistadores
supusimos que su castellano cervantino provenía de esta experiencia pedagógica
durante el gobierno sandinista. El mismo Sokal nos sacó de nuestro error: a
los 25 años, siendo estudiante en la Universidad de Princeton, era miembro
activo de los comités de solidaridad con Chile, y empezó por ello, y por la
estancia de su hermana en Latinoamérica, a estudiar castellano. Lo aprendió
leyendo a Mafalda y escuchando a Víctor Jara. Al recordado cantor de
«Manifiesto», «Luchín» o «Te recuerdo, Amanda», seguramente le hubiera
complacido conocer esta información.
La entrevista fue realizada el 20 de abril de 1999 en Barcelona. La
presentación y notas que acompañan la entrevista son de nuestra entera
responsabilidad. Agradecemos a José A. Tapia su revisión y correcciones del
texto.
Salvador López Arnal y Joan Benach (SLA-JB):
«Imposturas intelectuales» está estructurado, tal como ustedes
mismos señalan en la introducción, sobre dos temas distintos. ¿Podría
explicarnos brevemente el núcleo, las tesis básicas, de estas dos partes
diferenciadas?
Alan Sokal: La primera parte del libro es una
compilación de abusos groseros en el uso de conceptos o términos científicos,
por parte de ciertos renombrados intelectuales, digamos filosófico-literarios,
franceses, como Jacques Lacan, Julia Kristeva, Jean Baudrillard, Gilles
Deleuze, Félix Guattari, etc.5 Demostramos, creo que sin
lugar a dudas, que estos autores han tirado palabras eruditas a la cara de sus
lectores no científicos sin preocuparse en lo más mínimo por su significado y,
sobre todo, por su relevancia para los temas que pretendían estudiar, ya sea
el psicoanálisis, la semiótica, la sociología, la filosofía, o lo que sea.
Obviamente ésta es la parte del libro que provocó tanto escándalo en Francia,
pero, desde mi punto de vista, es la parte intelectualmente menos interesante
porque creo que, de hecho, es irrebatible. En Francia, en las críticas que
fueron publicadas después de la publicación de nuestro libro, casi nadie trató
realmente de abordar nuestros argumentos y de refutarlos. Se hicieron críticas
irrelevantes acerca de nuestras supuestas motivaciones para escribir el libro,
o referencias a otros asuntos laterales, pero no se intentó refutar nuestros
argumentos.
Ahora bien, la segunda parte del libro6 me parece más interesante y también mucho más
delicada. Se trata de una crítica del relativismo cognitivo, de la idea de que
afirmaciones de hecho -ya sean hechos comunes como, por ejemplo, hay un vaso
de agua sobre la mesa delante de mí, o afirmaciones históricas o científicas-
no pueden ser verdaderas o falsas objetivamente, transculturalmente, sino que
sólo pueden ser verdaderas o falsas relativamente a una cultura o a un
determinado grupo social. Nosotros queremos criticar esas ideas y tratar
también de explicar en parte cómo surgieron. Esas concepciones surgieron
partiendo de ideas válidas de la filosofía de la ciencia contemporánea, pero
fueron deslizándose hacia nociones, a nuestro parecer, no válidas, gracias a
ambigüedades del lenguaje y a errores de lógica. El propósito de ese largo
capítulo del libro es desenredar algunas de las confusiones que nos parecen
muy difundidas -no tanto en círculos filosóficos sino en círculos de las
ciencias sociales-, por lo menos en Estados Unidos, pero nos parece que ocurre
también en otros países.
Este es más o menos el resumen del contenido del libro y es natural,
obviamente, preguntarse cuál es la relación entre estas dos partes, por qué
hemos decidido juntarlas en un único libro. De hecho, Jean Bricmont y yo
discutimos durante mucho tiempo antes de decidirnos a poner las dos cosas
juntas. La relación entre las dos partes del libro es principalmente
sociológica, es decir, que los pensadores franceses de las imposturas
propiamente dichas, la primera parte del libro, están de moda en muchos de los
mismos círculos académicos, por lo menos norteamericanos, en los que el
relativismo cognitivo es moneda corriente, en los que es la filosofía
subyacente general. Pero es importante subrayar que la palabra
imposturas del título se refiere únicamente a la primera parte del
libro y que en la segunda parte, en la dedicada al relativismo, no acusamos a
nadie de imposturas. Criticamos a algunos autores de errores de pensamiento,
de ambigüedades del lenguaje, pero no de imposturas.
SLA-JB: En todo caso, más allá de esta vinculación sociológica, ustedes
admitirían seguramente lectores/as que coincidieran con las posiciones que
ustedes mantienen en ambas partes y otros/as que, por contra, solamente lo
hicieran con las tesis de alguna de estas dos partes.
Sokal: Claro, claro. Los argumentos de las dos partes deben ser evaluados
separadamente. El lector tiene todo el derecho en estar de acuerdo con
nosotros sólo en una parte y no en la otra. Yo añadiría también que en la
primera parte, en la dedicada a las imposturas, se trata de ocho o nueve
autores distintos y cada uno tiene que ser juzgado independientemente.
Obviamente, no podemos inculparle a Kristeva las imposturas de Lacan o
viceversa. Cada texto tiene que ser valorado separadamente. El lector tiene
todo el derecho de discrepar de nosotros en algo y estar de acuerdo en otra
cosa.
SLA-JB: Si le parece podríamos centrarnos, en primer lugar,
en el apartado de las imposturas, en sus comentarios críticos a la obra de
Jacques Lacan, de Julia Kristeva, de Paul Virilio, etc. Si no todos, la
mayoría de los autores criticados son franceses. ¿Tienen ustedes alguna
especial animadversión respecto a la intelectualidad francesa? ¿Podría
indicarnos sucintamente qué es exactamente lo que ustedes sostienen respecto a
la obra de estos autores?
Sokal: En absoluto, nuestras críticas no tienen nada que ver con una posición
nacionalista. El hecho de que los autores de esta primera parte sean franceses
se debe a varios factores. En primer lugar, a nuestra competencia. Bricmont y
yo no leemos alemán, por ejemplo. No somos entonces competentes para criticar
a escritores alemanes contemporáneos o no contemporáneos.
Hay otras razones, pero para explicarme mejor tengo que volver a la parodia
que dio lugar a todo esto. En la parodia verán que los autores citados son
principalmente norteamericanos y británicos, y sólo en menor medida franceses.
Pero me di cuenta de una distinción sociológica: los autores norteamericanos
que yo citaba son generalmente profesores con puestos fijos en buenas
universidades, pero no son estrellas intelectuales, por la simple razón de que
en Estados Unidos no existen estrellas intelectuales, es un país
principalmente anti-intelectual. En Francia, sin embargo, hay estrellas
intelectuales y los autores citados en la parodia figuran entre las estrellas
supuestamente más brillantes del pensamiento contemporáneo francés. Entonces,
obviamente, la decisión de qué textos conviene criticar no es exclusivamente
función del grado del abuso cometido, sino también de la notoriedad de los
autores. No es muy relevante criticar a autores desconocidos.
Ahora bien, hablando con amigos norteamericanos de las humanidades y de las
ciencias sociales, me dijeron: mira, estos autores franceses son muy
importantes en nuestros campos, están muy de moda, y tú los has pillado con
las manos en la masa. Tienes la obligación moral de hacer público el dossier
que tienes.
El dossier que había compilado iba mucho más allá de lo que había expuesto en
la parodia. Entonces, cuando me di cuenta de que los más importantes
escritores en el dossier eran franceses, pensé que lo justo era escribir el
libro en francés y publicarlo en Francia en primer lugar, porque no sería
justo lanzar una bomba de tal envergadura desde el otro lado del charco. Era
consciente de que, en parte, iba a provocar una reacción nacionalista y que
aún hubiera sido peor si hubiéramos publicado el libro en inglés en Estados
Unidos. Fue por eso por lo que Jean Bricmont aceptó colaborar conmigo y por lo
que lo escribimos en francés.7
Pero tengo que subrayar que no se trata de ninguna discusión nacionalista.
Para nosotros las ideas no tienen patria. Nuestro libro es simplemente una
crítica de ciertos textos de ciertos autores que resulta que son franceses,
pero no es una crítica global al «pensamiento francés», así entre comillas. En
realidad, yo no creo que haya un pensamiento francés o un pensamiento
norteamericano o un pensamiento catalán.
SLA-JB: Déjenos defender causas que no son nuestras. Ustedes
denuncian a estos autores por hablar prolijamente de teorías científicas y por
el uso indebido de cierta terminología, pero permítanos decirle que tal vez
eso sea algo injusto. Puede ser lógico que autores no especialistas usen
términos de las ciencias naturales y de las ciencias formales con cierta
imprecisión. Ustedes, por ejemplo, citan el caso de una ecuación mal copiada
por Latour (nota 4, p. 132), pero aquí, como en muchos otros asuntos, quien
esté libre de pecado que tire la primera piedra. Ustedes son
físicos-matemáticos, físicos-teóricos, y, sin embargo, en este libro, no en
sus ensayos más científicos, creemos que se les han «colado» algunas
imprecisiones. Así, en la p. 41, en la nota 8, ustedes escriben: «Un número
se llama «irracional» cuando no se puede expresar como la razón de dos
números enteros». Y ponen los ejemplos de la raíz cuadrada de 2 o de p.
Luego siguen: «Los números «imaginarios», por su parte se introducen
como soluciones de las ecuaciones polinómicas que tienen soluciones entre los
números reales...» Pero, como es lógico, debería decir no que «tienen
soluciones entre los números reales» sino que «no tienen soluciones entre
los números reales».
Sokal: Obviamente. Es un error que se deslizó, es un simple error
tipográfico. Pedimos disculpas.
SLA-JB: Pero, por ejemplo, en la pág. 55...
Sokal: (dirigiéndose a la compañera de editorial
Paidós): Anota todos los errores tipográficos, por favor. Gracias.
SLA-JB: No sabemos si este es un error tipográfico. En la p. 55,
final de la nota 3, ustedes afirman: «De un modo más general, se puede
demostrar que cada conjunto infinito se puede poner en correspondencia
uno-a-uno con algunos de sus subconjuntos». Pero definido así, y aunque el
«algunos» les salve un poco, cualquier conjunto es infinito porque cualquier
conjunto se puede poner en correspondencia biunívoca consigo mismo. Ustedes
deberían haber escrito aquí «con algunos de sus subconjuntos propios».
Sokal: Propios, efectivamente.
SLA-JB: Y no lo hacen. Decimos esto por lo que discutíamos
anteriormente. Si ustedes, que son físicos teóricos, cometen algún desliz,
cosa probablemente inevitable, con más razón personas que no son de su campo
pueden cometer algunos errores de más calado.
Sokal: La pregunta tiene dos partes. La primera parte requiere
defender nuestro propio libro contra acusaciones de haber cometido errores. El
otro tema es defender nuestra crítica de esos autores, crítica que no tiene
nada que ver con errores tipográficos ni con pequeños deslices.
En primer lugar, muchas gracias por haber señalado que se nos escapó un «no».
Si miran la edición inglesa o francesa, verán que hay un «no» en esa
definición. Podemos corregirlo para futuras reediciones.
En cuanto a la otra frase, tienen razón en cuanto que si escribiéramos para un
público científico hubiéramos escrito «subconjuntos propios». Soy muy
consciente de ello. En todo caso, no pretendíamos definir el concepto de
conjunto infinito sino señalar una de sus propiedades. Fue una decisión
pedagógica omitir la palabra «propios», visto que estábamos escribiendo para
lectores no científicos, de los que no podemos suponer que entenderían lo que
es un subconjunto propio. Decidimos omitir el adjetivo «propio» para no crear
más confusión y, en realidad, no me acuerdo si en las ediciones francesa o
inglesa hemos hecho lo mismo. No es una cosa muy importante.
Ahora bien, pasemos a la parte más importante de la pregunta. ¿Qué es lo que
han hecho estos autores? Mantengo que no se trata de errores tipográficos, ni
de pequeños deslices, ni de pequeños errores. Si fuera así tendrían toda la
razón para sostener que no tiene sentido escribir todo un libro con el título
de Imposturas intelectuales, para criticar pequeños errores por parte
de no especialistas. Pero no se trata de pequeños errores.
Por ejemplo, lo que han señalado de Latour lo han cogido de una nota de pie de
página en la cual decimos «Digamos de pasada que Latour copió mal estas
ecuaciones». Obviamente, el centro de nuestra crítica no tiene que ver con el
hecho de que Latour copie mal ciertas ecuaciones. Entendernos así es ridículo.
Nuestra crítica, en este caso, está centrada en el hecho de que él pretende
hacer afirmaciones profundas sobre el contenido de la teoría de la
relatividad, de sus implicaciones filosóficas y sociológicas, sin comprender
algunos de los puntos claves de esa teoría.
En cuanto a los otros autores, creo que su situación es aún peor que la de
Latour. Puedo decir honestamente que el capítulo que hemos dedicado a Latour
es el más débil del libro, en el sentido de que las imposturas de Latour son
menos graves que las de Lacan o Kristeva, por ejemplo, o las de Deleuze o
Guattari. No se trata, ni siquiera en el caso de Latour pero sobre todo en el
caso de los demás, de meros errores. Se trata de tirar palabras eruditas a la
cara del lector sin preocuparse por su significado y sin preocuparse por
explicar su significado a sus lectores -que se supone que, en general, no son
científicos- y, sobre todo, sin preocuparse por dar argumentos sobre la
relevancia de estos conceptos o términos científicos en los campos que quieren
estudiar.
Por ejemplo, Kristeva cita fórmulas y teoremas extremadamente rebuscados de la
lógica matemática. Son partes de la lógica formal que no son utilizadas en el
99% de los trabajos publicados en revistas especializadas de matemática, que
no aparecen que yo sepa en física (y yo soy físico-matemático), y ciertamente
nunca son utilizados en química o biología. Sin embargo, ella pretende que son
conceptos clave para una teoría del lenguaje poético. Pero obviamente sin
proporcionar el menor razonamiento, sino, simplemente, tirando esas palabras a
la cara del lector para intimidarlo, para impresionar al lector no científico.
La crítica que acaban de formular puede sonar verosímil para quien no haya
leído el libro. Suena verosímil a priori si no se han leído los extractos que
nosotros criticamos, pero si se leen cuidadosamente te das cuenta de que no se
trata de meros errores. Es un hecho interesante que en la mayor parte de las
reseñas favorables a nuestro libro se reproducen algunos de los textos de
Lacan, de Kristeva, de Irigaray o de Deleuze que criticamos, para dar al
lector de la reseña una idea de lo que estamos criticando; mientras que las
reseñas desfavorables suelen mantenerse a un nivel de abstracción. Quieren
defender el derecho de las ciencias sociales o de la filosofía a importar
conceptos de otros campos teóricos, quieren defender el derecho a la metáfora,
quieren defender el derecho al pensamiento complejo. Ahora bien, nosotros
estamos a favor de todos esos derechos, pero todo esto no tiene nada que ver
con defender la validez de los textos concretos que nosotros criticamos en el
libro.
SLA-JB: Permítanos seguir en la línea de defensa anterior...
Sokal: Claro, claro, es así como podremos llegar a algún
conocimiento, confrontando los argumentos.
SLA-JB: Hay otra cosa que le queríamos comentar y es que las
interpretaciones que ustedes hacen de los textos que citan tal vez no sean las
únicas posibles.
Sokal: Es posible. Vamos a ver.
SLA-JB: En algunos casos, otras lecturas, otras interpretaciones de los
textos, podrían estar más próximas a las posibles intencionalidades del autor.
Usted citaba anteriormente a Lacan y a Kristeva. Nosotros queríamos discutir
con usted dos textos, uno de Lacan y otro de Kristeva.
Sokal: Perfecto.
SLA-JB: En la página 41 de su libro, ustedes citan un texto
de Lacan.
Sokal: Sobre los números irracionales e imaginarios.
SLA-JB: Efectivamente. Nosotros coincidimos con usted en que
no es fácil ver la función teórica de las metáforas usadas aquí por Lacan,
pero no vemos que, necesariamente, Lacan confunda, tal vez sí, las nociones de
número irracional y número imaginario.
Él sostiene en el texto que comentamos que «... la vida humana se
podría definir como un cálculo en el que el cero sería irracional». Punto y
seguido. Nos aclara explícitamente que esta fórmula no es más que una imagen,
una metáfora matemática. Y luego nos indica el uso que él hace del término
«irracional». Y dice: «Cuando digo irracional, no me refiero a
cualquier estado emocional insondable, sino precisamente a lo que se denomina
un número imaginario...» y luego continua con el ejemplo de la raíz cuadrada
de -1. De ahí nosotros no inferimos que él confunda número irracional con
número imaginario sino, más bien, que usa el término «irracional» al definir
metafóricamente la vida humana y luego lo define como él cree más
conveniente.
Sokal: ¿Define irracional como equivalente de
imaginario? Es posible, pero sería muy extraño utilizar para ello dos
palabras, o más bien varias palabras, que tienen sentido matemático-técnico.
Está hablando de fórmulas y en matemáticas «cero» es un concepto matemático,
e «irracional» es otro término matemático, al igual que «imaginario».
SLA-JB: Pero aquí, en este contexto, tal vez con
«irracional» se quiera significar no imaginable, no intuible, o algo
similar.
Sokal: Sí, sí, pero sería extraño, muy extraño, utilizar tantos
términos de la matemática para ello. No hay que olvidar que usa algunos de
ellos, por ejemplo «imaginario», claramente en su sentido técnico; sería
entonces extraño utilizar el término irracional, que también tiene un
significado matemático, no en su significado matemático sino como mero
sinónimo de otra palabra, imaginario, usada en su sentido técnico.
Resultaría todo ello muy extraño.
Pero tengo que decir que el nudo gordiano, el centro de nuestra crítica no
está en el uso de las palabras «irracional» o «imaginario» sino en que está
tirando a la cara del lector una supuesta metáfora matemática que no parece
tener sentido desde un punto de vista matemático y, además, él no explica a
sus lectores no científicos qué está tratando de decir con «La vida humana se
podría definir como un cálculo en el que el cero sería irracional». Quiera
decir lo que quiera decir «irracional», ¿qué sería un cálculo en el que el
cero sería irracional, y qué tendría que ver con la vida humana? Parece más un
aforismo que un razonamiento. Lacan está dictando desde la posición del «gran
pensador» y, desde ella, puede decir lo que quiera sin preocuparse por el
sentido de sus palabras. Decir cosas como que «la vida humana se podría
definir como un cálculo en el que el cero sería irracional», aforismos de ese
género, son típicos de escritos religiosos, porque se sabe que los escritos
religiosos no tienen sentido racional y que están allí para dar una apariencia
de profundidad inalcanzable para el lector ordinario, y me parece que muchos
textos de Lacan desempeñan la misma función, que hay una cierta afinidad entre
algunos de sus escritos y los textos religiosos.
También tengo que subrayar que ese texto que acaban de citar no es el peor
texto sobre los números irracionales. Lo citamos para introducir el segundo
texto que es peor, mucho peor. Decimos que «Es cierto que, en este caso,
Lacan habla prudentemente de metáfora, aun cuando no es fácil ver la función
teórica que dicha metáfora [...] pueda desempeñar. Sin embargo, un año
después, desarrolló un poco más el papel psicoanalítico de los números
imaginarios». Y citamos a continuación un texto que es claramente
peor.8
SLA-JB: Si no agotamos su paciencia, déjenos ponerle otro ejemplo y
es el último. Ustedes reproducen un texto de Julia Kristeva (pp. 54-55) y en
ese fragmento la autora afirma «Por lo tanto, es imposible formalizar el
lenguaje poético con los procedimientos lógicos (científicos) actuales sin
desnaturalizarlo. Una semiótica literaria se debe elaborar a partir de una
lógica poética, en la que el concepto de potencia del continuo englobaría el
intervalo de 0 a 2, un continuo donde el 0 denota y el 1 está transgredido
implícitamente».
Entendemos y compartimos lo que ustedes dicen en torno a última
aseveración sobre el intervalo [0,2], pero intentando comprender a Kristeva lo
que tal vez ella quiera sostener es que la única lógica adecuada para la
construcción de una lógica poética sería una lógica multivalorada, no una
lógica bivalente 0-1 o V-F sino una lógica en la que se admitieran valores
distintos del 0 y del 1, en la línea de las lógicas polivalentes de Jan
Lukasiewicz,9 autor al que ella misma hace referencia en un paso
anterior.
Es decir, más allá de una interpretación literal, se podrían intentar
buscar resonancias que tal vez estén detrás de esos textos donde la autora
probablemente quiera referirse a un asunto plausible, no tan descabellado como
el que podría sugerir una lectura estricta de lo que señala.
Sokal: En primer lugar, el texto que comentan hay que leerlo en el
contexto de lo que dice después cuando se apoya cada vez más en la potencia
del continuo y sostiene explícitamente que es un «concepto que hemos tomado
de Cantor». Habla de conjuntos infinitos. No hay duda. Claro que está
utilizando la expresión «potencia del continuo» en su sentido técnico.
Obviamente, aunque no esté muy claro lo que quiere decir «lógica poética»,
tal vez hubiera debido decir que si se quiere elaborar una «lógica poética»
se debe utilizar una lógica multivalorada. Pero hay que tener en cuenta que en
algunos lugares de este texto también se refiere al principio del tercero
excluido y a las lógicas multivaloradas y que, por consiguiente, Kristeva es
consciente de la existencia de ese tipo de lógicas. Entonces, se supone que si
hubiera querido decir «lógicas multivaloradas» lo habría escrito.
Pero otra vez este texto no es el peor. Citamos este texto como introducción
para explicar lo que está tratando de hacer. Los peores textos10 vienen después cuando tira grandes fórmulas a la cara del lector
sin explicar mínimamente su pertinencia para una teoría del lenguaje poético.
Utiliza el axioma de elección, la hipótesis generalizada del continuo,... ¡Es
increíble! Yo nunca he visto la hipótesis generalizada del continuo, ni
siquiera la hipótesis del continuo a secas, sin generalizar, utilizada en
física matemática.
SLA-JB: Nos alejamos ahora de Kristeva. En su intermezzo sobre la
teoría del caos, usted comenta un capítulo, una sección de La condición
posmoderna de Lyotard. Ustedes ridiculizan algunas de sus afirmaciones...
Sokal: Yo no diría ridiculizar. Mejor criticamos.
SLA-JB: De acuerdo. Ustedes critican...
Sokal: Perdón. Hay que subrayar que nuestra crítica de Lyotard es
mucho más suave que nuestra crítica de los demás autores. Es por eso que no le
hemos dedicado un capítulo aparte, porque juzgamos que sus errores, sus saltos
de razonamiento, son muy criticables pero pertenecen a una clase muy diferente
de las imposturas de Lacan o de Kristeva.
SLA-JB: Rectificamos. Ustedes critican algunas de sus afirmaciones,
algunas de las tesis de Lyotard, pero permítanos ir algo más allá de sus
buenas razones críticas. ¿No habrá siempre un riesgo inevitable de falta de
rigor o de imprecisión cuando queremos tener visión de conjunto?
Sokal: Visión de conjunto ¿de qué?
SLA-JB: De la sociedad, del mundo, de nuestro papel en la historia,
de nuestra relación con el medio natural o con otros seres vivientes. Si
queremos saber a qué atenernos en la sociedad, en el mundo, en nuestro papel
de seres racionales, ¿no necesitamos una cosmovisión por provisional y
revisable que ésta sea? ¿Construirla no pasa inevitablemente por no ser
siempre totalmente rigurosos? Nadie puede saber todo de todo, nadie puede ser
experto en todo. Estamos frente a un dilema: saber casi todo de casi nada y
no saber nada de todo, o bien intentar la visión global, una comprensión de
totalidades, con riesgo a equivocarnos, a especular sin base suficiente. Y
esto no ocurre sólo cuando estas tareas las realizan filósofos aficionados a
la ciencia o literatos con vena (y arteria) especulativa sino también cuando
algunos científicos se ponen manos a la obra. Por ejemplo, Isabelle Stengers o
Ilya Prigogine.
Sokal: De hecho nosotros criticamos muy duramente a Prigogine y
Stengers, que parecen ser los científicos preferidos de los literatos
posmodernos. Volviendo a su pregunta, he de decir que estoy completamente de
acuerdo en que obviamente hay un lugar para el trabajo digamos especializado y
hay también lugar para un trabajo más general. Y en un trabajo más general
obviamente uno corre el riesgo de ir más allá de sus propias competencias e
incurrir en errores, pero los textos que criticamos de Lyotard, he de decirlo
otra vez, son muy extremos.
En el capítulo de La condición posmoderna que comentamos, Lyotard
quiere extraer lecciones filosóficas de la ciencia contemporánea. Es una
finalidad completamente justificable. El problema es que su análisis está
trufado, desde el inicio hasta el fin, de malentendidos sobre el contenido de
las ciencias que pretende comentar y, sobre todo, está lleno de saltos
lógicos, de llamativos errores de razonamiento. Él enuncia supuestas lecciones
filosóficas que realmente no son consecuencia de las disciplinas científicas
que está analizando, y en su conclusión, con cuatro tesis básicas, está
mezclando mil cosas que ha estudiado sólo a nivel muy superficial.
Consiguientemente, esto no es un intento justificable de extraer conclusiones
o lecciones filosóficas de la ciencia moderna. Lyotard escribe cosas muy
superficiales y muy engañosas sobre teorías científicas que claramente no
entiende más que, en el mejor de los casos, a nivel de vulgarización. Tienen
toda la razón al decir que los filósofos tienen el derecho, y hasta la
obligación, de analizar las ciencias contemporáneas y de extraer sus
implicaciones filosóficas. Es obvio que mientras realizan esta tarea pueden
incurrir en errores, lo mismo que cualquier persona; pero sobre este punto,
para tomar consciencia de lo que nosotros queremos decir, hay que comparar lo
que ha hecho Lyotard con el trabajo de otros filósofos serios que han
analizado los mismos temas científicos con conocimiento de causa, sabiendo de
lo que están hablando. Nosotros citamos, por ejemplo, en el caso de la teoría
del caos, a Stephen H. Kellert, un filósofo que ha escrito un buen libro
sobre el tema,11 cuyos primeros
capítulos son buena divulgación para enseñar al lector no científico, de qué
trata la teoría del caos y cuyos últimos capítulos son un intento estimable de
analizar las implicaciones filosóficas de esta teoría. Nosotros señalamos en
nuestro libro que no coincidimos con todas sus conclusiones pero nos parece
que estamos frente a un trabajo serio.
Lo mismo puede decirse sobre otros temas de la ciencia moderna. Sobre la
mecánica cuántica, por ejemplo, citamos buenos libros de filósofos serios,
pero el análisis de Lyotard no es serio. Ése es el problema.
SLA-JB: Ustedes en el libro apenas citan a Michel Foucault, pero, por
ejemplo, utilizan una cita de este autor en el capítulo octavo, el que dedican
a Gilles Deleuze y a Félix Guattari. ¿Cómo puede analizarse el deslumbramiento
de algunos autores, como por ejemplo el mismo Foucault, frente a algunos de
los desarrollos que ustedes critican tan exhaustivamente? ¿Cómo explicar los
términos altamente elogiosos que usa Foucault para referirse a los libros de
Deleuze, Diferencia y repetición y Lógica del sentido? Él
sostiene que se trata de dos libros tan extraordinarios que resulta difícil
comentarlos y vaticina que tal vez llegue un día en que el siglo sea
«deleuziano».
Sokal: Hay varias preguntas aquí. En primer lugar, hemos comenzado
cada capítulo con un epígrafe en el que otro autor célebre halaga los textos
que nosotros vamos a criticar. El propósito de ello es dejar claro que no
estamos criticando solamente a ciertos individuos, sino, más bien, a una
cultura intelectual, en Francia como en EE.UU., que ha tolerado y hasta
halagado estos abusos.
Ahora bien, Foucault aparece en el libro únicamente12 en este epígrafe halagando dos libros de Deleuze,
Diferencia y repetición y Lógica del sentido, libros de los
que nosotros criticamos algunos extractos en el capítulo dedicado a él y a
Guattari. En todo caso, no me corresponde a mí explicar por qué Foucault
halagó esos libros de Deleuze, y de todas formas nuestro propósito principal
no es criticar a Foucault.
Ahora bien, tal vez la pregunta más importante sea la siguiente: por qué
razón, dado que Foucault es considerado un pensador «posmoderno», así entre
comillas, y visto que Foucault está también de moda en muchos de esos mismos
círculos académicos americanos donde están de moda los otros autores que
criticamos, ¿por qué Foucault no aparece en el libro? Y la misma pregunta con
Derrida, por ejemplo. La respuesta es que en la primera parte del libro, en la
parte de las imposturas, nos hemos limitado a abusos de la matemática o de la
física, por razones de competencia. Nosotros, como dije, somos
físico-matemáticos, no somos competentes para criticar abusos de conceptos o
teorías de la biología o de la lingüística. Es entonces por esta restricción
por lo que únicamente incluimos a los autores que repetidamente han abusado de
la matemática o de la física, y Foucault y Derrida no entran en esa categoría.
Que yo recuerde Foucault nunca ha abusado de la matemática o de la física, y
Jacques Derrida, que yo sepa, lo ha hecho sólo una vez, aunque la ocasión sea
muy divertida13 y esté citada en la parodia. Pero no hemos escrito un capítulo sobre
él porque no es nuestro propósito criticar un abuso aislado aunque ese abuso
sea en sí mismo muy criticable.
Ahora bien, en la segunda parte del libro, en la parte sobre relativismo
cognitivo, nos restringimos al relativismo filosófico aplicado a las ciencias
naturales. Y que yo sepa la posición relativista de Foucault está
principalmente dirigida a las ciencias sociales y yo creo que él nunca ha
enunciado un relativismo cognitivo respecto a las ciencias naturales. Es por
ello por lo que no aparece tampoco en esta parte del libro.
SLA-JB: Queríamos pasar ahora a esta segunda parte del libro,
pero antes nos gustaría hacerle un pregunta algo general. Algunas de las
cuestiones tratadas por ustedes nos llevan al viejo tema de las dos culturas.
¿Cómo explicar el desconocimiento científico básico de algunos creadores
literarios y de algunos pensadores? ¿Tiene usted alguna conjetura sobre este
punto?
Sokal: Esta es una cuestión bastante complicada porque se trata de la historia
intelectual y de la sociología de ideas y nosotros sólo podemos ofrecer
algunas conjeturas. En el epílogo de nuestro libro ofrecemos algunas hipótesis
sobre esas cuestiones, pero subrayamos que no son más que conjeturas y,
probablemente, hay muchos factores que nosotros hemos subestimado o incluso
ignorado. Además, para cada pregunta sociológica de ese tipo la respuesta
puede ser diferente en diferentes países y en diferentes épocas.
En Francia creo que la respuesta tiene algo que ver con el sistema educativo
que separa muy fuertemente la filosofía y las humanidades de las ciencias
naturales y, por consiguiente, un filósofo puede carecer de formación
matemática o científica. Hay además, en Francia, una fuerte selección, en las
facultades de filosofía y de humanidades de las grandes écoles, de estudiantes
que saben manejar muy bien el lenguaje y la retórica y, en cambio, tal vez se
pone poco énfasis en el razonamiento lógico. En tercer lugar, en la educación
francesa se empuja a los estudiantes a escribir de casi todo mientras que, por
ejemplo, en los Estados Unidos, hay una mayor especialización.
Esos factores combinados pueden llevar a algunos intelectuales a sentirse
habilitados para opinar sobre cualquier asunto sin real conocimiento de causa.
En todo caso, este asunto es un tema muy complicado y aún en Francia creo que
habrá respuestas distintas en distintas épocas. Tal como señalamos en la
introducción, los abusos que nosotros denunciamos en la parte de las
imposturas no son homogéneos y se pueden agrupar aproximadamente en dos
categorías. Están, por una parte, los escritos de Lacan y los primeros
escritos de Kristeva, que pertenecen a lo que se podría llamar estructuralismo
extremo, en el que hay un afán por dar un barniz de cientificidad a discursos
vagos en el ámbito de las ciencias humanas utilizando las apariencias de rigor
matemático, utilizando fórmulas matemáticas, pero sin darse cuenta que la
cientificidad no viene de las fórmulas o de los símbolos matemáticos, sino del
razonamiento lógico, de los datos empíricos y, en algunos casos, de fórmulas,
pero cuando hay justificación de la pertinencia de esas fórmulas para aquello
que se está estudiando. La biología, por ejemplo, es una ciencia natural muy
importante pero apenas utiliza fórmulas matemáticas.
La segunda categoría a la que me refería son los escritos posteriores de
finales de los años setenta y de los años ochenta y noventa, con autores como
Deleuze, Baudrillard, Guattari, etc. que se podrían denominar
postestructuralistas, y en los que toda pretensión de cientificidad se pierde
y se trata más bien de juntar palabras para impresionar al lector.
Bueno, en verdad, en ambos casos se trata de impresionar e intimidar al lector
pero analizando los textos como un crítico literario se pueden percibir
diferencias de estilo entre Lacan y Kristeva, por un lado, y los otros autores
por otro lado. Creo que las explicaciones sociológicas de esos dos estilos son
complicadas pero tienen que ver, en el primer caso, con el deseo desmedido de
imitar a las ciencias naturales y de reproducir sus éxitos en las ciencias
humanas pero sin comprender realmente lo que hace cierto campo de una ciencia.
En definitiva, sin comprender lo que es la cientificidad. Y en el segundo
caso, en el caso del postestructuralismo, es una historia larga pero tiene
algo que ver también con la desilusión política y filosófica que irrumpió en
Francia después de mayo del 68.
Es una larga historia. Me gustaría que historiadores de las ideas
profundizaran más en esas cuestiones.
SLA-JB: Uno de los frentes críticos a las usuales concepciones epistemológicas
lo constituye el abierto por los sociólogos de la ciencia. Aun admitiendo la
diversidad de sus posiciones, ¿cuales serían sus principales críticas contra
estos sociólogos-filósofos? ¿Acaso no es razonable pensar que el contexto
cultural influye en las teorías científicas, en sus aplicaciones tecnológicas,
en los temas investigados, incluso en las metáforas usadas o en las conjeturas
imaginadas? ¿No hay asuntos de poder y prestigio en muchas de las
controversias científicas?
Sokal: Sí, es completamente razonable pensar que el contexto cultural influye en
la elección de los temas de investigación, en las aplicaciones tecnológicas, e
incluso en la concepción de las teorías. Es también obvio que asuntos de poder
y prestigio están mezclados en muchas controversias científicas. Todas estas
cuestiones deben ser el objeto de estudios empíricos cuidadosos por parte de
historiadores y sociólogos de la ciencia, para tratar de ver la influencia
relativa de los diversos factores en casos concretos. Por ejemplo, las teorías
económicas de Malthus ejercieron sin duda una influencia, entre muchas otras,
sobre Darwin cuando estaba concibiendo su teoría de la evolución biológica por
selección natural. Lo que no debe confundirse con la validez o invalidez de su
teoría, que debe ser juzgada por su correspondencia con los datos biológicos,
independientemente de los motivos que llevaron a Darwin a concebirla.
Nuestra crítica no está dirigida, entonces, contra la sociología de la ciencia
como tal, sino contra ciertas corrientes de esta sociología -notablemente el
llamado «programa fuerte» de la escuela de Edimburgo- que pretenden
proporcionar una explicación «causal» de las creencias científicas,
limitándose en la práctica (si no en teoría) sólo a los factores sociales, y
negándose a evaluar la fuerza probatoria de los datos empíricos. En
particular, criticamos el relativismo metodológico contenido en su principio
de «simetría», que especifica que se deben dar explicaciones «simétricas» de
las teorías verdaderas y falsas, racionales e irracionales.
Criticamos, además, la muy frecuente ambigüedad en los escritos de la nueva
sociología de la ciencia -por ejemplo, en las obras de Latour- sobre
distinciones fundamentales como entre hecho y creencia, creencia y
conocimiento, etc.
SLA-JB: Entramos ya si le parece en la segunda parte de su libro, en el
capítulo III, el dedicado al relativismo cognitivo. Nos gustaría comentar
brevemente algunas de sus tesis. Ilkka Niiniluoto, por ejemplo, en un artículo
titulado «¿Qué hay de incorrecto en el relativismo?», ha hablado de más de
doscientas variedades de relativismo. Concretamente de 225. ¿A qué relativismo
se refieren ustedes? ¿Cómo definiría sucintamente esta posición filosófica?
Sokal: Nosotros definimos la palabra «relativismo» como cualquier filosofía que
sostiene que la veracidad o la falsedad de una afirmación es relativa a un
individuo o a un grupo social. Dentro de esta definición se pueden distinguir
distintos tipos de relativismo de acuerdo con la naturaleza de la afirmación.
Es decir, si se trata de una afirmación de hecho, estaríamos frente a lo que
llamamos relativismo cognitivo o epistémico; si se trata de una afirmación de
valor, es relativismo moral o ético; y si se trata de una afirmación de valor
artístico, es relativismo estético. Subrayamos desde el principio que
analizamos únicamente el relativismo cognitivo o epistémico y que no
consideramos las cuestiones mucho más delicadas y muy diferentes del
relativismo ético o estético.
Por consiguiente, nosotros nos limitamos al relativismo cognitivo y dentro de
este tipo de relativismo hablamos principalmente del relativismo cognitivo
aplicado a fenómenos naturales. No hay duda de que es también importante la
concepción relativista aplicada a fenómenos históricos y sociales, pero
nosotros tomamos la mayor parte de nuestros ejemplos del campo de las ciencias
naturales por cuestión de nuestra competencia.
Ahora bien, dentro del capítulo distinguimos también más tipos de relativismo.
Por ejemplo, cuando hablamos de los sociólogos de la ciencia del llamado
«programa fuerte», distinguimos entre un relativismo cognitivo, filosófico,
por una parte, y un relativismo metodológico, para los sociólogos, por otra
parte. Nosotros criticamos ambos tipos de relativismo pero nos parece
importante distinguirlos porque los argumentos críticos son bastante
distintos.
SLA-JB: Y acotando el campo como usted lo ha hecho, ¿cuáles serían las
principales críticas que ustedes formulan al relativismo cognitivo?
Sokal: La crítica principal es que es falso. O sea, si uno afirma la veracidad o
falsedad de una afirmación de hecho -como, por ejemplo, «Hay un vaso delante
de mí en la mesa» o «El universo tiene aproximadamente unos 12.000 millones de
años de edad» o «Los dinosaurios se extinguieron hace aproximadamente 65
millones de años»--- y si utiliza el criterio habitual de verdad, o sea la
correspondencia entre la afirmación y la realidad, obviamente el relativismo
cognitivo es falso porque la veracidad o falsedad de la afirmación depende del
acuerdo que hay o no entre lo que afirma y los hechos en el mundo exterior y,
si la afirmación no hace referencia directa a seres humanos, entonces su
veracidad o falsedad no puede depender de los seres humanos.
La conclusión es que si quieres sostener el relativismo cognitivo tienes que
operar una redefinición radical del concepto de verdad. Nosotros criticamos
esas redefiniciones de la noción de verdad durante nuestro análisis de las
tesis de Barnes y Bloor, de Feyerabend, de Fourez y de otros. Además, en un
artículo posterior hemos desarrollado aun más nuestra posición, criticando
también algunas tesis de Rorty. Pero se ve claramente que el relativismo
cognitivo es obviamente falso a menos que redefinas radicalmente el concepto
de verdad.
SLA-JB: Tal vez no sea necesario dar ese paso aún. Uno podría aceptar
provisionalmente la teoría de la verdad como correspondencia con los
siguientes matices: a) que el campo de los hechos no está acotado, es decir,
lo que para usted es un hecho para mí puede no serlo o, dicho de otra forma,
lo que llamamos «hechos» o «conjuntos de los hechos» es función de individuos
o de culturas, o de cosmovisiones sociales, y b) no es tanto el hecho sino su
interpretación. Cuando la teoría de la correspondencia afirma que un enunciado
es verdadero si y sólo si hay una adecuación entre la afirmación y el hecho,
lo que se está diciendo ahí en lugar de hecho es, más bien, la interpretación
de ese hecho, y al ser éstos interpretables de modo distinto, ocurre que ese
hecho que usted interpreta, ve, comprende, de una cierta forma, en cambio otro
sujeto, de otra cultura o de su misma cultura, lo lee, lo ve, de una forma
distinta, incluso radicalmente distinta. Donde Galileo veía satélites, otros
veían manchas simplemente.
Sokal: En primer lugar, nosotros usamos la palabra «hecho» para indicar una
situación en el mundo externo, independientemente del conocimiento que
tengamos o no de esa situación, independientemente de las creencias que
tengamos o no sobre esa situación. De esta forma, el hecho en sí no depende de
un individuo o de un grupo social. Nuestro conocimiento del hecho, obviamente,
puede depender de los conocimientos que poseamos y, por lo tanto, también
nuestro juicio sobre si una afirmación determinada es verdadera o falsa.
Consiguientemente, dos personas o dos grupos diferentes pueden estar actuando
racionalmente y tener dos juicios diferentes sobre la veracidad o la falsedad
de una afirmación concreta porque poseen informaciones diferentes. Eso sí es
correcto, pero eso no hace que la afirmación sea al mismo tiempo verdadera y
falsa. Hace que dos personas diferentes, con informaciones diferentes, pueden
actuar racionalmente y llegar a conclusiones diferentes. Por ejemplo, en la
mayor parte de la historia humana la mayoría de las personas pensaban que el
sol giraba diariamente alrededor de la tierra y sabemos hoy que esa afirmación
es errónea, pero no era irracional pensar así. Hay muchos motivos para pensar
de este modo y se requirió un análisis bastante sofisticado de los datos
astronómicos para poder darse cuenta de que el sistema solar estaba
estructurado de otra manera.
Lo mismo puede decirse en otros casos. Es bastante natural, si no has viajado
mucho, si no te has alejado lo suficiente de tu pueblo natal, creer que la
tierra es plana pero tampoco esa afirmación es verdadera.
No hay duda de que hay muchas cosas que son racionales de pensar, bajo ciertas
informaciones, pero que sin embargo son falsas. David Hume da un ejemplo muy
divertido de un hindú que, viviendo en la India, no cree posible que el agua
se congele en invierno porque vive en un clima caliente y nunca ha visto
congelarse el agua. Una cosa importante en este ejemplo es que la congelación
del agua es un proceso abrupto, eso que llamamos en física «transición de
fase de primer orden». Por lo tanto, cuando la temperatura se acerca a los 0°
C pero no llega a 0 , no ves ninguna semicongelación. Es natural
entonces, que si un habitante de la India no ve ningún efecto, no tiene en su
campo de experiencias nada que se parezca a la congelación siquiera parcial
del agua, para él sea un milagro pensar que el agua se pueda congelar en
invierno. Es completamente racional para él descartar esa idea. Sin embargo,
sabemos que es falsa. Eso demuestra que podemos pensar racionalmente que
cierto enunciado es verdadero cuando en realidad es falso.
Volviendo entonces a la segunda parte de su pregunta, la cuestión de la
interpretación de los hechos, tengo que separar aquí varias cosas. Cuando
estamos hablando de ciencias sociales, como la historia, obviamente una parte
del trabajo del historiador consiste no solamente en establecer lo que sucedió
sino en tratar de interpretar, de inferir causas, etc. y esto es muy
complicado y nosotros no hemos entrado en estas cuestiones. Entendemos muy
bien que las interpretaciones de distintos historiadores sobre los mismos
asuntos puedan ser muy diferentes. No estamos hablando de esas cuestiones que
son más delicadas. En las ciencias naturales hay también cuestiones de
interpretación, pero se trata de la interpretación de datos incompletos para
tratar de inferir lo que es verdadero. Sin duda, pueden existir diferentes
interpretaciones racionales de los mismos hechos y, consiguientemente, podemos
estar inseguros de lo que es verdadero y de lo que es falso. Es por eso que
existen controversias científicas, sobre todo cuando los datos disponibles son
pocos. Por ejemplo, los paleontólogos tienen a veces sólo uno o dos ejemplos
de una especie. Es entonces muy difícil saber mucho de una especie con uno o
dos ejemplos tan sólo. Lo mismo puede decirse en física, en biología o en
cualquier otra ciencia. Cuando los datos son escasos hay controversias
científicas, y lo que los científicos tratan de hacer es buscar más datos
pertinentes que sirvan para ayudar a distinguir las diferentes teorías. En
algunos casos, por lo menos, podemos llegar a poseer informaciones suficientes
para inferir que sólo una de las teorías existentes es verosímil y que las
demás pueden ser rechazadas.
Pero observemos que otra vez estamos hablando de lo que es racional inferir a
partir de los datos disponibles. No estamos hablando de lo que es verdad o de
lo que no es verdad. Por ejemplo, en los siglos XVI y XVII, las creencias de
la mayoría de los europeos cambiaron del geocentrismo al heliocentrismo, y
esto por diversas razones; pero lo que es verdad ahora era verdad hace mil
años también. No es que los hechos del sistema solar hayan cambiado.
SLA-JB: Ustedes usan en repetidas ocasiones el término «objetividad» y
sostienen que una de las metas de la empresa científica es construir
conocimiento objetivo. ¿Podría precisarnos el significado de este término? ¿Es
la objetividad algo mas que el conocimiento intersubjetivamente compartido?
Sokal: Sin pretender ofrecer una definición general de las palabras
«verdad» y «objetividad» ---tarea probablemente imposible, además, pues el
concepto de «verdad» es más básico que los conceptos en términos de los
cuales se pretendería definirlo--- dejadme esbozar un poco someramente
nuestras concepciones (que no son nada originales).
Para nosotros, como para la mayoría de las personas, una afirmación es
verdadera en la medida en que describe el mundo como es. La afirmación «bebí
café esta mañana» es verdadera si y solamente si realmente bebí café esta
mañana. La afirmación «las especies biológicas han evolucionado» es verdadera
si y solamente si las especies biológicas realmente han evolucionado. Por lo
tanto, la veracidad o falsedad de una afirmación depende de la situación en el
mundo y no de las creencias u otras características de los seres humanos. En
particular, la verdad no se puede reducir al mero acuerdo intersubjetivo. Por
muchos siglos, los seres humanos estuvieron de acuerdo en que la Tierra era
plana, pero sabemos ahora que se equivocaban. Si a veces utilizamos la
expresión «objetivamente verdadera», es solo para subrayar esta concepción de
la verdad; en realidad, el adverbio «objetivamente» es superfluo.
Su pregunta utiliza la expresión «conocimiento intersubjetivamente
compartido», que puede causar cierta confusión. Para nosotros, así como para
la mayoría de los filósofos, «conocimiento» significa «creencia verdadera y
justificada» o algo similar; en particular, si una afirmación constituye
«conocimiento» -y no simplemente «creencia», intersubjetivamente
compartida o no- es necesariamente verdadera.
SLA-JB: En el apartado final
(«Consecuencias prácticas. El relativismo en el Tercer Mundo») de este
capítulo III que comentamos, ustedes citan el caso de las creencias védicas de
un político hindú y de las nefastas consecuencias de ello. Concretamente la
abolición, la destrucción, de un barrio marginal.14 Pero tal vez,
si nos permite, el problema en este caso no está en las creencias, racionales
o no, sino en el poder alcanzado y mal usado por ese individuo. Con creencias
racionales, tal vez verdaderas, científicas, uno, desde un poder incontrolado,
puede proponer soluciones devastadoras. Por ejemplo, atacar «otánicamente»
una zona de Europa o perseguir y discriminar poblaciones por motivos de
«limpieza étnica».
Sokal: Obviamente el problema está en las dos cosas. Tener creencias científicas
y racionales no garantiza que tus acciones serán buenas, porque está claro que
puedes usar creencias científicas para malas finalidades. Podemos usar
creencias objetivamente correctas de la física nuclear para diseñar armas
nucleares destinadas a matar millones de seres humanos. No hay duda: tener
creencias científicas no garantiza que vas a actuar éticamente.
En el caso del político hindú el problema radica en las dos cosas. Radica en
que él tenía el poder de ordenar que un barrio fuese destruido y radica
también en que él podía utilizar igualmente supersticiones védicas para
justificar su decisión. No es sencillamente que él creyera en esas
supersticiones sino que otras personas tenían creencias similares y que, por
lo tanto, él podía utilizarlas para justificar esa decisión. En este apartado,
nosotros citamos a la bióloga y socióloga de la ciencia hindú Meera Nanda que
cuenta ese caso y ella misma sostiene que si la izquierda hindú hubiera sido
tan activa en los movimientos de la ciencia para el pueblo como lo había sido
en el pasado, hubiera iniciado una lucha dirigida no solamente contra la
decisión de destruir el barrio pobre sino también contra la superstición que
fue usada para justificar esa misma decisión.
SLA-JB: En el largo capítulo dedicado al relativismo cognitivo hacen ustedes
referencia a la obra de algunos de los principales filósofos o historiadores
de la ciencia de este siglo, como Popper, Kuhn, Quine o Feyerabend. ¿Podría
indicarnos brevemente qué aspectos de las tesis de estos autores creen ustedes
que pueden haber ayudado al desarrollo, al casi hegemonismo, del relativismo
epistémico?
Sokal: No puedo resumir un capítulo de 60 páginas en pocas líneas, pero nuestra
tesis general es que, partiendo de ideas válidas de la filosofía de la
ciencia, muchas personas, sobre todo en ciencias sociales, se han deslizado
hacia un relativismo cognitivo extremado, gracias a ambigüedades de lenguaje y
a imprecisiones en el razonamiento. En particular, tratamos de individuar
algunas de estas ambigüedades en los textos de Kuhn y Feyerabend: por ejemplo,
confusiones entre hechos y creencias, o sobre la supuesta inconmensurabilidad
de paradigmas.
SLA-JB: No es nuestra posición, pero ¿no creen ustedes que se les puede acusar
de un cierto etnocentrismo cultural, de tipo cientificista, por sus
posiciones? Reparemos en saberes como la acupuntura y su inicial rechazo
occidental, o en el posible valor del budismo como filosofía de la vida, o,
por ejemplo, en las recomendaciones precipitadas de la ciencia occidental.
Pongamos un ejemplo. Organismos públicos oficiales sostenían en 1925 que
cualquier radiación inferior a 46 rens por año y por individuo era inocua;
treinta años después se hablaba de 5 rens. O, por darle otro ejemplo, el mismo
fraude científico, o el servilismo de la ciencia antes regímenes tan abyectos
como el nazismo o el estalinismo.
Sokal: No estamos pretendiendo defender todas las afirmaciones concretas de la
ciencia occidental, sea lo que sea la «ciencia occidental». Estamos tratando
de defender una cosmovisión racional, estamos tratando de defender ciertos
procedimientos para averiguar la veracidad o falsedad de afirmaciones sobre el
mundo. Pero somos muy conscientes, quién no podría serlo, de que los
científicos, u otras personas racionales, pueden equivocarse. Es una obviedad.
Hace 100 años se creía que la mecánica newtoniana era una teoría exacta de la
gravitación. Sabemos ahora que es una teoría aproximada, muy valiosa, pero que
ha sido superada por la mecánica cuántica y por la teoría de la relatividad
general. No ignoramos tampoco que nuestras teorías físicas actuales tendrán
que ser, inevitablemente, superadas por otras teorías porque hay
contradicciones internas. Y sabemos muy bien que los científicos pueden
cometer errores y pueden hacerlos por muchas razones, incluidos prejuicios
sociales. Estamos completamente de acuerdo con todo ello. Nuestro propósito no
es defender determinadas creencias sino defender un método racional para
evaluar las creencias.
Los ejemplos que citan son muy diversos. El valor del budismo como filosofía
de la vida no tiene nada que ver con lo que estamos diciendo porque no se
trata de afirmaciones de hecho. O no sé si se trata de afirmaciones de hecho,
pues no conozco bien la filosofía budista, ignoro si hace afirmaciones de
hecho sobre, por ejemplo, la antigüedad del mundo. Si es así, las podemos
evaluar de la misma manera que evaluamos las afirmaciones de los cosmólogos o
de los fundamentalistas cristianos.
Pero, por ejemplo, en el caso de la acupuntura yo no tengo creencias muy fijas
sobre esta materia. Estoy dispuesto a estudiar los resultados de ensayos
clínicos controlados a doble ciego,15 y entonces vamos a
ver. No tengo nada en contra de la acupuntura.16 Lo mismo puedo decir respecto a las otras cosas que incluyeron en
su pregunta.
SLA-JB: Para finalizar déjenos hacerle algunas preguntas que creemos pueden
tener interés para los lectores de nuestra revista. Más allá del debate
estrictamente filosófico, intelectual, ¿por qué creen ustedes, como afirman en
su libro, que la discusión sobre el relativismo cognitivo tiene una
importancia decisiva para la izquierda política?
Sokal: La relación entre las ideas que criticamos en las dos partes del libro y
la política es bastante sutil y subrayamos en el prefacio que la mayoría de
los temas discutidos en el libro lógicamente tienen poco o nada que ver con la
política. Puedes tener la opinión que quieras sobre las matemáticas lacanianas
o sobre la subdeterminación de las teorías por los hechos y tener también la
opinión que creas más ajustada sobre el gasto militar, el matrimonio
homosexual, etc., porque no existe nexo lógico entre las dos cosas. La
relación entre los temas que discutimos y la política es principalmente
sociológica. Es decir, que estos autores, y también el relativismo, están de
moda en círculos intelectuales, por lo menos en Estados Unidos, que se
consideran y que son en cierta medida de izquierda.
Existe sin embargo un cierto nexo lógico y esa fue mi motivación inicial para
emprender toda esta tarea, para escribir primero la parodia y luego el libro.
Yo también soy de izquierdas y me sienta mal, en primer lugar, que mis
compañeros políticos se pierdan en discursos estériles como los del
postestructuralismo. En segundo lugar, me parece que el relativismo cognitivo
es una base muy débil para la construcción de una crítica social radical,
sobre todo en Estados Unidos donde la izquierda es infinitesimal. Aquí en
España, no sé si conviene incluir al PSOE en la izquierda o no, pero
dependiendo de si se incluye o no al PSOE, la izquierda política está situada
entre el 10% y el 50% de los votos. En Estados Unidos, dependiendo de cómo se
cuente, la izquierda estaría entre el 0,01% y 0,1%. Ahora bien, si nosotros
queremos progresar, si la izquierda quiere aumentar su influencia, tenemos que
convencer a algunos de nuestros conciudadanos de que tenemos un análisis del
sistema económico-social y político que es más convincente, que es mas
verosímil, que los otros análisis disponibles en el llamado «libre mercado de
ideas» (que, como sabemos muy bien, no es tan libre). Y, por otro lado,
tenemos que convencer a nuestros conciudadanos de que nuestras propuestas para
cambiar el orden social o político tendrán los efectos sociales que
pretendemos. Así, en las dos partes del análisis tenemos que hacer
afirmaciones acerca del mundo. No basta con decir que mi teoría feminista es
tan buena como tu teoría machista, sino que hay que decir que mi teoría
feminista es mejor que tu teoría machista y explicar por qué.
SLA-JB: Usted ha sido presentado en alguna ocasión como «marxista socialmente
conservador», pero en su libro hay, aquí y allá, algunas críticas al
marxismo. No ignoramos que el marxismo es un «monstruo» con muchas cabezas,
pero ¿podría señalarnos brevemente sus principales críticas a esta corriente
de pensamiento histórico y filosófico?
Sokal: Obviamente en el marxismo hay tantas
corrientes distintas que es difícil hacer afirmaciones globales. En
particular, se pueden discernir en el marxismo dos actitudes bastante opuestas
hacia el conocimiento científico, que conviven incómodamente: por un lado, hay
un fuerte respeto por las ciencias naturales y un deseo de imitarlos; por otro
lado, se afirma a menudo que todo pensamiento está irremediablemente imbuido
con las circunstancias culturales de su producción, lo que conduce a
considerar la «ciencia burguesa» como pura ideología. Un paradigma de la
primera tendencia es el panfleto de Lenin, Materialismo y empiriocriticismo,
de la segunda son las tesis de Hessen17 sobre el nacimiento de la mecánica
newtoniana. Pero también la primera corriente -aquella que apreciaba la
objetividad de las ciencias naturales- subestima, a mi parecer, la dificultad
de llegar a un conocimiento «científico» de cualquier fenómeno social, por
no hablar de una teoría «científica» de toda la historia humana.
SLA-JB: Ustedes han sido criticados en alguna ocasión por sectores de
la intelectualidad norteamericana, pero no sólo, de hacer el juego a la
derecha política o incluso, de ser intelectuales de derecha algo disfrazados
¿Puede explicarnos algo de todo este asunto políticamente tan incorrecto?
Sokal: No pretendería analizar los motivos de nuestros críticos. Baste decir que
nosotros juzgamos las ideas sobre la base de los razonamientos que las apoyan,
no sobre la base de sus supuestas «consecuencias» políticas o del supuesto
valor moral de sus partidarios o detractores. Bricmont y yo no somos de
derechas, ni mucho menos, pero aun si lo fuéramos, ¿cómo cambiaría la validez
o la invalidez de nuestros argumentos?
SLA-JB: Para algunos sectores de los nuevos (ahora ya no tan nuevos)
movimientos sociales (feminismo, ecologismo, pacifismo, etc.) la argumentación
contra la ciencia es básicamente la siguiente: La ciencia es un aliado del
poder; el poder es despótico, sexista y antiecológico. Hay que combatir el
poder y sus aliados. Por tanto, hay que combatir la desmesura, la hybris del
conocimiento científico. Este no es hoy un conocimiento liberador. No hay
aliados posibles entre las filas de la comunidad científica. Son parte del
poder instituido. ¿Podría indicarnos sus críticas a este tipo de
razonamientos?
Sokal: La falta de lógica en el razonamiento que acaban de exponer es tan
evidente y abrumadora que el lector puede fácilmente criticarlo sin mi ayuda
(además, los partidarios de este tipo de pensamiento probablemente
protestarían diciendo que lo han caricaturizado). Este razonamiento se basa,
sobre todo, en el no hacer distinciones cruciales: entre una teoría científica
y otra; entre los diversos sentidos de la palabra «ciencia» (que puede
significar un método, o un conjunto de conocimientos, o una comunidad social,
o la ciencia aplicada y la tecnología); entre la validez o invalidez de una
idea y las cualidades de sus partidarios o detractores.
SLA-JB: Una última cuestión para completar alguna de las cosas que ha dicho.
Ustedes han sido muy cautos al tratar las imposturas en el libro puesto que
han dicho que solamente juzgaban determinadas imposturas, determinados textos.
En las ciencias físicas, naturales o formales se juzga a los científicos
mediante los mecanismos de control existentes en las revistas científicas. En
relación al tema que nos ocupa, ¿qué mecanismos podrían establecerse, si es
que existen, para juzgar lo que se hace en ciencias sociales o en filosofía?
Sokal: Es una cuestión complicada. Tienen razón al observar que en ciencias
naturales es mucho más improbable que escritos tan ridículos sean publicados,
por lo menos en revistas importantes, porque hay todo un sistema de control.
No dudo que muchos artículos malos son publicados en física o en biología
-artículos mediocres, incluso erróneos- pero sería muy improbable la
publicación de pura charlatanería del nivel de las cosas que nosotros
criticamos. En otros campos, en ciencias sociales, por ejemplo, los criterios
son más vagos, y es más difícil distinguir entre lo que es bueno y lo que no
es bueno. Lo más importante, a mi parecer, es que cada lector utilice
criterios racionales para evaluar lo que está leyendo y que no se deje
arrastrar por el aura de profundidad que tienen ciertos autores.
Pero si quieren extraer lecciones más generales de nuestro libro, tengo
entonces que volver un poco atrás. Podemos dividir en tres categorías las
posiciones en discusión. En primer lugar, están las afirmaciones que nosotros
pretendemos haber demostrado más allá de cualquier duda razonable -y hemos
sido muy cautelosos en decir claramente lo que pretendemos haber demostrado-.
En segundo lugar, están las cuestiones que levantamos como conjeturas
interesantes y plausibles a la luz de lo que hemos demostrado, pero que no
pretendemos haber resuelto. Y en tercer lugar, están las cosas que no decimos
y que a veces hemos rechazado explícitamente pero que nos son a menudo
atribuidas, principalmente por los críticos desfavorables para atacarnos más
fácilmente.
Obviamente, lo interesante de nuestro libro no son tanto las afirmaciones que
entran en la primera categoría sino las que pertenecen a la segunda. Sin duda,
el abuso de conceptos científicos es una parte muy limitada de la obra de los
autores que nosotros citamos, y seguramente una parte muy limitada de la
cultura intelectual en general y de la cultura de las ciencias humanas en
particular. No hemos escrito este libro principalmente para decir a los
autores de ciencias humanas: «más cuidado cuando importéis conceptos de las
ciencias naturales». Esta no es la cosa más interesante. El asunto de más
interés está en la segunda categoría a la que antes me refería. Tiene que ver
con los argumentos de autoridad. ¿Por qué estos discursos han estado tan de
moda y no han sido criticados más abiertamente hasta hora?
De hecho tengo la sensación de que lo que hemos hecho con Lacan o con
Kristeva, por ejemplo, es un poco como lo que hizo el gobierno norteamericano,
en los años treinta, con Al Capone, el gángster. Casi sin duda Al Capone era
culpable de muchos asesinatos pero al final lo que se demostró en los
tribunales fue un caso de evasión de impuestos...
SLA-JB: Quizás como en el caso de Pinochet.
Sokal: Exactamente, porque demostraron lo que era más fácil
demostrar. En el caso de Lacan lo más fácil es demostrar que cuando utiliza
conceptos y términos matemáticos lo que hace es pura charlatanería. Ahora
bien, la cuestión es: cuándo él utiliza conceptos lingüísticos, ¿está
justificado su uso?, ¿es también pura charlatanería?, ¿es algo intermedio? Yo
no soy competente para decirlo pero me gustaría que lingüistas profesionales
hicieran un estudio semejante. Creo que el interés de nuestro libro radica
principalmente en las cuestiones que planteamos pero que no tenemos la
capacidad de resolver.
- *
- Una versión ligeramente
abreviada de esta entrevista fue publicada en la revista El Viejo
Topo, nº 132 (septiembre 1999), págs. 27-39. Se publica en la Biblioweb de
sinDominio con el permiso explícito de la revista.
- 1
- Ver
apéndice A del libro (pp. 231-274). Las páginas del libro de Sokal citadas a
lo largo de la entrevista se refieren en todos los casos a su edición
castellana. El artículo ya había sido publicado en castellano en La
balsa de la medusa (nº 45-46, 1998).
- 2
- Ver apéndice
C del libro (pp. 283-294).
- 3
- Dissent
1996;43(4):93-99. Una versión algo diferente fue publicada en
Philosophy and Literature, 1996;20(2):338-346.
- 4
- Páginas 223 y 226. Ver también Epílogo del libro, pp.
215-229.
- 5
- La relación completa de los autores,
[algunas de cuyas obras son críticamente comentadas, con mayor o menor
extensión y distanciamiento,] es la siguiente: Jacques Lacan, Julia Kristeva,
Luce Irigaray, Bruno Latour, Jean-François Lyotard, Jean Baudrillard, Gilles
Deleuze, Félix Guattari, Paul Virilio, Henri Bergson y, en menor medida, Régis
Debray, Michel Serres, Alain Badiou, Vladimir Jankélévitch, Maurice
Merleau-Ponty, Ilya Prigogine e Isabelle Stengers.
- 6
- Sokal se refiere al capítulo
3ª del libro: «Intermezzo: el relativismo epistémico en la filosofía de la
ciencia», pp. 63-112.
- 7
- El libro se publicó en francés por
Éditions Odile Jacob en 1997 y en inglés por Profile Books en 1998. Las
traducciones castellana y catalana toman como base la edición inglesa, menos
el capítulo 11º, el dedicado a H. Bergson. La versión castellana ha sido
realizada por Joan Carles Guix Vilaplana, corresponsable igualmente de la
traducción catalana junto con Anna Casassas, y ha sido ampliamente revisada
por Miguel Candel.
- 8
- Los textos a los que se refiere Sokal están recogidos en las
páginas 41-42 y la verdad es que no tienen desperdicio, especialmente el
relativo a su propuesta de método algebraico para el cálculo del significado
de «s (enunciado)».
- 9
- En las lógicas polivalentes o multivaloradas se admiten
más de dos valores de verdad. Digámoslo así: una determinado enunciado no es
verdadero o falso, sino que puede ser verdadero, más verdadero que falso, ni
verdadero ni falso, menos verdadero que falso o falso. De hecho, hay lógicas
polivalentes que admiten infinidad de valores semánticos entre los límites
verdadero y falso.
- 10
- Ver
pp. 57-60. Nuestro preferido es el referente al lenguaje poético y el axioma
de elección.
- 11
- La referencia está recogida en la nota 17 de la página
144. El libro al que se refiere Sokal es In the Wake of Chaos («Tras
el caos»), Chicago, University of Chicago Press, 1993.
- 12
- Aparte de
referencias indirectas, Michel Foucault aparece al final del epílogo (p. 228)
como uno de los autores que han contribuido a la construcción del Zeitgeist
(espíritu de la época) posmodernista por sus críticas a las filosofías
humanistas de la historia.
- 13
- En los textos de Jacques Derrida, recogidos en las
páginas 241-242, se hace referencia a la relatividad general clásica. El texto
del comentario de Sokal es netamente irónico, incluida la nota 40 a pie de
página.
- 14
- Páginas
111-112. Recogiendo el análisis y la información de la bioquímica india Meera
Nanda, Sokal comenta el caso de un político indio al que ideólogos védicos
aseguraron que sus dificultades políticas desaparecerían si entraba en su
despacho por una puerta orientada hacia oriente. Al estar este acceso
bloqueado por un barrio de chabolas, siendo por tanto imposible atravesarlo en
coche, el político en cuestión ordenó la demolición del barrio.
- 15
- Sistema de control
clínico usado para probar la eficacia de los fármacos y distinguirlos de las
pseudomedicinas, como es el caso de los remedios homeopáticos. La técnica
se denomina «doble ciego» porque ni el paciente ni el médico que
administra el fármaco sabe si este es un placebo o se trata de la sustancia
con el principio activo cuya eficacia se somete a prueba. [Nota de la Biblioweb]
- 16
- Recordemos que tanto
la acupuntura como la homeopatía no han demostrado eficacia clínica alguna más
allá del efecto placebo. Si bien denominadas «alternativas», son estrictamente pseudomedicinas y carecen de base
científica. El caso de la homeopatía, postulada hace doscientos años en una
época precientífica, entra en abierta contradicción con principios
químicos elementales (como el límite de Avogadro). [Nota de la
Biblioweb]
- 17
- Boris Hessen es conocido por su
comunicación «The Social and Economic Roots of Newton's Principia» («Las
raíces sociales y económicas de los Principia de Newton») en el segundo
Congreso Internacional de historia de la ciencia y tecnología en Londres en
1931, donde plantea que los desarrollos científicos son fundamentalmente el
reflejo de los cambios económicos.
Este documento ha sido convertido desde
LATEX por HEVEA para
la Biblioweb de sinDominio.